La mesa de luz

Auschwitz

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Mayo de 2009 Vista general del campo de concentración nazi KL II Auschwitz-Birkenau situado en los alrededores de la ciudad polaca de Oswiecim desde el interior de la torre de vigilancia. Fotos del reportaje: José Pujol

Este post acompaña a un artículo que ha salido publicado en la edición papel de Público hoy domingo 14 de junio (os recuerdo que podéis acceder al pdf del diario a partir de las 15h el día de su publicación de manera gratuita en nuestra web). He de dar las gracias a mi compañero Jesús Centeno, coordinador de los contenidos de historia del periódico, por la ayuda que me ha prestado durante la preparación del artículo.

En este post presento el trabajo que realicé durante mi visita al Museo de Auschwitz. Memorial, cementerio y museo del mayor campo de concentración nazi, donde murieron más de un millón de personas entre 1940 y 1945.

El artículo
Lo publicado en el papel cuenta los problemas que tiene el campo para poder conservar su patrimonio. El gobierno polaco se hace cargo del 97% de los costes. En los últimos meses, coincidiendo con el 64 aniversario de la liberación, ha realizado un llamamiento para que la comunidad internacional y en particular la UE, se involucren en el mantenimiento.

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Combo de imágenes que muestran diferentes partes de la exposición del KLI y de los barracones del campo de Birkenau que se encuentran en conservación. Sobre estas líneas arriba: un poste de ormigón del vallado en el campo de Birkenau a la espera de restauración. Abajo: un operario trabajando en el adoquinado del campo de Auschwitz I.

El mes pasado, un antiguo prisionero ha registrado una fundación para crear un fondo cuyos intereses paguen las labores de conservación necesarias cada año. La UE esta semana ha prometido 4,2 millones de euros de los 120 necesarios para ayudar a salvar el Museo.

En la actualidad, el consejo que dirige el Museo con los recursos de que dispone, solo puede decelerar el deterioro y, como me dijo Jarek Mensfelt relaciones públicas del Museo, "si no se hace algo, en 20 años no quedará nada".

Esta es la noticia sobre el Museo Estatal de Auschwitz en Oswiecim y no la triste historia que hace de este sitio un lugar de peregrinaje para muchos, un destino turístico para otros y, en definitiva, un vestigio de lo que fue el horror nazi y el Holocausto.

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Detalle de una de las puas de los 13 kilómetros de vallado de alambre de espino que se conservan en el Museo de Auschwitz.

La historia de Auschwitz
En otoño de 1939 la Alemania nazi invade Polonia estallando la Segunda Guerra Mundial. A finales año, las SS deciden crear un campo de prisioneros para aliviar el abarrotamiento de las cárceles de Silesia debida a la gran cantidad de detenciones que se realizan tras la ocupación de Polonia. Tras varias inspecciones, el comandante de las SS Himmler da la orden de construir un campo en la primavera de 1940 en los alrededores de la ciudad de Oswiecim, a la que se le cambió el nombre por el de Auschwitz tras la ocupación.

Se eligieron unos antiguos barracones de un cuartel del ejercito polaco situados en los alrededores de la ciudad y se le dio el nombre al campo de KL Auschwitz I. La situación del lugar en el centro de Europa, en un gran nodo ferroviario, así como la facilidad de ocultación del campo, influyeron en la elección del lugar.

El 14 de junio de 1940 llega el primer transporte de prisioneros al campo. En un inicio la mayoría eran prisioneros políticos polacos, homosexuales, opositores y otras personas consideradas indeseables por el III Reich. Días después se iniciaba el desplazamiento de las poblaciones colindantes al campo para evitar contactos con los prisioneros y fugas.

Este primer campo fue el centro neurálgico de un complejo de campos de trabajo y más tarde de exterminio que salpicaba toda la región. En Marzo de 1941, Himmler visita el campo y da las ordenes necesarias para ampliarlo. Otro gran campo, el KL Auschwitz II–Birkenau se construye a pocos kilómetros del KLI. En la misma línea, en 1942 se construye el Monowice–KL Auschwitz III en el territorio del consorcio IG Farbenindustrie, del que dependían otros muchos campos cercanos a fábricas y minas donde los prisioneros eran utilizados como mano de obra.

