O es pecado... o engorda

Al turrón

El año pasado, entre Nochebuena y Nochevieja ya no encontré turrones ni dulces de Navidad en los hipermercados. Estos llevan a rajatabla lo del producto de "campaña". Puedes empezar a comprar las delicias navideñas en octubre pero, como se te hayan acabado las figuritas de mazapán el 26 de diciembre, tendrás que esperar al año que viene.turrón

El turrón siempre ha sido producto de temporada, por lo visto desde el siglo XVI, en que ya aparece en algunos documentos como postre navideño. Aunque francamente, no he conseguido saber por qué eligieron precisamente estas fechas. Es cierto que, en origen, la mayor parte de los productos eran "de temporada". Salvo las salazones, los encurtidos o los ahumados, el resto se tomaba "cuando tocaba". La comida era difícil de conservar. Pero no parece que sea el caso del turrón. A veces, la almendra desprende aceite cuando se deja a temperatura ambiente, pero no lo estropea en ningún caso. Aunque es verdad que comer a lo largo del año lo que quedó de la Navidad suele dar mucha pereza.

Puede ser una comida de invierno por hipercalórica: 500 kilocalorías por 100 gramos, fruto de una composición básica de almendras, miel y azúcar. La mezcla es antiquísima. Dicen que esa "pasta" dulce, ya la tomaban los atletas griegos en los Juegos Olímpicos. Está claro que incluso ahora cumpliría de manera muy sabrosa la misma función que una barrita energética al uso: elaboración natural, fácil de conservar, fácil de transportar y nutritivo. Y esa sobredosis de almendra nos aporta calcio, magnesio, potasio, zinc, vitamina E y ácido fólico.

Pero también, conociendo nuestra tradición árabe y lo golosona que es esa cultura, seguro que el turrón procede de sus múltiples elaboraciones de almendra y miel, como el mazapán. A las "Mil y una noches" me remito, que no todo eran historias bien contadas para entretener al señor de la casa.
Otra cosa curiosa del turrón es la localización. Sí, se hacen en muchos sitios. Hay muchas variedades. Pero el pueblo de Jijona es como un parque temático. De hecho hay un Museo del Turrón que muestra lo que fue durante siglos un verdadero monocultivo.  Pero a mucha gente le sorprenderá que haya otro pueblo, esta vez en Badajoz, donde también han una enorme tradición turronera, con museo incluido. Es Castuera.

De los dos lugares, por cierto, partían tradicionalmente los turroneros para vender el producto, puerta a puerta y feria a feria. Aún podemos  encontrar: el puesto del turronero en las barracas, entre la tómbola del "perrito piloto" y el tiro al blanco de las escopetas trucadas. Aunque la feria sea en agosto, haga un calorón de espanto y estemos más preocupados del ventilador que del Belén. Supongo que tenía más sentido cuando las grandes empresas de distribución no ponían en nuestra mesa cualquier cosa, de cualquier procedencia y de cualquier temporada.

Fuera de la Navidad –y cada día más en la prenavidad- hay que reconocer que esa venta es bastante minoritaria. Así, aquellos desaparecidos turroneros del mandil negro y el bonete ni podían imaginar la exportación -porque fuera de España se considera un dulce muy dulce y nada más- para "destemporalizar" este producto temporal por excelencia. Los mayores importadores son los árabes, a los que la Navidad ni les va ni les viene. Pero en total, no sale fuera más que un 10 por ciento de la producción.

Así que siguen buscándose la vida. Han intentado barritas más pequeñas, más parecidas a las energéticas de las que hablábamos al principio, pero no acaba de colar ese "turrón para singles". Han hecho hasta turrón para untar. De todos estos nuevos usos, el que tiene éxito asegurado es el helado. Pero poco más.

Mientras tanto, la competencia hace que se revalorice el turrón artesano y se ofrezcan variedades impensables en el Jijona de hace un siglo. Ya se hace turrón en muchos más lugares, casi siempre coincidiendo con la "ruta de la almendra" en España. Os recomiendo los tentadores los puestos de las Ramblas en Barcelona. Aunque cualquier fruto seco, según las zonas, puede utilizarse para hacer un postre parecido: el pistacho, el cacahuete, la avellana...

Y en fin, reflejo de la situación, "como la vida misma", el turrón refleja los dos mundos cada vez más distantes. Aparecen los excelentes productos de autor y se convierte en cara y exquisita delicatessen, envuelto como una joya –y pagado como tal-. Hacen turrones Ferrán Adriá, los hermanos Roca y Oriol Balague, entre otros. Y mientras tanto, cada vez más mortales no pueden pagar ya ni el tradicional, ni el de los anuncios de toda la vida, ni el del lagrimón del "vuelve a casa, vuelve". Menos mal que para eso están las marcas blancas...

El turrón se adapta a los tiempos, sí. Y, por cierto, es en sí mismo una medida de tiempo: "llegar o no llegar al turrón". Esa es la cuestión.

 

CREMA DE TURRÓN

Hay muchas recetas para aprovechar el turrón sobrante. Pero casi todas utilizan el turrón blando. Esta es sencilla pero, eso sí, engorda como la que más.

Ingredientes
3 huevos
2 cucharadas de azúcar glas
200 gramos de nata para montar
1 tableta de turrón blanco

Elaboración
Montamos las claras a punto de nieve y reservamos
Mezclamos bien las yemas con la nata, el azúcar y el turrón
Incorporamos las claras poco a poco, mezclando sin batir para que no se bajen y quede todo muy esponjoso
Se sirve en copas o en bol, con unas almendras picaditas

 

 

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