Cabeza de ratón

'Ahogafetear'

Ahogafetear: Abofetear al que se está ahogando. El verbo y su definición aparecen en el diccionario de neologismos de José Luis Coll, lúcido y lúdico humorista que diera la réplica imposible y ajustada al delirante Tip. El concepto ahogafetear aún no había tomado cuerpo cuando emergió de la mente del autor, pero con el tiempo ha tomado carta de naturaleza en la política y en la economía, que son la cara y la cruz de la misma moneda. Nos abofetean mientras nos ahogan, nos crucifican y, al mismo tiempo, nos escupen a la cara. El presidente no electo de la Comunidad de Madrid, Ignacio González el Oscuro, impone en las farmacias madrileñas el euro por receta para ahogarnos un poco más y nos abofetea con unas declaraciones en las que justifica su decisión, no por afán recaudatorio sino disuasorio, por nuestro bien, para que no despilfarremos adquiriendo fármacos innecesarios. Con esta medida solo se recaudarán 83 millones de euros, pero se trata de acabar con las malas costumbres de esos madrileños que esconden en sus casas "45 millones de medicamentos". La misteriosa estadística no especifica si se ha contado pastilla a pastilla y cápsula a cápsula o por envases, pero son 45 millones exactos.

Reviso el botiquín de mi casa y detecto huellas sospechosas, sin duda han estado en mi domicilio los "gamones", tremendos espías comunitarios que vigilaban y contravigilaban a destajo a algunos de sus jefes por encargo de otros de sus jefes. El presidente González, al que también espiaron durante un extraño viaje a Colombia, ha puesto a sus agentes a realizar tareas de mayor utilidad pública como detectar nuestros alijos clandestinos de medicamentos. La inminente llegada del euro farmacéutico incrementa la avaricia medicamentosa de los enfermos crónicos que invaden las consultas en busca de recetas gratuitas, el acaparamiento se dispara mientras crecen las listas de espera. Habrá que operarse antes de que el Gobierno regional termine de privatizar los hospitales públicos madrileños. "La sanidad pública seguirá siendo universal, gratuita y de la máxima calidad" ha dicho González. Y sus palabras han sonado como bofetadas sobre el rostro de los ahogados, que han ido aprendiendo a leer entre líneas las declaraciones de los políticos y saben que la sanidad ya no es ni universal, ni gratuita, ni de la máxima calidad. No es universal porque han sido excluidos de ella los sin papeles que como no existen no cuentan, o como no cuentan no existen. No es gratuita porque habrá que pagar un euro por receta. Y porque en los hospitales públicos de gestión privada (¿?) cada día son más caros los servicios y porque, pese al presunto éxito del modelo, crecen cada año las aportaciones económicas del presupuesto de todos los madrileños para rescatarlos y que sigan funcionando tan rematadamente bien. El canon que la Administración paga a estos hospitales modélicos se incrementó en dos millones de euros el último año.

El modelo madrileño se parece mucho al modelo catalán. En Catalunya el Gobierno nacionalista no nacionaliza nada y su privatización del sector sanitario es un fracaso sonado, pero en la Comunidad de Madrid han dado un paso adelante al borde del abismo. El Gobierno de González propone que los trabajadores gestionen por ahora el 10% de los ambulatorios. Se supone que el restante 90% será privatizado, aunque la palabra privatización no existe en el lenguaje político, el eufemismo políticamente correcto es "externalizar". La gestión de los hospitales madrileños se ha externalizado tanto que algunas de las empresas concesionarias tienen su sede en Luxemburgo o en paraísos fiscales y están especializadas en fondos de riesgo, de altísimo riesgo. Vivir es una ocupación de alto riesgo, pero la muerte también ha sido externalizada: morirse sale carísimo aunque la muerte sea "universal, gratuita y de la máxima calidad" como la sanidad. Moriremos por encima de nuestras posibilidades y ellos escupirán y bailarán sobre nuestras tumbas. Conozco a alguien que ha dejado escrito en su testamento que soplen sus cenizas sobre los rostros de los ahogafeteadores procurando que se les metan en los ojos para que tengan que pagar un euro por un colirio contra la conjuntivitis. "Que el dinero que nos roben se les vaya en medicinas", como cantaba Chicho Sánchez Ferlosio.

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