Cabeza de ratón

Trepas y antitrepas

Año Nuevo en la valla, en la malla antitrepas de Melilla, un inmigrante subsahariano que ha conseguido superar este último obstáculo, sin ser devuelto, caliente y en caliente por la puerta falsa, hace corcovetas y besa el suelo de Europa. Está feliz porque ha salido del infierno y todavía no sabe que ha caído en un purgatorio maldito que no es una estación de paso hacia el paraíso sino de retorno al Averno del que salió. No dura mucho la alegría en la casa del pobre, la Europa que verán sus ojos estará siempre del otro lado de las rejas, siempre por encima de sus posibilidades y de las nuestras. Habría que advertir a los recién llegados de que han aterrizado en un país expoliado, de sus recursos y de sus derechos, un país empobrecido y humillado, insolidario y a menudo cainita que forma parte de un continente de redomados hipócritas que la única solución que ofrecen para solucionar la gran tragedia de la inmigración reside en el uso y el abuso de la fuerza militar y de la represión. De momento no han puesto vallas antitrepas en los Pirineos para los emigrantes españoles. Estaría bien que los vacíos que dejan los jóvenes emigrantes nacionales hicieran hueco para acoger a  inmigrantes subsaharianos de reemplazo, pero los emigrantes españoles se van precisamente porque no encuentran hueco entre los suyos.

En España tendríamos que haber colocado mallas antitrepas en las fronteras para que no las pasaran tan fácilmente los grandes trepadores y sus capitales camino de Andorra, Suiza y otros paraísos fiscales como Luxemburgo donde residen la crema y la nata de la europeidad y de las multinacionales expertas en desgravaciones fiscales, gracias, entre otras cosas a un primer ministro que ahora es el máximo responsable de la Unión Europea,  una unión que es, ante todo y desde sus orígenes, un mercado dirigido por mercachifles y vendedores de aire, donde nada importan ni las materias primas, ni el capital humano, porque todo es simulación y especulación,  juego de tahúres y de truhanes.

Ha mejorado mucho la macroeconomía, síntoma evidente que la microeconomía y la nanoeconomía irán mejorando, nos dicen. Y podría leerse: Si nuestros ricos son más ricos, nuestros pobres serán menos pobres, un falaz silogismo pues la crisis, hizo más ricos, y más ricos a los más ricos y más pobres, y más pobres a los pobres.

Poner mallas antitrepas en todas las fronteras terrestres, marítimas y aeroportuarias podría evitar la fuga de los evasores de capitales, pero no de los capitales per se, porque los capitales no conocen fronteras y los controles informáticos tienen más agujeros que las declaraciones de Montoro, o las diatribas de Hernando. De qué te vale acumular grandes riquezas en Suiza si tienes que vivir el resto de tu vida en la cárcel de Soto del Real mientras tu dinero inmovilizado se convierte en ceniza. No es un argumento que sirva de mucho consuelo, ni siquiera es un argumento contundente, efímera y atenuada será la pena que cumplan  nuestros más reputados estafadores y ladrones de guante blanco, la única sangre que mancha sus manos es la de los felinos y venados que abaten para matar el tiempo entre cacería y cacería de pequeños ahorradores, de individuos desahuciables  y otras piezas que lucen menos como trofeos cinegéticos pero son más nutritivos.

Teníamos que haber instalado, vallas, mallas antitrepas no solo en las fronteras físicas y cibernéticas, mallas en el Parlamento, en las sedes de los principales partidos, de los grandes bancos y de las grandes empresas. Vallas o mallas para impedir el acceso de trepadores, especies voraces y venenosas que nos asfixian. De momento vayan desmontando las de Melilla pero no las desguacen todavía que hay que reciclar.

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