Revista Números Rojos

Emprendedores: Mitos y falsedades 
de un ‘boom’ que no existe

Según el Gobierno, serán los nuevos emprendedores quienes saquen a España de la crisis. La realidad es otra. Los 'salvadores' de la economía son personas en paro que, desesperadas ante la imposibilidad de encontrar trabajo, deciden darse de alta como autónomos para ofrecer sus servicios al mayor número de clientes posible y a un precio cada vez más bajo. Habitualmente, acaban trabajando 12 horas diarias, renunciando a derechos laborales básicos y ganando una miseria. 

Texto: Juan Luis Gallego.

Javier tiene 30 años y es periodista. Difícil profesión en los tiempos que corren. Durante años, trabajó en una editorial en auge, con un puesto fijo y bien considerado, hasta que un ajuste de plantilla se lo llevó por delante. Desde hace un año es autónomo. Convencido de que las colaboraciones como freelance iban a ser su único sustento por mucho tiempo, decidió regularizar su situación, darse de alta en la Seguridad Social y escribir sobre todo aquello que le pidan.

Además, alimenta diariamente una web. No se puede quejar: suele superar los 1.500 euros mensuales, pero su jornada de trabajo pocas veces baja de las 12 horas diarias y los fines de semana libres son cosa del pasado. Según las frías estadísticas oficiales, Javier es un emprendedor.

Como lo es también María, informática, de 44 años, casada y con dos hijos. La empresa en la que trabajó durante siete años la incluyó en un ERE, pero, como no podía prescindir de sus servicios, le pidió luego asistencia como colaboradora externa. Querían que lo que antes hacía por una nómina de unos 2.000 euros mensuales lo hiciera ahora casi por la cuarta parte. Ha tenido que aceptar el dinero, pero, eso sí, a costa de rebajar proporcionalmente la atención que dispensa y, de paso, aprovechar su situación para montar su propia empresa. En ello está. De momento, es la única empleada.

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Ambos forman parte de ese supuesto boom emprendedor ante el que el Gobierno saca pecho y su presidente, Mariano Rajoy, califica como "factor esencial en la creación de empleo en España" y "andamiaje de nuestra estructura económica" (7 de noviembre, en el Foro de Emprendedores). O que permite a la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, presumir de que más de 100.000 jóvenes han encontrado trabajo desde la puesta en marcha, en febrero, de la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven (31 de octubre, en el Congreso de los Diputados).

Ni Javier ni María han creado trabajo, salvo el suyo, ni han elegido su situación. Simplemente han intentado sortear el paro ofreciendo lo que saben hacer por menos dinero del que antes ganaban y trabajando más horas. 

Pero las cifras no distinguen. En España hay algo más de tres millones de autónomos como ellos y eso, bien vendido, puede servir para hablar de ‘cambio de mentalidad’ en una sociedad tradicionalmente reacia al riesgo; ‘confianza’ y ‘capacidad de innovación’ para acabar augurando "la luz al final del túnel". De hecho, la televisión pública difunde en su parrilla, telediarios incluidos, la ‘cara amable’ del emprendimiento, como si fuera la única.

Y las editoriales, siempre atentas a la moda, lanzan libros con consejos y guías prácticas para convertirse en uno de esos valientes. ¿Puedo montar mi propia empresa? Ellos lo consiguieron, El libro de los emprendedores o El arte de empezar son solo algunos escogidos al azar entre los más recientes. ¡Es la era del emprendedor, el triunfo del esfuerzo personal. Serás lo que quieras ser! ¿De verdad?

Autónomo pero no tanto

"Hay tantas definiciones de emprendedor como personas que lo estudian", afirma Juan Antonio Moriano, profesor de Psicología Social de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. "Para mí es una persona que busca oportunidades; desarrolla un negocio ante las que encuentra; tiene que conseguir recursos, normalmente financieros, pero también humanos y materiales, y toma la decisión de forma libre e independiente de crear una nueva empresa que, además, supone un valor añadido y conlleva innovaciones. En ese proceso –añade-, utiliza su creatividad y asume riesgos, no solo económicos, también por ejemplo en términos de prestigio, pero encuentra recompensas, igualmente no solo monetarias, sino también en cuanto a la realización personal y al desarrollo de sus capacidades".

