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La mayoría de los jóvenes no cambian de trabajo por practicar ‘job hopping', sino por la temporalidad y la precariedad

Este martes, el periódico El País publicó un artículo en el que hablaba del job hopping, que básicamente consiste en saltar de trabajo en trabajo de manera voluntaria. En el texto explican que "los perfiles laborales más demandados" se apuntan a esta moda de cambiar de trabajo cada uno o dos años, ya que tienen "poco o nulo apego a las empresas".

Automáticamente, las redes sociales se llenaron de críticas a este artículo asegurando que idealizaba la precariedad laboral. Si bien es cierto que estamos muy acostumbrados a la idealización de la precariedad y a la utilización de palabras anglosajonas para disfrazar de cool situaciones que realmente son dramas sociales, este artículo lo que hace es enfrentar una forma de vida muy minoritaria con la realidad existencial de las personas jóvenes en nuestro país.

Seguramente existan algunas personas que deciden saltar de forma voluntaria de empleo en empleo para intentar mejorar su situación económica y aprender de otras empresas y de otros proyectos, pero la mayoría de personas jóvenes que saltan de empleo en empleo lo hacen por la temporalidad estructural que caracteriza nuestro sistema laboral.

Además, el poder saltar de trabajo en trabajo para intentar buscar mejoras salariales o proyectos más motivadores también está al alcance de unos pocos, porque muchos jóvenes no pueden permitirse probar y jugársela a quedarse sin trabajo porque la capacidad de ahorro es baja y no todos los padres pueden ayudar a sus hijos a aguantar si estos pierden el trabajo.

Por otra parte, las personas que pueden realizar job hopping son perfiles técnicos muy específicos cuya formación suele ser cara y bastante inaccesible para los bolsillos humildes, por lo que de nuevo no se puede generalizar la situación de unos pocos que sí que pueden permitírselo porque en contrapunto hay muchas personas que no pueden hacerlo.

Un paro desorbitado

En España cuatro de cada 10 jóvenes menores de 25 años está en paro, se trata de la peor tasa de desempleo juvenil de toda la Unión Europea. Concretamente, España cerró el año 2020 con un paro juvenil del 40%, según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística.

Hace dos semanas, la secretaria de Empleo, Cualificación Profesional y Migraciones de Comisiones Obreras expresaba que el paro juvenil se ha desbocado, ya que los datos presentados por el Ministerio de Trabajo y Economía Social muestran que la cifra de parados menores de 25 años es la peor desde que empezó la pandemia: 366.403.

La losa de la temporalidad

El empleo de las personas jóvenes está fuertemente ligado a la temporalidad, algo que el coronavirus ha dejado aún más en evidencia. Durante la primera ola de coronavirus el 70% de los empleos destruidos correspondían a contratos temporales y los jóvenes solo recuperaban el 17% de los puestos de trabajo tras la desescalada del primer estado de alarma.

Al tener una tasa de temporalidad tan elevada muchos jóvenes no tienen capacidad de ahorro, por lo tanto, no pueden independizarse. De hecho los jóvenes españoles se van de casa con una media de 29 años.

Con este panorama no cabe generalizar diciendo que los jóvenes menores de 35 se apuntan a la moda del job hopping. La realidad es bien distinta, ya que cuatro de cada diez jóvenes, lejos de poder plantearse cambiar de empleo para mejorar sus expectativas salariales, carecen de él. Además, siendo el empleo temporal la tónica general entre los jóvenes en España, el job hopping no parece tanto una opción positiva para el trabajador sino una cuestión de precariedad de gente que empalma, con suerte, un trabajo con otro para poder llegar a fin de mes.

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