Multiplícate por cero

Ombligos sin fronteras

Desde que naces, el ombligo es tu centro vital. Las personas nunca dejamos de ser umbilicales. Todo empieza y acaba en el ombligo: el amor, el dolor, la profesión, el país, tu equipo de fútbol... También el trabajo. Hay que procurar siempre proteger el empleo de quienes comparten tu mismo ombligo, de quienes proceden de la misma madre, es como protegerse a uno mismo. Ha llegado el momento de pasar a la acción, ahora que nuestros ombligos peligran. ¿Cómo? Hay que comprar español, todo made in Spain. No hay excusa: será barato, sólo 150 euros por ombligo. Es lo que calcula el ministro de Industria, Miguel Sebastián, que nos costaría a cada uno mantener 120.000 empleos españoles este año. Para lograrlo, nos recomienda comprar sólo español por 150 euros –que es la cifra que resulta de dividir lo que va a caer el consumo (7.000 millones de euros) entre los habitantes del país (45 millones de empadronados)–.

Así que la respuesta a la destrucción de empleo quizá esté en el código de barras. Hay que armarse con un escáner portátil de uso individual, recorrer las tiendas y comprobar, uno por uno, que todos los productos sean made in Spain antes de pasar por caja. Si no lo son, no se compran.

Vamos a llevarlo a la práctica. Por ejemplo, si entro en una tienda Zara –quizá la empresa española de mayor éxito internacional, junto con Telefónica y Santander– he de asegurarme de que la camisa se ha fabricado en Arteixo, A Coruña. Si mi escáner descubre que es made in Camboya, no la compro, sólo crearía empleo en Camboya y ya hemos quedado que los ombligos a proteger son los nuestros.

Así que salgo de Zara y me voy al supermercado. Cojo unas galletas y en el dibujo de la etiqueta veo una fábrica, parece que palentina, muy castellana... ¡pero la empresa es extranjera! ¿Qué hago? Ante la duda, no compro. Al salir, paso por delante de una tienda de comercio justo, el que nos trae a España productos agrícolas pagados de manera justa a sus propios cultivadores en países pobres. Como son productos extranjeros ¿tampoco debería comprarlos?

Los 150 euros me queman en el bolsillo; a ver si consigo gastarlos de una vez en productos españoles y quedo liberada para el resto del año de la carga moral que supone ir provocando el despido de compatriotas cada vez que compro mirando exclusivamente precio y calidad en lugar del ombligo.

El consejo al revés

Una de las cosas más genuinamente nuestras es el turismo. Si haces turismo dentro de España, creas mucho empleo en España. Hasta ahí, va bien encaminado el ministro. Ahora bien, supongamos que lo que recomienda Miguel Sebastián lo hace Angela Merkel en Alemania, les dice a sus compatriotas que sustituyan productos españoles por alemanes y consuman sólo los que se fabriquen allí mismo. Una primera consecuencia, por ejemplo, sería despidos masivos en las fábricas de coches de Barcelona o Zaragoza. España exporta el 85% de los automóviles que produce, así que si los extranjeros no los compraran, ¿cuántos ombligos españoles se verían afectados con la pérdida de su puesto de trabajo?

El ministro ha propuesto también que, en vez de ir de vacaciones a los Alpes, nos vayamos a Sierra Nevada o a los Pirineos. Si Merkel, Gordon Brown o Sarkozy, dijeran lo mismo para que alemanes, británicos o franceses se quedaran en casa en vez de pasar sus vacaciones en la Costa del Sol, ¿qué pasaría con nuestra primera industria, mayor aún que la depauperada construcción?

Igual podríamos llamar al G-20 y decirles que no hay prisa en llevar a buen puerto la llamada Ronda de Doha, esa que –según acordaron los líderes mundiales en la cumbre de Washington hace dos meses– debe impulsar el comercio mundial, rebajando aranceles por todas partes, como una de las vías para salir de la crisis económica mundial.
Visto así, lo que nos hace falta es una Ronda de Ombligos Sin Fronteras.

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