"La diferencia está en que esto sea una opción personal o una imposición de las grandes empresas", apunta Ana María Castillo, catedrática de Organización de Empresas en la Universidad de Málaga . "Y ahora, el supuesto emprendimiento proviene, en muchas ocasiones, de la decisión de las empresas de quitarse, como ellos dicen, grasa, personal de plantilla, y externalizarlo para convertirlo en autónomo dependiente.

Lo cual es un oxímoron, pues son dos términos contradictorios: o eres autónomo o eres dependiente. Si eres autónomo, puedes tomar tus propias decisiones, trabajar para quien te dé la gana y poner tus precios. Si eres dependiente, no. Y si eres autónomo dependiente eres lo que en Derecho Laboral se llama un falso autónomo", añade esta catedrática que habla, incluso, de "un complot universal para recortar derechos, sobre todo, laborales".

Obviamente, no todos los supuestos emprendedores obedecen a ese perfil que denuncia Ana María Castillo, ni tampoco a los de Javier y María que ilustraban el inicio de este reportaje. Busquemos entonces en los números. Por la propia indefinición del concepto, no hay estadísticas rigurosas sobre la cantidad de emprendedores en España, aunque sí de autónomos.

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El gráfico de la izquierda refleja cómo el número de autónomos creció de forma constante hasta el inicio de la crisis. Desde entonces, solo este año puede acabar con un leve repunte. En el segundo cuadro, a la derecha, se ve cómo cuando la crisis se agudizó e incrementó la destrucción de empleo, más creció el porcentaje de los llamados "emprendedores por necesidad".

Esta figura alcanzó en España su cifra más elevada (ver cuadro superior) en 2007, es decir, antes del comienzo de la crisis. A partir de entonces, no ha hecho más que bajar año tras año hasta 2012. Es cierto que la tendencia se ha invertido en lo que va de 2013. En sus nueve primeros meses, la cifra ha crecido en casi 11.000, lo que supone un aumento de apenas un 0,4%, según datos de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), una organización que, precisamente, identifica ‘autónomo’ con ‘emprendedor’ sin establecer matices.

De hecho, en la misma nota de prensa en la que informaba de esta positiva evolución del número de autónomos concluía con optimismo: "Se trata del primer año desde que empezó la crisis en el que (...) se da un crecimiento en el número de nuevos emprendedores".

Soraya Mayo, secretaria general de ATA, explica a Números Rojos esa identificación de conceptos: "Hay autónomos o emprendedores que lo son por vocación y otros que lo son por necesidad, pero al final todos generan su propio puesto de trabajo y arriesgan. Tanto valor tiene uno como otro". Desde ese punto de vista hay más datos que, en teoría, avalan ese optimismo. Por ejemplo que, al cierre de 2012, el porcentaje de autónomos en España era superior al de la media europea: 1 de cada 6 ocupados lo era, es decir, un 17,2, frente al 15,1 de media en los países de su entorno.

Ahora bien, el cruce con otros datos permite hacerse una idea de hasta qué punto es correcta esa identificación de autónomos y emprendedores y qué tipo de emprendedor se está incorporando a las estadísticas. Según los datos de ATA, referidos al periodo diciembre 2012-junio de 2013 (es decir, el de crecimiento), resulta que el número de autónomos con empleados a su servicio bajó un 2,2%, cuando en el conjunto de Europa aumentó un 1,9%. Sin embargo, el número de autónomos sin empleados creció un 1,6%, frente al 0,3% de media en nuestro entorno (ver cuadro bajo estas líneas).

 

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Este gráfico demuestra que, a pesar del leve repunte en el número de autónomos en 2013, el porcentaje de los que no crean empleo crece de forma muy superior a la media europea.


Es decir, no parece descabellado concluir que en España siguen destruyéndose pequeñas y medianas empresas cuando en el resto de Europa comienzan a repuntar y que, a la vez, crece el autoempleo a un ritmo muy superior al de los países de nuestro entorno. En 2012, la comparación es aún peor: España fue el tercer país en el que más autónomos que daban empleo desaparecieron, un 2,1%, por detrás solo de Francia y Grecia; mientras el autoempleo creció un 4,7%, cuando la media en Europa fue del 0,5%.