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Latas de gas Ziclón B y una muestra del gás que a temperatura ambiente se mantiene en estado sólido.

El 3 de septiembre de 1941 se realizan los primeros asesinatos masivos mediante el uso del gas Zyklon B. Mueren 600 prisioneros de guerra rusos y 250 polacos. Durante ese otoño se pone en funcionamiento de la primera cámara de gas en el KLI. Este sistema se utilizaría en el campo de Birkenau y en otros campos de concentración Nazi de toda Europa.

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Una guia muestra a unos visitantes un mapa en el interior de un barracón del campo I donde se indican los remotos lugares desde los que fueron deportados los judios a Auschwitz.

A principios del año de 1942 comienza el exterminio masivo de judíos que empezaban a ser enviados desde toda Europa a los campos de Auschwitz. Durante el funcionamiento del campo se produjo un goteo constante de judíos que eran enviados a campos de trabajo o asesinados en las cámaras de gas. En la primavera de 1943 se ponen en marcha cuatro crematorios con cámara de gas en el campo de Birkenau.

En enero de 1945, ante la inminente llegada del ejército rojo, comienzan la marchas de la muerte. Unos 60.000 prisioneros son evacuados de Auschwitz. Días antes de la liberación, son volados por los aires los crematorios y cámaras de gas de Birkenau, un  intento de las SS de borrar las pruebas del exterminio. A la llegada de los soldados soviéticos el 27 de enero de 1945, son encontrados 7.000 prisioneros en una situación lamentable.

A pesar del terror, hay que resaltar la valentía del movimiento de resistencia del campo que mantenía informado al gobierno polaco en el exilio, conseguía medicamentos y organizaba oficios religiosos en la clandestinidad. Muchos de ellos fueron torturados y asesinados. Llama la atención el motín de los trabajadores que trabajaban en uno de los crematorios en el que murieron 3 miembros de las SS, 450 prisioneros y se destruyeron las instalaciones.

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Muchos de los prisioneros de los campos de Auschwitz murieron por las condiciones de vida o por la violencia que ejercían sus guardianes. La mayoría fueron asesinados en las cámaras de gas. En el KLI se realizaron a partir de 1943 numerosos experimentos de esterilización utilizando a prisioneros como conejillos de indias. Las ejecuciones publicas eran habituales y se condenaron a muerte por inanición a miles de personas. Un auténtico infierno que marcó para el resto de su existencia a los supervivientes.

Las cifras
Se estima que más de un millón de personas murieron en los campos de Auschwitz. En la época comunista se hablaba de 4 millones de muertos, una cifra que se revisó en los años noventa. Otro de los cambios más importantes tras la caída del comunismo se produce al hablar del porcentaje de judíos asesinados. De manera esquizofrénica se hablaba en los libros de judíos y esta referencia desaparecía en la exposición y otros documentos. Hoy en día esta censura ha desaparecido.

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Estos gráficos con las cifras están sacadas del dossier de prensa del Museo. Pregunté a Mensfelt sobre el significado que tenía la frase "datos mínimos" al pie de las cifras. "Son los datos de las muertes documentadas y que se pueden probar" me respondió. Por otro lado, se desconoce el paradero de cientos de miles de personas que se piensa murieron en los campos de Auschwitz, pero no existen documentos, testimonios o restos que demuestren su muerte en este lugar. Por eso se habla de cifras mínimas. "De cualquier modo, hablar de menos de 1 millón de muertos es negacionismo", afirma Mensfelt.

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Una mujer lee uno de los librillos gratuitos editados en multiples lenguas por el Museo donde se informa a los visitantes sobre las diferentes salas de las exposiciones y la historia de los dos campos que se conservan.

