Otras miradas

La nuclearización de Irán

VÍCTOR MANUEL AMADO CASTRO

En Oriente Medio, además del conflicto palestino-israelí, hay otra cuestión que suscita honda preocupación, y es el proceso de nuclearización iraní. Nadie pone en duda la legitimidad de este país para desarrollar su programa nuclear con fines pacíficos. Pero, al mismo tiempo, como firmante del Tratado de No Proliferación (TNP), Irán tiene el deber de evidenciar que su desarrollo en este ámbito no conlleva su conversión en un "Estado nuclear", nombre con el que este tratado define a aquellos países con capacidad nuclear militar oficialmente reconocida (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China).

En este sentido, y cuando Irán inició su apuesta por el desarrollo nuclear, se le aplicaron los principios del TNP, el cual permitía a este país acceder a tecnología nuclear (suministrada por estados nucleares) siempre y cuando su desarrollo tuviera fines pacíficos. Pero esta cuestión comenzó a constituir un problema en 2002, cuando saltaron las sospechas de que el programa nuclear iraní tenía como objetivo último convertir a este país en un "Estado nuclear". A partir de este momento, tal y como indican las denominadas salvaguardias del TNP (art. III, párrafo 1º), la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) dio inicio a una serie de comprobaciones (inspecciones) que verificaran los fines pacíficos del desarrollo nuclear iraní. A las sospechas que se tenían sobre el programa nuclear iraní, se le añadió una actitud poco colaboradora y a veces irritante (esto en palabras de diplomáticos rusos) por parte de Teherán frente a los inspectores de la OIEA. Esta actitud, unida a un amenazante Ahmadineyad y a las pruebas de carácter técnico que apuntaban a que el desarrollo tecnológico nuclear iraní estaba dirigido a un enriquecimiento de uranio con fines militares, llevaron a que una parte importante de la comunidad internacional (estados nucleares incluidos) convirtiera sus sospechas en certezas.

En este punto, seguro que al lector o lectora le vendrá a la cabeza la idea del doble rasero. ¿Por qué Irán no puede ser un Estado nuclear y otros países –incluidos algunos no signatarios del TNP– sí pueden, aunque sea de manera oficiosa? La respuesta es que, cuantos menos estados nucleares haya, mejor. Y si hablamos de Oriente Medio, es mucho más recomendable la no proliferación. Algunos países, como Egipto, han expresado en ese sentido su apuesta por que Oriente Medio sea una Zona Libre de Armas Nucleares.

En el caso de Irán, la casi totalidad de los países de la región ve con temor su posible conversión en un "Estado nuclear", como lo demuestran las declaraciones del propio secretario general de la Liga Árabe, Amr Musa, quien admitió la preocupación de esta institución por la nuclearización iraní, en la cumbre que esta organización celebró el pasado mes de marzo en Libia. Más recientemente, esta animadversión se ha hecho de nuevo patente cuando, el pasado 9 octubre, la mayor parte de los miembros de la Liga Árabe dijeron no a la propuesta de su secretario general para que Irán fuera miembro de esta organización. Así, este recelo que tienen gran parte de sus vecinos árabes hacia Irán se debe a que este país es percibido como un Estado agresivo y no fiable.

En este contexto, la eventualidad más que probable de un Irán nuclear llevaría indefectiblemente a una proliferación armamentística en la región (Arabia Saudí, Egipto o Turquía...). Este posible escenario de futuro, en un Oriente Medio habitualmente convulso, aumentaría los términos de incertidumbre con los que la comunidad internacional tendría que gestionar la cuestión nuclear en el mundo. O dicho de otra forma, habría demasiados estados con potencial nuclear en regiones severamente inestables (con riesgo de que pudieran acceder a este tipo de armas las redes del terrorismo internacional). Por lo tanto, el riesgo de una posible confrontación nuclear aumentaría, y aún más si tenemos en cuenta que la tendencia actual es la utilización de dichas armas de manera táctica, lo que conlleva el cada vez menor peso que el arma nuclear tiene como principio disuasorio (elemento fundamental de la nuclearización durante la Guerra Fría). Así, la gran pregunta es cómo evitar que Irán se convierta en un "Estado nuclear".
Aquí parece que todo el mundo lo tiene claro. Hay que seguir la vía diplomática, que se traducirá en sanciones económicas, que son indiscriminadas; la otra alternativa, no deseable, sería una intervención militar a medio plazo. Obama tiene claro que uno de los ejes de su política exterior es la no proliferación de armas nucleares y la disminución de las mismas entre los "estados nucleares". Es en ese contexto en el que la cuestión iraní vincula a todos.

Víctor Manuel Amado Castro es Profesor e investigador del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la Universidad del País Vasco

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