Multiplícate por cero

El grito está en la calle

Viernes en Madrid, día de Consejo de Ministros. El Gobierno está en su reunión habitual para la toma de decisiones, en el Palacio de la Moncloa. No muy lejos, pero ya dentro de la ciudad, en el centro y a muy pocos metros de la Estación de Atocha, frente al Ministerio de Agricultura (y ahora también de varias cosas más), una multitud muy cabreada enarbola fotos de Zapatero. En muchos de ellos se lee "WANTED, DEAD OR ALIVE". Es decir: "SE BUSCA, VIVO O MUERTO". Como en los carteles del Far West americano. Cajas de pescado se arrojan al suelo, el tradicional infierno de tráfico se convierte en caótico por momentos...

De repente, suena un grito durante muchos años olvidado, clásico en la España de la Transición, también durante los convulsos años de las reformas industriales y laborales de los gobiernos de Felipe González: "Zapatero, cabrón, trabaja de peón"... Todos se ponen a corearlo y algunos incluso saltan y gritan aún más fuerte...

Inaudito para los oídos de Zapatero, después de cuatro años en el Gobierno. Los que gritaban eran pescadores, gente humilde, gente con un trabajo de los más duros que aún quedan en España. O sea, nada que ver con las manifestaciones alentadas por el PP contra Zapatero de la anterior legislatura. ¿Estamos ante un cambio? Para Felipe González, ese grito fue en su momento el inicio del fin de su idilio con los llamados "trabajadores", que en el siglo pasado eran conocidos como "proletarios". Felipe sufrió cuatro huelgas generales a manos de los "trabajadores", tres de día completo y una de media jornada. Cuatro veces más que su sucesor, Aznar, que sólo sufrió una huelga general en 2002. Claro que, en su caso, su predecesor le había hecho el trabajo: sendas reformas industrial y laboral, que eran imprescindibles para ser alguien homologable en Europa.

Todavía no se ha valorado lo suficiente ese grito. No creo que se vislumbre en el horizonte una huelga general contra Zapatero, pero sí se atisban muchos problemas, mucho enconamiento en bastantes sectores especialmente afectados por el encarecimiento de la vida. La subida fortísima del precio del gasóleo, provocada por la continuada alza del petróleo, está provocando una angustiosa zozobra a miles de camioneros y de pescadores, entre otros. Con márgenes cada vez más reducidos o inexistentes, se han puesto en pie de guerra, aquí y en otros cinco países europeos. Por ahora. Probablemente no serán los últimos.

¿Debería el Gobierno atender la petición de bajadas de impuestos, de tasas y de cotizaciones sociales, evitar el grito a cualquier precio? Hasta ahora, Zapatero se ha apresurado a atender, en la anterior legislatura, otras demandas sociales: ley de dependencia, contra la violencia de género, derechos de los homosexuales... Solbes sí lo tiene bastante claro: la solución no es bajar los impuestos, sería una medida "equivocada". Aunque para el presidente francés, Nicolás Sarkozy, es la vía para evitar una mayor pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos.

¿Ayudas o no ayudas?

Pero la voz de la calle no va a callar. Y eso es difícil de digerir para un gobierno que no está acostumbrado que sean los suyos quienes vociferen. Por eso, Solbes no pudo dejar cerrada por completo la puerta a "ayudar en lo que se pueda" a los que más sufren la crisis. Aunque el sector inmobiliario sigue quedando fuera de este planteamiento, porque este mercado debe hacer su propio ajuste. La situación de Solbes es hamletiana: ¿ayudar o no ayudar?, ésa es la cuestión.
Las manifestaciones de los últimos días han hecho ver las orejas al lobo al Gobierno. Al día siguiente del grito, lo que hizo Zapatero fue pedir el apoyo de los interlocutores sociales y defender el "diálogo social", ese concepto tan usado, que ha sido históricamente una herramienta clave para el progreso económico de España, todo el mundo muy razonable con todo el mundo.

Así que pedir apoyo a los "interlocutores sociales" está bien, ¿pero bastará con eso? ¿Los del grito formarán parte de ese diálogo social? Los sindicatos, hasta la fecha, no se han caracterizado por una posición combativa frente al Gobierno, sólo han levantado muy moderadamente la voz para decir que no aceptarán que sean los trabajadores –es decir, la moderación salarial– los que soporten la crisis económica. No son los que están gritando, desde luego.

Zapatero emprenderá en los próximos días el camino del diálogo social. Es posible que, llegado el punto al que hemos llegado en la crisis, el diálogo social escuche esos gritos y analice cuestiones menos elevadas que los términos macroeconómicos y se meta también en los microeconómicos: si un kilo de pescado fresco, recién faenado, se paga, por ejemplo, a 1 euro, ¿cómo es que ese mismo kilo puede acabar costando 10 y los pescadores no vean un céntimo más? ¿No se debería actuar ahí, en beneficio del pescador, ya que no se puede combatir la subida del gasóleo? Eso sí sería ponerse el mono de peón. De pescador, en este caso.

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