El Museo
En 1947 se constituyó oficialmente el Museo por el parlamento polaco. Pero como me contaba Mensfelt, la vida del Museo comenzó cuando este se encontraba en funcionamiento. Muchos prisioneros preparaban entonces dibujos y listas para que el lugar no cayera en el olvido.

En el mes de mayo se encontró durante unas obras en los sótanos de una escuela en Oswiecim una botella con un mensaje en su interior. Era una lista en hebreo con los nombres y números de los prisioneros que trabajaron en aquel lugar. Se colocó allí para que su sufrimiento, su existencia, no cayera en el olvido.

Durante la creación del Museo, se decidió conservar las instalaciones del campo I y del campo de Birkenau, el resto fueron desmantelados. Entonces se inició un debate que sigue vigente en la actualidad. ¿Memorial, cementerio o museo? El proyecto que hoy existe en Oswiecim intenta aunar estos tres conceptos.

El Museo se puede visitar de manera gratuita como marcan sus estatutos. En 2008 más de un millón de personas lo hicieron. Desde 1990 estas cifras aumentan de manera considerable cada año.

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Entrada al campo de concentración Auschwitz I en el cartel se puede leer la sarcástica frase "Arbeit macht frei", "El trabajo hace libre".

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Sobre la puerta de acceso al campo fundacional del complejo de Auschwitz se puede leer el lema "Arbeit macht frei" (El trabajo os hará libres). El campo comprende 28 barracones de ladrillo en parte construidos o ampliados por los propios prisioneros que llegaron a albergar en 1942 a 20.000 prisioneros. A estos barracones hay que sumar las cocinas del campo y los edificios de las SS donde hoy se encuentra parte de las oficinas de administración del Museo. Dentro de los barracones se encuentran diferentes exposiciones que cuentan la historia de lo que allí ocurrió.

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Mapa del Museo Estatal de Oswiecim del campo de concetración de Auschwitz I.a1dsc_0026.jpg

Un grupo de visitantes atienden a las explicaciones del guía a través de sus cascos en la entrada del KLI.

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Un hombre fotografía a un compañero bajo el sarcástco cartel de la entrada al campo I.

Grupos de 20 a 30 personas pasean por el campo y los barracones con unos cascos por los que escuchan lo que les cuenta el guía que habla en voz baja para no molestar al resto de visitantes. En el exterior se escuchan los pasos sobre de los caminos de grava que hay entre barracones. En el interior, silencio y murmullos en diferentes idiomas (ruso, inglés, italiano, polaco, francés, japonés...) que explican el contenido de las diferentes salas.

A mi entrada suena una campana en el campo. Esa era la señal para el recuento y que sigue sonando hoy en día en recuerdo de los días que era utilizada por los guardianes de las SS. El recuento podía durar horas y los prisioneros eran obligados a mantenerse firmes o en posiciones incomodas.

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Un antiguo cartel que advertía de la existencia de una alambrada electrificada.

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Un gato bosteza en el cesped junto a lo que fué la cocina del campo Auschwitz I.

La exposición general incluye parte de los 80.000 zapatos, 3800 maletas, 12000 ollas, 40 kilos de gafas, 460 prótesis y 260 talits (chales de oración judíos), en su mayoría pertenecientes a los asesinados en el campo. También se conservan y se muestran parte de los 570 uniformes rayados, 2000 objetos artísticos realizados por los prisioneros durante el cautiverio y 2 toneladas de pelo cortado a las mujeres que eran deportadas.

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La exposición general incluye pelo que se cortaba a las mujeres que eran deportadas al campo.

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Dos visitantes acompañados de un guía observan parte de las gafas de los asesinados en Birkenau.

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Talits (pañuelos de oración judios) que traían los deportados.

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Se exponen 80.000 zapatos colocados en un pasillo con cristaleras a ambos lados.

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Una de las maletas firmadas.

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Un uniforme de un prisionero clasificado como homosexual.

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Reconstrucción de una litera de un barracón de ladrillo del campo de Birkenau.