"Se está tratando de hacer creer a la gente que todo el emprendimiento es igual de válido, pero es mentira", acusa la catedrática de Organización de Empresa Ana María Castillo, que se reconoce "escéptica" ante esta ola emprendedora. Los expertos, explica, diferencian entre el emprendimiento por oportunidad y el emprendimiento por necesidad. El primero es el que mejor congenia con la definición que daba el profesor Moriano: estudias el mercado, descubres una necesidad no satisfecha y te planteas cómo darle respuesta.

El segundo obedece, según Castillo, a otro planteamiento muy diferente: "Te quedas en paro, ofreces lo que sabes hacer, que no tiene por qué ser lo que el mercado necesita y, si consigues situarte, es a un nivel de subsistencia, porque tu única herramienta de competitividad es dar un servicio más barato de lo que deberías y renunciar a una retribución mínimamente razonable".

Cuatro años malditos

Más datos, ahora extraídos del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), el observatorio internacional sobre emprendimiento considerado más fiable. Pues, según su último informe, la tasa de actividad emprendedora en España fue del 5,7% en 2012, lo cual supone un ligero descenso frente al 5,8% del año anterior. Es decir, de los 30,7 millones de españoles de entre 18 y 64 años, aproximadamente 1,7 pusieron en marcha una iniciativa empresarial o, y esto es importante, de autoempleo, pues el propio GEM cae en la tentación de identificar ambos términos.

Pero como resulta, además, que en ese 2012 la proporción de población adulta que cerró una iniciativa empresarial ascendió al 1,55% -la más alta registrada en la última década-, la conclusión es que "España tiene desde 2009 un flujo empresarial negativo, es decir lleva ya cuatro años seguidos con más destrucción empresarial que creación", en palabras del GEM. De hecho, el porcentaje de adultos que declaran tener una empresa o autoempleo de más de 3,5 años de vida es del 8,74%, un 1,32% menos que el año anterior.

Quizás tenga algo que ver este otro dato: hasta 2009 quienes reconocían haber emprendido "por necesidad" suponían en torno al 15% del total; desde 2010, esa tasa no baja del 25%. O este: si en 2011 la media de inversión fue de 30.000 euros, en 2012 se redujo a 18.000 (siendo 5.000 la cifra más frecuente frente a los 18.000 del año anterior). "Hay menos emprendedores, a pesar de que el concepto esté de moda y los políticos hablen de ellos", concluye Moriano.

Ana María Castillo alerta sobre otra consecuencia de esta ola emprendedora que no es tal: trasladar el mensaje de que el parado es el culpable de su situación, porque no tiene el suficiente arrojo como para emprender. "En este país -afirma la catedrática- los que tienen más poder no están asumiendo su responsabilidad, como la banca y los empresarios no lo han hecho durante la crisis. Por el contrario, estamos trasladando la responsabilidad y exigiéndosela a los más débiles".

Y añade: "Esto forma parte de ese complot universal del que hablo, que incluye una criminalización del trabajo por cuenta ajena y el descrédito de los sindicatos, para acabar recortando derechos y, encima, echándole la culpa a la gente. Aguantamos los recortes porque, en gran medida, nos estamos creyendo los culpables".

La justicia social es rentable

Olvidémonos del lucro como motor de la economía; hablemos, en su lugar, de una causa justa. Pensemos en encontrar no oportunidades de negocio, sino necesidades básicas que satisfacer. ¿Es posible construir un proyecto empresarial sobre esas premisas? Es lo que hacen los llamados emprendedores sociales, protagonistas de un sector en auge, construido sobre valores pero que, sin embargo, no renuncia a la productividad, ni a la creación de empleo, ni, por qué no decirlo, al negocio.

Aunque no es una palabra que le guste usar a Ana Gómez Narváez, periodista, economista, y asesora de entidades no lucrativas, "porque no es el dinero lo que mueve al emprendedor social, sino esa causa justa; sin ella, no se le puede llamar así". Microcréditos; empresas de inserción de discapacitados; agricultura ecológica o atención a menores víctimas de bullying son algunas de las actividades de este nuevo emprendimiento que, por cierto, es cada vez mejor tratado por los bancos, tan perspicaces, ellos sí, para atisbar nichos de negocio.

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