Cabeza de ratón

Cárceles privadas

Externalizar las cárceles e instalar el copago carcelario. Dos buenas ideas (no me den las gracias) para rellenar las arcas del Estado y proporcionar nuevos recursos de enriquecimiento a sus cómplices, cuando no sus dueños, empresarios y financieros. Son muchos los políticos que ven su vida profesional como un período de entrenamiento previo a su paso a la empresa privada, empresa que, a veces  privatizaron ellos mismos o sus colegas. Rodrigo Rato, que abandonó su cargo en el FMI al día siguiente de acceder a una sustanciosa pensión vitalicia y luego dio la campanada, y la puntilla, a Bankia, acaba de ser nombrado consejero de Telefónica, entre otras cosas como copago de sus servicios privatizadores cuando ejercía de ministro de Economía con el gobierno de Aznar. El nombramiento  servirá también para despejar el horizonte profesional de este esforzado trabajador que se resiste a la jubilación y cuyas posibilidades de ser contratado en el mercado laboral son más bien escasas.

Cuando se pinchó la burbuja inmobiliaria los constructores de pirámides, urbanizaciones y aeropuertos se reciclaron dedicándose a la edificación de hospitales, nada edificantes porque iban a vivir de la rapiña de la sanidad pública, y a la gestión de servicios sanitarios con afán de lucro. Fondos de Capital de Riesgo se hicieron cargo del sector, los buitres de fondo que nidifican en Luxemburgo o en soleados paraísos fiscales, comenzaron a planear sobre enfermos y desahuciados, mujeres, niños, ancianos, inmigrantes, desempleados y trabajadores precarios, y descendieron de los cielos oscuros y amenazantes para picotear las entrañas de sus víctimas. Hace tiempo que la muerte fue privatizada y los servicios funerarios externalizados pudieron decidir cuanto cuesta caerse muerto y quien tiene derecho a hacerlo. En una progresión lógica después de expoliar a los muertos y según el orden de picoteo que impera en los gallineros, los carroñeros insaciables se lanzaron sobre las presas más enfermas y desprotegidas bajo la tutela y con la complicidad y protección de los guardianes de la granja. En "Rebelión en la granja", Georges Orwell narra como los animales que se rebelan para poner fin a la dictadura de los hombres acaban pactando con los humanos tratos infamantes y preservando el viejo orden de las cosas. En un momento de la cruel anti-utopía, un caballo sabio  que va a ser sacrificado en el matadero comenta ( cito de memoria, mala memoria) "Estoy tan mal de la vista que ya no distingo quien es el cerdo y quien es el hombre". Según la última encuesta del CIS, los ciudadanos españoles empiezan a distinguir entre ambas especies, después del desempleo el problema más grave para ellos lo encarnan los políticos y el 49% de los encuestados prevé que la corrupción irá en aumento durante los próximos cinco años.

Después de haber desmantelado, contado, pesado y dividido, la sanidad, la enseñanza pública y las prestaciones sociales, ha llegado el momento de entrar a saco en el sistema penitenciario, la externalización de las prisiones y la instauración del copago carcelario se imponen como una necesidad a corto plazo. Externalicen señores políticos, construyan presidios y gestionen las instituciones penitenciarias señores empresarios, puede que necesiten pronto utilizar esos servicios y habrá que acondicionarlos, para que todo esté a su gusto, cárceles de lujo para el reo que pueda pagárselas y campos de trabajos forzados para que el resto de los reclusos se ganen el pan cotidiano y el agua potable. Meter entre rejas a políticos corruptos, defraudadores fiscales, blanqueadores de capital, estafadores preferentes y demás ralea, resulta, hoy por hoy, imposible no habría celda para tanto inquilino, se incrementaría el hacinamiento y bajaría mucho la calidad del menú. Hay millones de pisos vacíos pero nuestras prisiones están repletas y eso que, de vez en cuando, alojamos en ellas a presos de importación como Carromero, el as del volante que se aloja, momentáneamente entre nosotros gracias a la benevolencia del gobierno cubano al que privó de uno de sus disidentes más incordiantes. "Tienes más peligro que Carromero conduciendo en Navidad" escuché el otro día en el bar de la esquina y brindé por la ocurrencia.

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