Fuego amigo

Las sagradas encuestas están para ser interpretadas

Tal como estaba previsto, parece que la crisis económica está pasando factura al PSOE en intención de voto. Mariano Rajoy lo sabe por una de sus consultas para consumo interno del partido, así que no perdió ni un minuto en comunicárselo a sus correligionarios en un mitin hace un par de días. Bueno, en realidad no consigo saber si la confidencia pública de Rajoy tenía como destinatarios a la izquierda, a la derecha o a sus enemigos políticos dentro del PP.

Yo me alegré de verdad al ver con qué alegría daba la buena nueva, cómo ese gesto suyo de permanente crispación, como si le acabaran de robar la cartera, se mudaba a un semblante de felicidad infantil en el día de Reyes. Porque lo de las encuestas es un sinvivir para los políticos, sumergidos por su culpa en un estado de ansiedad continuo, como les sucede a los directivos de televisión con los datos de audiencia minuto a minuto.

Ya todos sabemos que más que un intento de tomar el pulso a la ciudadanía son un arma política para utilizar cuando mejor convenga. Llevaba yo años rezando a Carlos Marx para que a Rajoy le tocara al fin una alegría de estas. No por el aprecio que le tengo (¿veis como soy más falso que un premio Planeta?) sino porque en estos casos tiendo a pensar en el efecto sedante que ejerce sobre el sujeto el hecho de sentirse ganador. Y si algo necesita hoy este país es que Mariano Rajoy se sienta triunfador.

Cierto que el argumento tiene muchos agujeros negros, porque las encuestas han nacido para ser interpretadas, como las Sagradas Escrituras: nunca son lo que parece que dicen al pie de la letra. Por ejemplo, para los sumos sacerdotes de la extrema derecha de su partido es la prueba de que la crispación cosecha votos. Sigue así, Mariano, venga, dale fuerte. En cambio para los de la izquierda del PP (¡mira que suena raro "el conceto"!) es la demostración de que la moderación y los pactos obtienen a la larga más beneficios.

El líder está feliz como un niño, aunque la consulta a los oráculos puede derivar en una paranoia, algo así como una ciclotimia política. Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere. Unos días se alegra de que Sarkozy se niegue a hacerle un hueco a Zapatero en el G-8 (y de paso a España, pero ese es un detalle menor para un patriota de hojalata), y otros, pacta con el presidente del gobierno el plan financiero anticrisis, antes de que los banqueros de la cosa nostra, hartos ya de sus gracietas, le envíen unos mensajeros para que el asunto parezca un accidente. En fin, más que en manos de Mariano, parece que estamos en manos de los intérpretes de encuestas. Paciencia.
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Meditación para hoy:

El exorcista español más famoso, el Padre Fortea, que aunque parezca mentira está libre y no en la cárcel por sus prácticas pseudomédicas, acaba de publicar un libro inquietante titulado "Memorias de un exorcista". O sea, él mismo mismamente. Y digo que es inquietante, al menos para mi mujer. Según este exorcista, los síntomas más notables en los endemoniados son el cambio de voz, convulsiones, trances, gritos blasfemos, utilización de lenguas no conocidas por el poseído o aversión a lo sagrado.

De pronto mi mujer se acordó de mi última gripe que me dejó la voz ronca, una fiebre con convulsiones, y de cómo en el trance más agudo de la enfermedad yo me cagaba en lo divino y en lo humano, a gritos y en gallego, lengua que ella no entiende. Quizá sea por eso por lo que desde hace un rato me mira raro. De mi aversión a todo lo sagrado, ni hablamos, claro.

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