Fuego amigo

El que se mueva no sale en la lista de espera

Las listas de espera quirúrgicas se han convertido en el único baremo con el que se mide la eficacia de nuestro sistema sanitario. No sé, a lo mejor habría que pensar en otro método, como contabilizar el número y tipo de dolencias por habitante, según la importancia de cada enfermedad.

Pero quizá sea extremadamente costoso elaborar y actualizar periódicamente una estadística de las jaquecas, dolores de espalda, catarros, ardores de estómago, almorranas, sinusitis y todos esos achaques menores que nos hacen la vida imposible, aunque no sean motivos suficientes para una baja laboral, pero que dan una medida exacta de nuestro grado de salud.

Se me antoja que el baremo de la lista de espera quirúrgica es algo parecido a contabilizar el grado de pobreza de un país sólo por el estado de nutrición de sus habitantes. De esta manera, en los Estados Unidos, donde se calcula que hay unos 40 millones de indigentes (cerca del 13% de su población), resultaría que todos son ricos, pues, como se sabe, es el único país del mundo donde los pobres están gordos.

Ayer, el ministro de Sanidad reveló cómo está nuestro estado de... paciencia, ya que no de salud. En España el tiempo medio para entrar en quirófano es de 68 días, seis menos que hace un año. Muchos, todavía.

En ese cómputo no entra la Comunidad de Madrid que, como sabéis, arregló el asunto rebajando a menos de 30 días la espera mediante artificios contables. En el reino de la lideresa Esperanza Aguirre, a donde no llegan sus médicos cortando con el bisturí llegan sus contables con la pluma. El hallazgo es retrasar la entrada del paciente en las listas o no contabilizarlo hasta que tenga en su poder las pruebas de anestesia, pruebas cuya fecha de realización ya se encargará el sistema de postergar hasta donde convenga.

Y como ese parece ser el único baremo fiable de la eficacia de su sistema de salud, resulta que todos los españoles alcanzan a tener una ligera idea de cómo funciona la sanidad, excepto los madrileños. En Madrid viven en ese limbo neocon, un viaje hacia la privatización de la sanidad pública, donde los hospitales pasan a ser gestionados por la empresa privada, con criterios mercantiles, y donde los enfermos se computan en el capítulo de gastos y corren el peligro de morirse de aburrimiento antes de ingresar en las listas de espera.
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Meditación para hoy:

Y mientras... la lideresa en Bombay, vendiendo la marca Madrid. Allí se vio envuelta en una balacera, como dicen en América, en la que hubo 80 muertos y 250 heridos, según las primeras estimaciones. Esperanza Aguirre es como los gatos. Se salvó milagrosamente de un accidente de helicóptero, y ahora caen muertos a su alrededor como en las películas de Bond, sin que el suflé de su pelo se desmorone. Todo esto me preocupa, porque alguien estará ya poniendo en pie la teoría de que la presidenta está tocada por la mano divina, que esta manera de salir indemne de percances tan aparatosos son señales de que dios la tiene destinada a obras de mayor envergadura. Y no quiero ni pensar cuáles pueden ser esas obras y cómo su envergadura.

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