Otras miradas

Pongamos que hablo de Madrid

Maby Cabrera

Consejera ciudadana, asesora en Ahora Madrid y responsable de municipalismo en Podemos Madrid

Maby Cabrera
Consejera ciudadana, asesora en Ahora Madrid y responsable de municipalismo en Podemos Madrid

Nuestros barrios madrileños son pasión: son la historia de quienes no se conformaron con un Madrid desigual, de miles de mujeres que cambiaron la historia, de trabajadoras y trabajadores cuya dedicación y cuyos esfuerzos extendieron la conciencia social a través de las calles, de quienes alzaron la voz ante la injusticia y lucharon por la libertad.

Barrios obreros como Vallecas, donde las mujeres vecinas luchaban por mejorar la vida de sus familias y donde conformaron un importante tejido asociativo mientras se despertaban al alba para ser mujeres trabajadoras, madres, amas de casa y activistas a favor de un cambio que no sería posible sin ellas. Barrios obreros como Carabanchel, que se convirtió en un estandarte de los trabajadores y las trabajadoras y que reclamaba con orgullo su nombre y su defensa de los derechos laborales ante la adversidad. O barrios obreros como Villaverde, ignorado por los gobiernos que década tras década despreciaron a los que pensaban diferente, donde vecinas y vecinos jamás dejaron de creer en un Madrid plural, feminista y de la gente.

Durante décadas, distritos como los citados —además de Tetuán, Usera y muchos otros distritos periféricos madrileños— sufrieron las políticas excluyentes del PP, reminiscencia del franquismo, ue abandonaba a su suerte a quienes con sus manos construían Madrid. Lo sabemos bien las vallecanas: el Puente de Vallecas quedó sin soterrar por decisión de Gallardón, pues quería dejar Vallecas al margen y en silencio. Tal vez fue la respuesta del PP al único barrio de la capital que nunca sucumbió a sus embestidas.

El sistema centralista castigó aquellos barrios obreros que creían en un modelo de ciudad justo e igualitario, que enarbolaron causas que hoy se nos antojan necesarias, pero entonces eran perseguidas; derechos sociales y humanos, servicios públicos y de calidad, feminismo... En los distritos exteriores de Madrid la conciencia de un «nosotras» logró la transformación social. Sororidad y fraternidad, el cariño entre las vecinas y los vecinos. Barrios cercanos, maltratados por la prensa y las Administraciones, vistos fuera de Madrid como nichos de delincuencia y de pobreza. Pero, a su vez, barrios en los que cuidábamos las unas de las otras, en los que las mujeres sobrevivían y trabajaban, empoderándose y siendo sujetos políticos a pesar de una centralización que buscaba asfixiar cualquier movimiento desde abajo. Ejemplos de una lucha obrera que se sabía justa, de la filosofía de los cuidados, donde vecinos y vecinas vivían sus vidas practicando la política más cercana: la que cuida de su propio entorno y construye una identidad colectiva irrenunciable y orgullosa.

Estos barrios han sido una de las claves para comprender el auge del tejido asociativo en nuestra ciudad, así como la participación política y el empoderamiento ciudadano. Barrios que se convirtieron en la verdadera oposición a la corrupción y a la marginalidad, a la injusticia y a la conversión de las instituciones en un coto privado para quienes solo se preocupaban por su propio destino.

La historia de Madrid y su evolución hasta nuestros días es la historia de las mujeres que se levantaban horas antes de que saliera el sol que cuidaban de sus familias y que abrieron el camino a la inserción laboral, que lucharon por su derecho al sufragio universal, que vivieron y sobrevivieron a una dictadura atroz, que afianzaron la democracia y que cambiaron nuestra política y nuestra sociedad para siempre en aquella acampada en el 15M Barrios que se negaron a matar su cultura y su identidad, en los que aún encontramos cientos y cientos de tiendas familiares, que se oponen a la explotación de las multinacionales y a un horario comercial infernal; barrios en los que las familias cuidan de sus niñas y niños en común cuando el trabajo hace imposible la conciliación, creando pueblo.

La historia de nuestros barrios fue también una lucha de poder, con Ayuntamientos que buscaban incapacitar un movimiento que ni controlaban ni entendían, que castigaban a quienes alzaban su voz a través del poder institucional. Un sistema centralista cuyas consecuencias son la ciudad heredada de PP antes de la llegada de Manuela Carmena: unas  infraestructuras obsoletas, y una renta y una esperanza de vida desiguales.

Sin embargo, es imposible haber crecido en estos distritos sin sentir orgullo. Como madre, trabajadora y activista, no puedo dejar de recordar a todas las personas que dedicaron su vida a mejorar nuestro futuro, que nos enseñaron que Madrid es nuestro patrimonio y que cambiaron la vida de la ciudad. Artistas, intelectuales, trabajadores y trabajadoras... todos son parte de un alma colectiva que, creyendo en su propio futuro, se enfrentaron contra un statu quo que los miraba con desprecio y lograron un cambio en nuestra ciudad. El movimiento popular no puede comprenderse en nuestro país sin el recorrido, a lo largo de décadas, de las asociaciones vecinales que pueblan nuestros distritos y que decidieron que si los vecinos y las vecinas no tomaban las riendas de sus vidas, otras personas con motivos menos honestos controlarían su destino.

Hoy esos barrios siguen sufriendo la desigualdad heredada de un sistema que ha pervivido durante más de ochenta años y que no se puede cambiar en apenas dos, pero brillan con luz propia. Cooperativas, asociaciones vecinales, movimientos de fraternidad popular, asociaciones feministas y una identidad que pervive frente a una globalización que desgarra nuestra cultura. Necesitamos seguir apostando por  el cambio. Una apuesta firme por dar continuidad a las políticas que se están implementando desde la llegada de Manuela Carmena. Otro Madrid es posible, un Madrid que crezca sobre el trabajo y el esfuerzo de tantos vecinos y tantas vecinas que lucharon contra un destino supuestamente ya escrito. Un Madrid para su gente, ¡por eso seguimos Unidas por Madrid!

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