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Un guía habla a un grupo de visitantes de lengua inglesa.

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En los pasillos de los barracones se muestran fotografías de los prisioneros tomadas como registro por los oficiales de las SS. Una guía andaba recitando nombres mientras le seguía un grupo de jovenes escuchándola con los cascos.

También se muestran parte de los múltiples documentos que se guardan en el Museo y que sirven como prueba de lo allí acontecido: 70.000 actas de defunción, 397 tomos con documentación de las SS, más de 40.000 documentos gráficos entre retratos realizados por las SS a los prisioneros, fotos familiares de los deportados, fotos aéreas e imágenes del funcionamiento tomadas por los guardianes, 8.000 cartas y postales de prisioneros, 3.000 grabaciones y 60.000 páginas que recogen el testimonio de antiguos prisioneros y 800.000  microfilms de documentos relativos al campo.

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Una niña deja un ramo de flores como ofrenda en el patio entre los bloques 10 y 11 del campo I.

En el patio entre los bloques 10 y 11 se encuentra el paredón donde fueron fusilados millares de detenidos. En los sótanos del bloque 11, llamado "el bloque de la muerte", se encuentran los calabozos donde se encerraban a los presos o a los civiles sospechosos de mantener contactos con prisioneros o de ayudarles a fugarse. En estas celdas se encerraban presos a la espera de juicio o los condenados a muerte por inanición. También se conservan celdas de 90x90 donde el recluso no podía ni estar de pié ni sentado. En este sótano, en septiembre de 1941, se realizó la primera prueba de ejecución con gas Zyklon B.

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Una guía y su grupo en el sótano del bloque de la muerte de Auschwitz I.

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La puerta del barracon 22 del campo I tras alambres de espino.

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Lámpara de la cámara de gas del campo I.

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Alambrada que separaba el los barracones de prisioneros, de los guardianes de las SS.

En el KL Auschwitz I se puede visitar la reconstrucción realizada a partir de la cámara de gas y crematorio que hubo en el campo. Sobre los hornos reposa una corona de flores y el silencio solo se rompe con la entrada de los grupos y el murmullo de sus guías.

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Vista de la entrada del campo desde la plataforma del ferrocarril del campo de Birkenau.

KL Auschwitz II-Birkenau
El otro campo que se conserva se encuentra a escasos tres kilómetros del KLI. Un autobús nos lleva de uno a otro campo de manera gratuita. A la entrada se encuentra la subida a la torre de vigilancia desde la que se dominan las 173 hectáreas del campo de Birkenau. En agosto de 1944 el número de reclusos se acercaba a los 100.000.

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Mapa del Museo Estatal de Oswiecim del campo de concentración Kl Auschwitz II-Birkenau .

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Un visitante toma una foto desde la torre de vigilancia de la entrada del campo de Birkenau.

Desde la torre se domina todo el campo rodeado por torres de madera y un vallado de columnas de hormigón y alambre de espino. A la izquierda los bloques de ladrillo, a la derecha los barracones de madera que se conservan y las decenas de líneas de chimeneas de ladrillo recuerdo de los barracones de madera que allí se construyeron. En el centro la plataforma de ferrocarril.

En esta plataforma a partir de 1944 comenzaron a llegar los trenes con los judíos deportados. En la misma vía se seleccionaban los prisioneros aptos para el trabajo y los que eran enviados directamente a las cámaras de gas. Los prisioneros que eran seleccionados para el exterminio eran convencidos mediante engaños para desnudarse y eran ejecutados en una sala de las que colgaban duchas que nunca llegaron a funcionar. Muchos de los objetos expuestos en el KLI pertenecieron a estas personas y se encontraron en los almacenes del campo que fueron incendiados antes de la liberación.

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Un visitante toma una foto de sus compañeros en la plataforma del ferrocarril de Birkenau.

