Otras miradas

El feminismo de García Lorca

Linda Gould Levine

Directora y Productora, Profesora Emérita de Español, Montclair State University, Montclair, Nueva Jersey (EEUU)

Linda Gould Levine
Directora y Productora, Profesora Emérita de Español, Montclair State University, Montclair, Nueva Jersey (EEUU)

La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca es mucho más que una obra teatral sobre cinco hijas reprimidas por su madre tiránica en un pueblo rural de España en los años 30. Es un auténtico canto de sirena que sigue atrayendo y seduciendo a directores de teatro, actores y profesores de español más de 70 años después de su primera representación en 1945. El desafío de ampliar todas las ricas connotaciones de esta tragedia ha resultado en múltiples interpretaciones nuevas y originales en los dos lados del Atlántico. Las hijas de Bernarda, atraídas sexualmente al apuesto galán Pepe el Romano que nunca aparece en el escenario lorquiano –sombra elusiva que fascina en su ausencia– se han transformado sucesivamente en lesbianas y hasta hombres en las diferentes versiones que se han estrenado. Cambio de orientación o género sexual, sí, pero con las palabras tan sugestivas, metafóricas y apasionadas de Lorca como sostén de la obra. ¿Cómo navega la mujer –Lorca nos pregunta– las aguas turbias del deseo versus la autoridad, la libertad versus la opresión, la pasión individual versus las restricciones sociales?

Al reflexionar sobre este tema en el proceso de crear una adaptación de la obra en EEUU, me pregunté si no era hora de que Lorca mismo y personajes de sus otros dramas intervinieran en esta tragedia para aconsejar, advertir y consolar a las protagonistas. ¿Qué efecto tendría añadir estas nuevas voces al texto original, las de Lorca mismo en su poesía y sus tragedias, Bodas de sangre y Yerma, y todavía otras más, inventadas? Seguiría siendo La casa de Bernarda Alba, pero sería algo más: un homenaje al dramaturgo y a su talento en crear un mundo teatral íntegro y unido en el cual resuenan ciertos temas esenciales que siguen hablándonos hoy en día.

La novia de Bodas de sangre, tan incapaz de controlar su pasión por su exnovio Leonardo que se escapa con él el día de su boda sólo para asistir a la muerte trágica de él y de su esposo, ¿no querría ofrecer algunas palabras a la apasionada Adela de La casa, igualmente incapaz de controlar su deseo sexual por Pepe, el prometido de su hermana Angustias? El mismo Leonardo, tan escindido entre su deseo por la novia y su recelo al haberse visto rechazado por ella por falta de dinero, ¿se identificaría con Pepe o lo defendería? La madre del novio de Bodas de sangre quien, por venganza contra la familia de Leonardo, manda a su hijo a la muerte al gritar, "Ha llegado otra vez la hora de la sangre", ¿entendería la necesidad de Bernarda de controlar a sus hijas y mantener lo que considera su "honor" aún si implicara sacrificarlas? La protagonista de Yerma, desesperada por pasar años y años sin estar embarazada ¿no sentiría el mismo deseo que sienten todas las hijas y la madre (loca-cuerda) de Bernarda de escaparse a las orillas del mar con sus olas y espumas tan cargadas de simbolismo sexual?

Lorca mismo, testigo de la tragedia que ha creado, ¿podría callarse o limitarse a las palabras escritas ya inmortalizadas en su obra? ¿No sería el momento de que respondiera a las preguntas de sus protagonistas sobre el porqué de las restricciones de su condición femenina, les advirtiera de la tragedia que se les viene encima, se identificara con su pasión al recitarles versos de sus Sonetos del Amor Oscuro, y tratara de ejercer su dominio sobre una Bernarda fanática que se cree más poderosa que el autor que la creó? Incapaz de detener la tragedia a la que él mismo ha dado luz, ¿no asistiría, como testigo, a la escena final que nunca deja de estremecer y conmover al público?

¿Y no haría falta algún elemento adicional de esperanza y humor, quizás de la presencia de una feminista de "Mujeres Libres", la organización madrileña que luchó por los derechos de la mujer en la España de los 30, y que viera la posibilidad de reclutar a las hijas de Bernarda Alba? ¿O de un agente de viajes con una campaña publicitaria que ofreciera a las hijas la posibilidad de escapar de su pueblo sin río y de emprender una excursión a las orillas del mar? Al salir ellos dos con sus pancartas y su dinamismo, ¿no añadirían una nota más contemporánea a una obra que ya de por sí es cada día más contemporánea?

Éstas son algunos de los fantasmas y escenarios que susurraron en mis oídos durante mi largo proceso de pensar en la obra de Lorca y cómo añadir una pequeña aportación nueva a las muchas adaptaciones que su tragedia ha inspirado. Me gustaría pensar que al dramaturgo le hubiera conmovido aparecer en esta versión con sus versos poéticos, su presencia deslumbradora y su dolor ante la tragedia inevitable de la tiranía que presagia la tragedia nacional de la guerra civil española, de la cual él mismo fue víctima. También me gustaría pensar que Lorca apreciara la mezcla de acentos y de nacionalidades del elenco talentoso que interpreta su obra –actores de países tan diferentes como España, Venezuela, Perú, Colombia, Cuba y Argentina– y cuyo coro de voces le infunde gran sensibilidad, drama y humor.

Más de 80 años después de su asesinato brutal por los falangistas en 1936, Federico García Lorca extiende la mano a través del océano para que lo leamos, representemos y ofrezcamos una muestra de su vasta producción literaria a las comunidades hispanas de nuestro país. Seguro que reconocería, como reconoció en su momento con su compañía teatral La Barraca, que hay una imperiosa necesidad de teatro en español para las diversas comunidades hispanas del mundo. Testimonio de esto es el amplio público que asistió a las dos primeras funciones de esta producción de La casa de Bernarda Alba en Montclair, NJ en el otoño de 2017 y el previsto para funciones adicionales en la primavera. Se rieron, se compadecieron de las hijas y se maravillaron de ver a García Lorca reinterpretado y presente en el escenario, dolorido ante la sangre que se vertía ya no sobre la arena, sino dentro de la casa de Bernarda Alba.

 

 

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