Multiplícate por cero

Bill Gates tiene replicante

En 2019, la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus, un ser virtualmente idéntico al hombre, conocido como replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad, y al menos iguales en inteligencia, a los ingenieros de genética que los crearon. Carecían de emociones y de empatía. En el espacio exterior, los replicantes fueron usados como trabajadores esclavos, en la arriesgada exploración y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus 6, los replicantes fueron declarados proscritos en la Tierra y condenados a muerte. Brigadas de policía especiales, los blade runners, tenían ordenes de tirar a matar. A esto no se le llamó ejecución, se le llamó retiro. Deckard, ex blade runner fracasado, recibe la orden de encontrar y retirar a un grupo criminal de replicantes que se oculta en una claustrofóbica y decadente Los Ángeles, una ciudad ausente de luz natural, hipermultiétnica, apabullada por elementos publicitarios, altamente contaminada, repleta de freakies que anuncian el Apocalipsis. Así que sale en busca de los replicantes...

Ovejas eléctricas

En 1968, Philip K. Dick publicó su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En 1982, Ridley Scott la llevó al cine con el nombre de Blade Runner. Dick anticipó con casi cuarenta años de antelación bastantes de las realidades de hoy en día: el debate ético en torno a la ingeniería genética, los efectos perversos de la tecnología en la socialización de las personas, la indiferencia de las masas ante la injusticia contra el prójimo, la contaminación y suciedad absolutas de macrociudades apocalípticas, la profundización de la brecha entre ricos y pobres... En tecnología, anticipó el análisis del iris, el despegue vertical de aparatos voladores, el zepelín con pantalla publicitaria, la proyección tridimensional de las fotos... Pero hay un avance tecnológico realmente revolucionario, muy común en la actualidad, que no se les ocurrió ni a Dick ni a Scott. ¿Cuál? Doy tiempo para pensarlo...

La humanidad le debe mucho a Bill Gates. Y no (sólo) por sus donaciones billonarias a fines humanitarios, sino porque al inventar Microsoft y los sistemas Windows permitió que, desde mediados los años 80, miles de millones de seres normales, cualquier ciudadano medio de cualquier lugar del mundo, accedieran al uso cotidiano de ordenadores y programas informáticos, fácilmente manejables y a precios asequibles. ¿Alguien puede imaginar hoy una vida sin PC? Peor que quedarse sin agua caliente. Antes de Microsoft, los ordenadores tenían el tamaño de autobuses, eran sólo para grandes corporaciones y cada uno podía costar lo que hoy una flotilla de BMW. Gates creó el escritorio personal: Windows. Con sus programas escribes, haces cálculos, dibujas cosas, ves fotos, oyes música...

Pero llegó Internet. Igual que con los ordenadores, un sistema de comunicaciones mundial, instantáneo, que antes estaba reservado al mundo militar y universitario norteamericano, acabó a disposición del ciudadano normal. Nacieron la navegación y el e-mail. Gates anticipó muchas cosas, pero, como en Blade Runner, no todas: olvidó que al conectar a todos con todos, al conseguir que cualquiera acceda a la mayor biblioteca que ha existido jamás (Internet), el conocimiento de las personas normales se hipermultiplica. Y participas, quieres libertad para actuar, para manejar tu escritorio y tu navegación como te parezca mejor. Quien no te deja esa libertad puede ser apartado: muchos otros han inventado alternativas libres. Eso es lo que olvidó Bill Gates: que la propia existencia de Internet traspasaba el poder desde él mismo hacia los millones de usuarios, que ya no podía prohibir que nadie más que Microsoft utilizara el código fuente de Windows.

Microsoft te pone el piso

Imaginemos que Microsoft es un promotor inmobiliario que construye un piso, pone las luces, acaba los baños y lo entrega totalmente amueblado. Llegas tú, lo compras y pides los planos de la instalación eléctrica. Quieres instalar unos pocos enchufes más, un aplique para iluminar mejor y poner aire acondicionado. Y el tipo que te ha vendido el piso te dice que ni enchufes nuevos, ni apliques, ni aire... Aunque el piso ya sea tuyo. Y, además, el vendedor te dice que te acuerdes de que los muebles con los que has comprado el piso los vas a tener que cambiar por otros nuevos en dos años, porque va a venir con su brigada a cambiarte la disposición entera de la casa, por una mucho más chula que ha ideado él y sólo él (llamada Windows Vista), por la que también te cobrará.

Eso le ha costado a Microsoft miles de millones de dólares en multas de las autoridades de la competencia en Estados Unidos y Europa. La última, de 900 millones de euros, hace una semana. Y le está costando perder el liderazgo de la informática y de Internet a manos de gentes como Google, las llamadas redes sociales como MySpace, YouTube o los sistemas Linux. Y por eso ahora ha empezado a cambiar y ha anunciado que abre a todos sus códigos fuente, que abarata el Vista...

Pero eso no ha ocurrido porque Bill haya cambiado de idea, sino porque está dejando la dirección en manos de otros, como Steve Ballmer y, sobre todo –al decir de expertos de la industria informática–, como Ray Ozzie, el Replicante, jefe de los programadores informáticos y la antítesis de Gates en forma de pensar: mejor compartir que acaparar, mejor confiar que hipercontrolar. Al fin y al cabo, ahí fuera también hay gente inteligente, aunque sean replicantes.

Y llegamos al final, la respuesta a la pregunta: en una escena de Blade Runner, Rachel, la replicante de quien Deckard se enamora, le llama por teléfono. ¿Cómo? Desde una cabina en la calle: en el Los Ángeles del 2019, nadie tiene móvil.

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