O es pecado... o engorda

Insaciables

Nuestro cuerpo está lleno de trucos de ilusionista, sobre todo en lo que hace relación al apetito. Así que ¿cómo distinguir la "necesidad de comida" del "deseo de comida"? ¿Cómo adelgazar o comer sano o comer variado sin que nuestro propio cuerpo se convierta en un quintacolumnista? Yo, que tengo fijación por las cosas saladas —como otros la tienen por lo dulce—, sabiendo que el exceso de sal no es en absoluto recomendable, me digo que "mi cuerpo sabe lo que necesita". Pero, como he desarrollado mucho sentido crítico conmigo misma, también me planteo que, seguramente, lo que me dice el cuerpo es simplemente lo que le apetece, lo que le gusta y lo que le provoca placer. Y muchas veces no es lo que más le conviene.

Con las cantidades pasa lo mismo. Dicen que los perros no se sacian nunca, que los gatos cuando tienen comida segura ya no cazan ratones —y de eso doy fe—. Se supone que los animales se deberían dejar llevar por el instinto y que el mejor ejemplo de ello son los mecanismos de la hibernación: el acaparamiento de nutrientes en las buenas épocas para poder pasar un invierno de escasez. Pero, en cuanto los domesticamos los humanizamos, también en los peores aspectos. Por eso hay gatos y perros obesos. Un espectáculo un poco obsceno, la verdad, teniendo en cuenta los graves problemas de desnutrición que existen a la vuelta de la esquina.

Pues ese animalito que somos todos nosotros cuando somos bebés tendría que aprender en su desarrollo lo suficiente sobre la saciedad y la necesidad de alimento. Los defensores de la lactancia materna creen que, además de los obvios beneficios en la creación de defensas, proporciona también un mensaje sobre la autorregulación respecto de la comida. Parece que para la mitad de la población ese mensaje no se ha captado lo suficiente.

Ahora que la obesidad es una epidemia, conocer y analizar los mecanismos de la saciedad parece fundamental. Y a ello se han puesto los dietistas. Es muy interesante el trabajo divulgador de Jill Fullerton-Smith, sobre La verdad sobre la comida en los seis reportajes que elaboró para la BBC o en versión libro. Resume bien los mecanismos que controlan el apetito y el desconocimiento que aún se tiene de ellos. Se sabe que la información sobre el hambre llega al hipotálamo y se sabe que una hormona que se produce en el estómago —la grelina— es fundamental para que el cerebro entienda que, si hay poca grelina, es que no necesitamos comer y a la inversa. Otra hormona, la leptina da una información más a largo plazo porque procede de las células grasas, no directamente del aparato digestivo. Pero se sabe poco más.

En cualquier caso, debe ser un proceso bastante lento porque la sensación de saciedad no llega al cerebro hasta los 20 minutos de empezar a comer. Y eso hay que tenerlo en cuenta para evitar empapuzarnos. Por ejemplo, una comida rápida que dure menos de ese plazo no nos parecerá suficiente. Y un aperitivo sano como una manzana nos quitará el hambre a la hora de sentarnos a la mesa y nos ayudará a ser más comedidos.fruta

Y claro, hay alimentos que mandan más señales de saciedad que otros. Por ejemplo, las proteínas frente a los hidratos. Y, sobre todo, lo que contienen en cantidad frutas, verduras y alimentos integrales: la fibra. La fibra llena el estómago, produce masa, lo tensa. Con el mismo número de calorías, un plato de verduras llena mucho más que una cucharadita de aceite. Además, la fibra es una esponja en contacto con el agua y contribuye a crear saciedad. Y, finalmente, la fibra necesita abundante masticación, lo que garantiza que comamos lento, pausado y, en consecuencia, que tengamos una mejor digestión y suficiente tiempo para sentirnos saciados.

En herboristerías, farmacias y parafarmacias encontrareis muchísimos preparados con fibra. Pero hay otro lugar donde hay mucha más riqueza y variedad: en el mercado. La fibra natural —las verduras frescas, las frutas— no sólo es saciante, además es un placer gastronómico. Y mucho más en verano.

Mientras tanto, seguimos intentando conocer los mecanismos de nuestro apetito para poder tomar las riendas de nuestro deseo de comer. El medicamento que pueda controlar ese deseo será una verdadera mina para las compañías farmacéuticas. O sea que estarán investigando como locos. Seguro.

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