Fuego amigo

El último acto de la reconciliación colectiva

Ayer, de madrugada, derribaron la cúpula de la cárcel madrileña de Carabanchel. Inútil ha sido el intento vecinal, y de parte de la izquierda, de convertir la antigua cárcel en un recuerdo perpetuo de la represión franquista, en un centro para la Memoria Histórica, en completo estado de abandono durante años, cuidada penosamente por okupas, mendigos, y drogadictos. Me refiero a la cárcel, no a la Memoria Histórica, porque la memoria sí fue "okupada" desde la guerra civil por consumidores habituales de estupefacientes de patrañas divinas y de heroínas falangistas.

Cuando parecía que el juez Garzón conseguiría detener la demolición de la cúpula, se derrumbó sobre nuestra memoria, con la ayuda sospechosa de las máquinas excavadoras.

En el solar consiguiente no se edificará ninguna "zona cero" en recuerdo de los presos políticos que fueron utilizados como mano de obra esclava para la construcción de la que habría de ser su cárcel, como los judíos excavaban sus propias tumbas antes del tiro en la nuca. Sobre su solar florecerán edificios de viviendas para que borren esa etapa negra de nuestra historia, un último acto de una Transición mal entendida, presuntamente ejemplar gracias al perdón de los perdedores y represaliados.

Para todos los teóricos de ese modelo de transición propongo, cuando la excavadoras de Carabanchel hayan terminado su labor, enviarlas hacia el Valle de los Caídos, erigido también gracias a la mano de obra esclava de los presos, donde ahora se preserva la memoria histórica tan sólo de los vencedores.

Podríamos hacer una fiesta multitudinaria de reconciliación nacional, cogidos de la mano, mientras contemplábamos cómo la cruz de 150 metros de envergadura se derrumbaba obre la cripta soñada por el dictador. Sobre sus ruinas crecería el monumento perpetuo de la maleza, y los miles de toneladas de escombros caídos sobre la lápida de Franco impedirían que el día de mañana cualquier revanchista pueda profanar los restos felizmente mortales del asesino. Esa sí sería la guinda del pastel de la reconciliación.

Más Noticias