Multiplícate por cero

Los invasores de cuerpos

Unos alienígenas han llegado a tu ciudad. Se apoderarán de tu cuerpo en cuanto te duermas. Ya lo han hecho con tu vecino, con tu hermano, con tu hijo. Cuando acudas a denunciarlo a las autoridades, no te creerán, ni los científicos le darán importancia. Pero las esporas extraterrestres se están apoderando de todo, están duplicando y sustituyendo a los habitantes de este pueblo. Saldrás a la carretera a intentar advertir del peligro a los que lleguen y quedarás como un lunático gritando: "Tú serás el próximo".

Eran Invasores.

Los ladrones de cuerpos, novela de 1955 de Jack Finney, ha dado lugar a cuatro versiones cinematográficas –la última con Nicole Kidman y Daniel Craig–, aunque la que más se recuerda es la interpretada por Donald Sutherland. Versiones que enseñaban en cada momento histórico la visión histérica del miedo "a los otros", de la paranoia y la alienación. En la primera era el comunismo (aunque muchos consideran que, en realidad, denunciaba el macarthismo); la versión de Sutherland se hizo después del Watergate y denunciaba la conspiración gubernamental; la última estimula el exagerado temor a una pandemia (recordemos con qué histerismo se han recibido los casos de la gripe del pollo, el virus de las vacas locas o la reacción ministerial al caso del aceite de girasol).

En España, en algunos colectivos de la población lo que se ha instalado es el miedo a los inmigrantes y como invasores se les ha estado viendo. Invasores que venían a quedarse con tu trabajo, invasores que venían a aprovecharse de los servicios sanitarios, invasores que se apropiaban de las plazas escolares...

Y, como en la película, tardó pero al final encontró eco. Llegó la campaña electoral y el mensaje de Mariano Rajoy que más caló fue el del contrato para los inmigrantes. También el discurso del Gobierno tiene nuevos matices con la llegada de Celestino Corbacho al Ministerio de Trabajo e Inmigración.

En las encuestas del CIS (organismo administrativo que sondea todos los meses a los ciudadanos, para conocer constantemente qué cosas nos preocupan más a todos nosotros), la inmigración ha estado entre las principales inquietudes, aunque en un sentido general porque cuando se preguntaba si personalmente le representaba una preocupación para gran parte dejaba de serlo. Ahora mismo, a principios de 2008, no es la primera razón de intranquilidad porque el paro, la dudosa situación económica y el terrorismo han emergido como amenazas importantes. En la población actúa el Principio de Arquímedes: una preocupación introducida en una encuesta desplaza a la anterior y ocupa su espacio en la misma proporción. Y esa introducción la hacen, por ejemplo, los medios de comunicación, que no sólo transmiten información, sino que generan o al menos amplifican las percepciones de los ciudadanos, como se señala en un estudio de Namkee Ahn y Pablo Vázquez publicado por Fedea. Todos los periodistas conocemos el dicho de que lo que no se cuenta no existe. Pero también funciona a la inversa: lo que se cuenta una y otra vez acaba existiendo aunque en el origen no fuera así. ¿Cuántos invasores habremos creado en los medios de comunicación? Sin duda, muchos.

Analicemos la realidad del temor que existe entre determinados trabajadores a que los inmigrantes les echen de su puesto de trabajo porque, además, aceptan salarios más bajos y peores condiciones laborales. Hasta este año, la llegada de inmigrantes convivía con una reducción de la tasa de paro y, además, ha permitido una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral al reducir los costes del cuidado de niños. También ha contribuido al crecimiento económico y ha paliado la escasez demográfica. Un último estudio de Funcas (la fundación de las cajas de ahorros) coincide en la importancia de la inmigración como motor de la economía. Murcia, Madrid y Andalucía, que en el período 2000-2007 registraron mayores índices de crecimiento, también fueron de las que más inmigrantes recibieron.

El efecto de la crisis

Para aquellos que, ahora que el desempleo aumenta, exacerban sus críticas contra los inmigrantes, un consuelo: el paro está creciendo mucho más entre los inmigrantes que entre los españoles. Entre julio del año pasado (la crisis crediticia comenzó en agosto) y marzo de este año, según los datos de la EPA (una encuesta que se realiza trimestralmente y que muestra cómo evoluciona el empleo y el paro), el desempleo entre los españoles ha aumentado un 20% mientras que entre los extranjeros ha crecido un 33% en números absolutos.

La tasa de paro de los inmigrantes es del 14,4%, un 65% superior a la de los nacionales (8,73%). Por tanto, resulta que en situaciones de crisis el cuerpo rechaza con más virulencia al extraño.

De hecho, con eso cuenta el Gobierno para que la tasa de paro no se suba demasiado a la parra. En los análisis internos del Ejecutivo, se prevé que un número importante de inmigrantes vuelva a su país ante el deterioro del mercado laboral en España. Eso reduciría algo la presión, también a efectos sociales. La medida de capitalizar el paro (cobrarlo todo de una sola vez en lugar de mes a mes) para los inmigrantes que vuelvan a su país supone un estímulo más para ello.
Y para los que quieran venir, el ministro de Trabajo e Inmigración advierte que deben llegar con un contrato de trabajo y que se doblarán los esfuerzos para impedir la inmigración ilegal. Así que aceptamos invasores, siempre que nos pidan permiso desde la nave extraterrestre para aterrizar. Lo que, a efectos de impedir accidentes de aviación, nunca está de más.

Pero ni esto es una película, ni los inmigrantes son invasores. No les disparen ni les apunten con el dedo, nadie les va robar el alma mientras duermen.

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