Cerca de la entrada de Birkenau son numerosos los grupos. Pero si caminas un poco encontrarás mayor tranquilidad. El sonido de los pájaros es acompañado por el viento que trae consigo la bocina y el traqueteo de un tren que pasa a unos kilómetros de allí. Ese sonido te hace imaginar el tortuoso camino en los vagones de ganado que debieron sufrir los deportados.

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Una pareja entre los barracones de ladrillo de Birkenau con el bosque al fondo.

A diferencia del KLI en Birkenau podemos visitar los barracones como fueron encontrados en 1945 y hacernos una idea de lo que era realmente la vida y la muerte en ese lugar. Los guías aquí hablan a los visitantes sin la ayuda de los cascos, dándoles pié a que realicen preguntas, y les dejan tiempo para que paseen por el interior de los barracones para que perciban sensaciones.

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Una chica en el interior de un barracon de ladrillo de Birkenau.

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Cuatro visitantes caminando por Birkenau entre las vallas de alambre de espino.

Hileras de vallas de alambre de espino, acequias utilizadas para el drenaje del campo, torres de vigilancia de madera, caminos de graba, césped recién cortado y barracones de ladrillo que se caen a cachos... Instrumentos del exterminio. El visitante imagina lo que debía ser aquello durante el crudo invierno polaco.

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Interior de uno de los barracones de madera de Birkenau donde dormían cientos de personas.

Los barracones de madera fueron construidos en su origen para guardar 50 caballos. En el campo de Auschwitz alojaron a cientos de personas. Entre cinco y siete personas dormían en un mismo compartimiento de las literas. Muchos morían al desplomarse alguna de ellas. La única fuente de calor era una pequeña caldera cuyo tiro recorría el centro de la galería. Las letrinas muestran el trato inhumano que recibían los prisioneros y la falta de condiciones higiénico-sanitarias del lugar.

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Dos visitantes frente a las ruinas del crematorio KII del campo de concentracion de Birkenau.

Al final de la línea del ferrocarril, se encuentran a izquierda y derecha las ruinas de dos de las cámaras de gas y crematorios, en el centro un memorial donde se puede leer un frase en recuerdo de las víctimas en numerosos idiomas, entre ellos el sefardí. También existe un lago en cuyo fondo reposan parte de las cenizas de los asesinados. Tras el memorial, tras las alambradas y entre las torres de vigilancia, hay un frondoso bosque.

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Una mujer piensa sentada  en medio de la plataforma ferroviaria de Birkenau.

El sonido de los árboles mecidos por el viento es interrumpido por una sirena procedente del edificio de la comandancia. Es una de esas sirenas que anuncian un bombardeo, que en su día debió ser utilizada para llamar al recuento y que en la actualidad debe marcar la cercanía de la hora del cierre de este gigantesco y tranquilo parque que es el antiguo campo de concentración KL II Auschwitz-Birkenau.

Un fotógrafo trabajando en Auschwitz
Me gustaría antes de terminar, hablar un poco de lo que fue hacer este reportaje en este peculiar y triste Museo. Todas las personas con las que he hablado sobre mi visita a Auschwitz me preguntaban qué había sentido. La verdad es que durante mi visita no tuve muchas sensaciones y no pensé mucho. Estaba haciendo fotos y tenía puesto el chip. Miraba todo a través del agujero de la cerradura de mi Nikon D70 y me mantenía alejado de lo que estaba fotografiando.

Solo tuve cierta sensación de agobio en el sótano del bloque de la muerte, donde se conservan las celdas donde morían lo presos de inanición y no tiré algunas fotos. Pero después de preparar el artículo y este post, escribiendo y editando fotos, me doy cuenta de donde estuve. Pero ahora me voy a permitir hablaros como si estuviese trabajando, dejando a un lado lo triste que es ese lugar y el respeto que se merece por las personas que allí murieron.

