Otras miradas

Los hechos de Catalunya: Un punto de vista desde lo “émico”

Rachid  El  Quaroui El Quaroui
Profesor  de  Sociología en la Universidad de  Extremadura

Otra vez los hechos de Barcelona y Cambrils,  cuyos actores fueron unos chavales de origen marroquí,  han forzado de nuevo el surgimiento del debate ya hipertrofiado sobre el Islam inmigratorio o el Islam Europeo, sobre todo en la escena intelectual y mediática en Europa en general y España en particular, país en lo cual esta religión se considera ya la segunda del país. El debate oscila, como es ya tradición en Europa cada vez que acontece este tipo de actos terroristas, entre los interrogantes de índole teológico-antropológico de algunos, como nos recuerda cuando ocurrió en París el veterano periodista y intelectual de élite Jean Daniel,  una de las plumas más respetadas  dentro y fuera de Francia, en su "Edito", preguntando si existe en los textos sagrados conminaciones que llaman a la eliminación del infiel o si sería posible que Mohamed Merah, el argelino que acometió la matanza en 2012 en Montauban y Toulouse,  pudiera seguir siendo ser humano después de haber  tomado  la   decisión de suprimir  a otros de la comunidad humana. Otros, de los que se denominan la nueva intelectualidad musulmana en la diáspora, introducen elementos diferentes en el debate, como Abdennour Bidar, que afirmó que el crimen cometido por aquel individuo no es, al fin y al cabo, más que otro síntoma de "las enfermedades que gangrenan al Islam",  como son la intolerancia, sexismo, dogmatismo y el antisemitismo etc.

A mi modesto  juicio,  hemos de abordar con toda la audacia intelectual y moral el meollo de la cuestión: los actos terroristas perpetrados en Catalunya, más allá de toda manipulación mediática y política del tema, que suele hallar en la consciencia y el imaginario colectivo occidental respecto al Islam, como está presentado en los medios de comunicación,  un caldo de cultivo para rabiar, consciente o inconscientemente, a la opinión pública occidental en general y por lo tanto ennegrecer y caricaturizar un "nosotros" minoritario, ya de por sí débil e indefenso ante la potente máquina de propaganda capaz de fraguar fenómenos nefastos en el subconsciente de las categorías sociales frágiles que carecen de defensa cultural, intelectual,  así como de espíritu crítico, como la islamofobia y la morofobia.  

El problema de los hechos de Catalunya no es totalmente religioso ni totalmente político. Me aventuro a decir que es cuestión de una generación frustrada que no encuentra su sitio, su dignidad y un sentido de la vida en sus países europeos. Culpables y sus actos merecen, por supuesto, nuestra condena, indignación y firme rechazo, pero no hemos de olvidar que son  víctimas de un orden social condenado como muchísimos a la marginación y a la denegación  de su estatus de ciudadanos europeos con derecho a la igualdad, al trabajo, etc.  en lugar de someterlos sistemáticamente a una categorización basada en su color, sus orígenes, su religión y su nombre Mohamed. Padecen la lacra de la discriminación y el racismo, prueba de ello, como argumenta el psiquiatra Joseba Achotegui, especialista en la inmigración que acuñó el famoso concepto "síndrome de Ulises", en su artículo publicado el 31 de agosto en el rotativo Público, es que en España un tercio de los inmigrantes reconoce haber sufrido racismo. Peor aún, añade que en Catalunya el 7% de la población es musulmana  y se quejan del hecho de pertenecer,  o por lo menos sentirse pertenecientes, a una segunda división. Por esta razón, suelen tener la autoestima más baja que la población local o autóctona, factor, a juicio de Achotegui, que les convierte en presa fácil para cualquier manipulación por parte de grupúsculos extremistas que les ofrecen una falsa identidad musulmana superior capaz de imponerse y combatir  la mayoritaria cristiana en su propia casa, "la tierra del infiel". Todo ello se suma a lo que suele padecer la segunda generación de inmigrantes en todo el Occidente: el desgarro cultural, la perplejidad identitaria y el malestar psicológico.

Creemos que cualquier aproximación a este complejo fenómeno terrorista debe de tener en cuenta que una apuesta por la dimensión securitaria (más control de las mezquitas y los imanes)  se quedaría coja si no tomara en serio la política de integración y los indicadores del fracaso escolar que llevan, en consecuencia, a la precariedad de los trabajos y salarios de estos jóvenes. Es un indicador muy llamativo por ejemplo, como argumenta el psiquiatra, que ninguno de los doce terroristas estaba en la Universidad mientras que la mayoría desus iguales autóctonos sí que están matriculados en la enseñanza superior. Ninguno de ellos, los doce, extrañable,  tenía relación con una chica autóctona.

Además de ello, Europa del sur, sobre todo  España, no debe de olvidarse de pensar en la geopolítica de la región. Hay más de 4000 Km en la orilla sur  del mediterráneo. Dentro de ella, 1800 Km bordean la superficie de un país, Libia, sin Estado, incapaz de controlar sus fronteras, dentro de las que existen cantidades indeterminables de armas de todo tipo y calibre. Es importante considerara la llegada a este país de las milicias del ISIS huyendo de Iraq y Siria y la permanencia de las bases de Al Qaeda del Magreb Islámico, muy activa en los países del Sahel, cuyas facciones son capaces sin lugar a dudas de captar jóvenes del perfil anteriormente descrito en el territorio europeo. Los países del sur de Europa no pueden dejar de plantearse la revisión de sus políticas de seguridad y de integración hacia el Islam inmigratorio, así como sus políticas exteriores hacia los países árabe-musulmanes, con especial alusión a Palestina y Afganistán.

Creemos, como hemos señalado en otras ocasiones, que en estos tiempos la humanidad está llamada más que nunca a reflexionar sobre el presente con toda su complejidad y buscar respuestas inmediatas a esta crisis multidimensional que abarca lo político, lo económico y lo civilizacional, respuestas capaces de plantear alternativas y eslóganes viables que nos alejan del ambiente bélico y asfixiante que nos trajo consigo la herencia dañina de la era de Bush y sus lacayos en el mundo árabe musulmán y occidental. A nuestro juicio, en nuestro país, salvo episodios profundamente lamentables como lo que aconteció en Catalunya, la convivencia entre más de ochenta  nacionalidades con sus diversas rasgos culturales e identitarios, goza de buena salud. Sin embargo, es lamentable que en este contexto de paz y sosiego unos sombríos tintes, cautivos de un pasado medieval remoto y una percepciones mitológicas e históricas, en alusión a las tendencias islamófobas y morófobas, intenten aprovechar el delicado momento para manchar una imagen ya de por sí dañada del "moro", bien arraigada en el subconsciente colectivo local durante catorce siglos y que ha llegado a su culmen tras lo que aconteció el 11S, el 11 M y la "paterización" del fenómeno migratorio. Estamos ante un contexto mediáticamente tóxico en su etnocentrismo que niega ciegamente al otro en su alteridad real, prueba de ello, el surgimiento de nuevas "tesis  antropológicas" en el mundo mediático francófono, que consideran que los marroquíes somos malvados por naturaleza y por lo tanto llevamos la semilla de la lacra del terrorismo de manera  congénita en nuestra génesis biológica, tesis que requiere un análisis y una reflexión crítica contundentes  desde la antropología  cultural y la psicología social.

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