Cabeza de ratón

Aritmética parda

Dónde van a parar los manifestantes que se pierden  en el trayecto. Entre las cifras que ofrecen los convocantes y las que certifican las delegaciones de los Gobiernos y otras instituciones, miles, a veces cientos de miles, de manifestantes se extravían camino de un limbo habilitado para ellos. También desaparecen en el itinerario  de un periódico a otro, de un canal o de una emisora a la competencia. En ocasiones se evaporan dentro de las páginas de un mismo diario. Estas sensibles pérdidas  y extravíos se han multiplicado, o dividido, con motivo de la última huelga general y de las manifestaciones posteriores. Decenas de miles de manifestantes de la primera página de El Mundo se convierten en cientos de miles en las páginas interiores y luego se reducen a 35.000, ni uno más ni uno menos, un poco más allá. Según las reglas de esta aritmética parda, de esta contabilidad amañada, se supone que los convocantes inflan las cifras con el convencimiento de que los otros ya se ocuparan de reducirlas a la mínima expresión creíble. Pero la credibilidad no es una barrera infranqueable, no hay peor sordo que el que solo oye lo que quiere oír, no hay peor ciego que el que solo ver lo que quiere ver.

Que la huelga general iba a ser un fracaso sin paliativos lo sabían iluminados profetas e ilustres cantamañanas mediáticos. Herman Tersch, con el convencimiento declarado de que los "sindicatos totalitarios" querían silenciarle en su púlpito de Telemadrid, no tuvo escrúpulos, palabra que no entra en su vocabulario, a la hora de grabar con antelación sus conclusiones sobre un suceso que aún no se había producido. "La huelga ha fracasado" sentenció este Nostradamus de pacotilla. Horas después el incombustible pirómano Federico Jiménez Losantos certificaría el fiasco absoluto de unas movilizaciones que no habían hecho más que comenzar.

Las primeras páginas de los diarios de papel colisionaban las unas con las otras. Para El Periódico de Cataluña la huelga general fue un éxito, para La Vanguardia fue una huelga limitada, para El Mundo un fracaso sin paliativos, para El País tuvo un seguimiento "notable pero no masivo", para los medios situados más a la derecha el fracaso estaba cantado, sus portadas parecían escritas con profética antelación, "el inconmensurable malestar social" del que hablaba El País se minimizaba y adoptaba categoría de anécdota. Para la caverna mediática de la TDT no contaban los huelguistas ni los manifestantes solo los piquetes, extraños piquetes que, según algunos comentaristas de lo inexistente, seguían piqueteando (¿?) durante las manifestaciones por pura inercia. Pero las imágenes reales persistían en su contumacia. "Ahora van a ver como funcionan estos piquetes violentos" clamaba uno de estos energúmenos y en el video anunciado aparecía un pacífico piquetero que hablaba de informar con todas las de la ley a los ciudadanos. "Este no era el video" se quejaba el indignado desinformador y su cadena daba paso a otro esclarecedor documento en el qu, sin el menor atisbo de violencia, un sindicalista daba instrucciones a sus compañeros sobre como organizarse para cumplir con su misión informativa. Los temibles piquetes sembraban el caos y la violencia en la Gran Vía madrileña repetían, hasta la suciedad, los voceros mientras a sus espaldas los antidisturbios sacaban de una boca de metro arrastrándole por los pelos a un peligroso radical o cargaban violentamente contra un anciano pacifista sentado. El presentador de un programa de Intereconomía interrogaba a una reportera destacada en el lugar de los hechos para incluirla en el coro de los profetas: ¿Se prevé que vayan a producirse incidentes violentos en la plaza de Neptuno como en anteriores ocasiones? inquiría el inquisidor y la periodista expresaba la opinión del responsable de la Policía: "Puede pasar cualquier cosa, o puede que no pase nada".

En Cataluña, los mossos de esquadra,  aporreaban a un niño de 13 años y a una adolescente de 16 que trataba de protegerle. Un incidente absolutamente fortuito según el consejero de la Generalitat, el mosso intentaba golpear en la mochila a un manifestante violento y se le escapó la porra, luego sus compañeros se ensañaron en el aporreamiento por pura inercia, por costumbre, para demostrar su eficiencia y su profesionalidad en el uso de sus "defensas". Pocas veces se han evidenciado tantas contradicciones entre las imágenes reales y sus comentaristas virtuales, de espaldas a la pantalla y a la realidad. Nunca dejes que la realidad te estropee un buen apriorismo.

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