El reportaje comenzó a las siete de la mañana en la estación de tren en el centro de Varsovia con una buena resaca del vodka de la noche anterior. Mi amigo Alfonso, Erasmus en Varsovia y que me iba a hacer de chofer y guía, no me cogía el teléfono. Se había quedado dormido. Pero ya que estaba allí con la mochila del equipo no podía echarme atrás. Fue un viaje de tres horas y media en unos asientos que no te permitían dormir en ninguna postura. Tras el tren, una hora y media en un minibús sin aire acondicionado y repleto de gente que une Cracovia con el campo I de Auschwitz. Un auténtico suplicio de viaje agravado por la resaca.

A mi llegada al Museo me entrevisté durante 20 minutos con Jarek Mensfelt, relaciones públicas del Museo. Me dio cierta información, le hice algunas preguntas y me entrego la acreditación que me permitiría moverme con cierta libertad por el Museo.

El trabajo en el KLI y las exposiciones fue muy físico (aunque suene un poco pedante decirlo de esta manera). La existencia de cristaleras frente a todos los objetos hacía imposible la utilización del flash por el reflejo que causaría el destello. Debía tirar de ISO lo que ha provocado el grano que tienen las fotos del interior. Las ventanas en los barracones estás tapadas con un filtro seguramente por razones de conservación de los objetos. Esto hace que hubiese muy poca luz obligándome a tirar de velocidad. Debía buscar ángulos para evitar el reflejo de las ventanas en el cristal y buscar puntos donde apoyar la cámara (columnas, bordes, etc...), encogiéndome y quedándome muy quieto, para evitar que se trepide la imagen por utilizar velocidades lentas. Por esto hablo de un trabajo muy físico.

Utilicé casi todo el rato mi zoom corto sin flash. Llevaba un minitrípode, pero no me servía de mucho en aquellas salas. No quería traerme el trípode desde Madrid y al final siempre prefiero ir ligero... decisión que me vino bien en el campo de Birkenau.

En dos horas y media di por terminado el trabajo en el campo I, me obligué a comer algo, compré agua para la visita del campo II y cogí el autobús para Birkenau. En este traslado hablé con unos españoles que visitaban el Museo porque salía en la película "La Lista de Schindler".

Si el campo I me hizo poner posturitas de fotógrafo a lo "Blow Up", el campo de Birkenau me obligó a andar como el recientemente desaparecido David Carradine en la serie Kung-Fu. La plataforma del ferrocarril mide algo mas de un kilómetro y recorrí todo el recorrido rojo que aparece en el mapa y parte del de los puntos. Desistí de llegar a los crematorios IV y V por el cansancio y el dolor de pies. Al volver al hotel, descubrí las ampollas que me hicieron cojear en mi camino de vuelta por la plataforma del tren.

A las 18:30 decidí coger un taxi para mi vuelta a Cracovia donde me esperaba el tren de vuelta a Varsovia. Regateé con el taxista, a pesar de que me habría cortado un dedo para no tener que ir en el minibús, y pacté un precio de 200 Zlotis. El precio que suele marcar el taxímetro es de 250 como pude comprobar al llegar a la estación. El taxista era tan majete que al final le di 210 Zlotis. Menos de 45 euros para un trayecto como de Madrid a Guadalajara. Supongo que no le vino mal la carrera al taxista que me contó lo mal que está el país y que había quedado con un colega para tomar una cerveza tras estar currando todo el día.

El tren en el que volví a Varsovia era más moderno y estaba tan cansado que conseguí dormirme. A mi llegada me esperaba mi amigo Alfonso que me invitó a cenar para hacerse perdonar por quedarse dormido... Pero yo ya sabía que fue mejor haber ido solo hasta Auschwitz, fotografiar el lugar y contar la historia.

Tal vez lo que he sacado en claro, gracias a mi visita y a la entrevista con Mensfelt, y lo que deberían valorar los que visitan el Museo, sea la historia de una democracía europea que se convierte en una dictadura y que termina asesinando a millones de personas en base a una ideología. Nos recuerda lo débil que es nuestra democracía europea y lo fácil que es ir dando pasos hasta llegar a la locura.

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Autorretrato en los cuartos de baño del campo de Birkenau antes de guardar el equipo. Estaba prohibido fumar en todo el Museo.

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