No le digas a mis padres que estoy en...

¿Talibanes en Mali?

¡No queremos ser el nuevo Afganistán! Me dice un alto funcionario de Mali otrora ministro de Defensa y jefe de los Servicios Secretos, Soumeylou Boubeye Maïga, en su climatizado despacho de Bamako. Fuera hay 40 grados y una legión de mosquitos dispuestos a propagar la malaria en masa sin llamar a esa sólida puerta acolchada de aspecto moscovita. Lleva puesta la segunda corbata que he visto en toda la ciudad (la primera ha sido la de un alto funcionario de la embajada española impecablemente vestido y peinado). Contrastan sus maneras, su atuendo y su amabilidad con el bullicio y el desorden de la capital maliense, una turba de motos con parejas, o solos ellos, solas ellas (bellas) y todos sin casco. Buganvillas, verdes árboles, sol de justicia y bruma.

El funcionario de la segunda corbata, despacho climatizado, me imprime un mapa de su ordenador en el que me muestra la amplia franja del desierto del Sahel, una tierra ingobernable que se extiende desde el Mar Rojo hasta el Océano Atlántico, un territorio gigante e inhóspito, peligroso y maldito. Un lugar en el que campan a sus anchas traficantes de drogas y de armas, a los que se han sumado en estas dos últimas décadas los terroristas argelinos del GSPC reconvertidos a la rentable franquicia Al Qaeda, que ha hecho de ese paraíso del "gansterrorismo » su nueva guarida, un punto más en la lista negra de territorios malditos norteamericanos.«La situación se va a degradar, porque Al Qaeda quiere convertir esa zona en una base de operaciones con aliados locales, como en Afganistán", escucho decir en el despacho congelado. Me explica que EEUU ya lo tiene todo bajo control, que tiene mucho interés en observar a los de Bin Laden para proteger su propio territorio, pero que de paso se empieza a interesar por las reservas de gas y petróleo en el Golfo de Guinea y en el Magreb, del que podría depender entre un 15 y un 25% de aquí a cinco años.

Y no les importa. La presencia estadounidense no molesta en Mali, sino todo lo contrario: en los altares de la calle Obama le gana la batalla del culto al mismísimo Allah, se ponga como se ponga el mulá Omar. En el mercado del barrio de Medine hay llaveros, mochilas, pegatinas, camisetas con el rostro de Obama, el omnipresente. Una mujer pide limosna con sus dos hijos con una camiseta con el rostro del primer presidente negro de la historia entre rayas blancas y rojas, como si fueran precoces fans del equipo Obama Fútbol Club. Su madre le hasta le levanta las manitas frenéticamente, vive les Etats Unis!«Yo creo que cada cual tiene su explicación. Para mí, es un hombre muy carismático", me dice el taxista Mamadou sonriendo. Cuando le pregunto si cree que Obama puede mejorar la situación de Africa me responde que "será complicado cambiar algo aquí, pero desde el punto de vista psicológico, Obama ayuda a los africanos a creer en nosotros mismos", y se gira hacia delante, satisfecho. Ya lo dijo él en su visita a Ghana: « Podéis sacar a África del ciclo de desgobierno y conflictos en el que vive y crear un futuro mejor. "¡Yes you can!". En el Sahel, maybe, its too late, monsieur le président.

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