O es pecado... o engorda

A comer, a la calle

En 2013 supimos que un chef, titular en su día de una estrella michelín, Koldo Royo, había abandonado los fogones de su restaurante del Paseo Marítimo de Palma de Mallorca para trasladar su excelente cocina a un camión al que rotuló como "El perrito cervecero" donde se servían platos para comer en plena calle, perritos sobre todo, pero tan bien elaborados que no desmerecerían en la mesa de un local de fama. Koldo Royo, que ha aumentado ya su "escudería gastronómica", se convirtió en abanderado del movimiento food truck, algo así como "comida en furgoneta", el principal sostén físico de la comida callejera, la streetfood.

Hay países en los que comer en la calle es su principal forma de comer. En grandes zonas de Asia, África y Latinoamérica, no existen comidas institucionalizadas como en Europa, sino que se hacen múltiples comidas cuando se puede o se quiere comer, por necesidad o por placer. Y en el mundo hay lugares que tradicionalmente tienen una gran oferta callejera: la plaza de Djema el Fna de Marrakech, los puestos de Hanoi o los chiringuitos "tachigui" –comer de pié- de los japoneses. En nuestra cultura, lo de comer fuera de casa, lo de picotear, nos gusta muchísimo. No habría en principio ninguna razón cultural para rechazar la comida callejera.camioneta de comida

Pero fuera de bares y terrazas, nuestra tradición casi se limita a los puestos de castañas –que han ampliado su oferta a mazorcas de maiz gracias a la llegada de otras costumbres gastronómicas- y las churrerías. Y sí, también algunos puestos clandestinos de comida china en las hambrientas madrugadas de copas. Por lo demás, hay que esperar a ferias y eventos para poder comer otro tipo de comida ambulante. La legislación actualmente es muy restrictiva. En manos de los Ayuntamientos, está llena de trabas a la hora de dar un aire de normalidad a estos pequeños restaurantes de furgoneta.

A pesar de que tienen muchas ventajas. Por ejemplo, la especialización. Se trata de cocinas pequeñas en las que no se puede ofrecer mucha variedad, así que todos los esfuerzos se dedican a perfeccionar el tipo de comida que se ofrece: los mejores perritos calientes, o ensaladas, o hamburguesas, o patatas. O incluso cocina de wok. Otra ventaja: la posibilidad de disfrutar de una comida en lugares donde sería impensable poner un restaurante o un chiringuito. O la cercanía a las zonas turísticas, lo que permite aprovechar el tiempo cuando tenemos muchas cosas que ver.

Algunos restaurantes desconfían de lo que pueden considerar una competencia desleal, pero hay que reconocen que una variada oferta gastronómica en una zona acaba dinamizándola y beneficiando a todos. Y las dos propuestas no tienen por qué ser excluyentes.

Ahora mismo, y a pesar de las restricciones administrativas, el movimiento street food está en plena expansión, bien a través de convocatorias masivas para dar a conocer las excelencias de estas cocinas nómadas –como este mismo fin de semana en el Madreat - o través de los emprendedores que se embarcan en un vehículo de aire vintage para compatibilizar delantal y volante. Se calcula que hay cerca de 100 vehículos funcionando en nuestro país, algunos de ellos rescatados de desguaces, y varias web que asesoran y facilitan los trámites tanto para compras como para alquileres.

Esta comida callejera parecería estar en franca contradicción con otra tendencia gastronómica, la slowfood, o "comida lenta", que defiende las comidas naturales, caseras y pausadas. Pero no es así: la comida rápida no tiene por qué implicar forzosamente comida basura, o no debería. Quienes defienden la comida callejera destacan que se consigue cercanía entre el productor y el consumidor, que se consumen productos frescos y de temporada y se comprometen a elaborar una gastronomía sabrosa, sana, ecológica. Nada menos. No puede negarse que ahora mismo la comida callejera es aún una aventura, pero tan atractiva que ha empezado a implicar a emprendedores, a foodies e incluso a grandes chefs. Comprobadlo.

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