Otras miradas

El día después en Ecuador: ¡Es la política!

Alfredo Serrano Mancilla

Doctor en Economía, Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítica, CELAGIñigo ErrejónDoctor en Ciencias Políticas, Universidad Complutense de Madrid

Alfredo Serrano Mancilla
Doctor en Economía, Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítica, CELAG
Iñigo Errejón
Doctor en Ciencias Políticas, Universidad Complutense de Madrid

Los procesos de cambio latinoamericanos y su dinámica de construcción de identidad popular han generado una intensificación de la vida y la disputa política que ha llevado a que cada contienda electoral sea en parte leída como un referéndum nacional sobre el futuro de las transformaciones en marcha. Sin embargo, la relación de las escalas nacional y local necesita a menudo de traducciones. Explicar qué ha sucedido desde aquella victoria abrumadora (por un 57%) del presidente Correa hace sólo un año hasta este resultado electoral seccional no es tarea sencilla. Ecuador ha tenido históricamente subsistemas locales de partidos bastante autónomos de la dinámica nacional, con un mapa de geometría variable y muy fraccionado. De forma significativa, Alianza PAIS y Rafael Correa llegan al gobierno con una interpelación nacional plebiscitaria y han sido la fuerza más exitosa en construir una esfera política nacional que sea algo más que el agregado de acuerdos locales, instalando una agenda estratégica basada en: a) recuperación de los sectores estratégicos, b) una política ambiciosa de inversión social que ha logrado redistribuir riqueza, c) transformaciones estructurales en vías de asegurarse la soberanía tributaria y la soberanía energética, d) una política de educación superior, ciencia y tecnología que ayude a transitar hacia un patrón de inserción virtuoso en el sistema mundo.

Sin embargo, esta agenda de avance en la soberanía popular y la construcción-transformación estatal, no ancló de la misma manera en el territorio local. Cabe recordar que en el 2009 fue la primera vez que PAIS presentó candidatura en elecciones seccionales, obteniendo una cifra modesta en cuanto a prefecturas ganadas (9 sobre 23) y alcaldías (72 sobre 221). Sólo el liderazgo carismático de Correa, catalizador fundamental de la identificación mayoritaria, ha posibilitado agregaciones nacionales, mientras que en la política local la deficiente construcción de PAIS deja importantes huecos u obliga a encajes atípicos.

En estas elecciones, al paso de la construcción de gobiernos autónomos descentralizados, PAÍS apostaba a construir una presencia territorial homogénea, y este empeño presenta resultados muy distintos: Aunque parece ser que será con diferencia la primera fuerza a nivel nacional y en las principales prefecturas, frente a un abanico fragmentado de oposiciones regionalizadas o municipalizadas, ha sufrido un duro revés en las principales urbes del país. Del triángulo de las ciudades más importantes, Guayaquil ha sido históricamente un feudo conservador, pero Cuenca y, especialmente, Quito, son pérdidas de elevada importancia simbólica y política, que podrían configurarse, sobretodo la capital, en plazas avanzadas de desgaste del Gobierno nacional. Las dificultades crecientes de los gobiernos populares latinoamericanos en las grandes ciudades constituyen un tema de análisis prioritario, directamente conectado con la problemática de la primacía cultural y la integración al bloque popular (y a la nueva estatalidad) de las nuevas clases medias con sus nuevas expectativas, precisamente hijas de las políticas redistributivas desarrolladas por estos Ejecutivos. Este es un asunto de primer orden para el futuro de los procesos de cambio.

La otra gran cuestión es saber por qué el éxito económico del Ecuador en estos años y la buena gestión pública no se han traducido inmediatamente en apoyo electoral municipal. En estos años, el denominado "milagro ecuatoriano", por su patrón de crecimiento económico inclusivo y redistribuidor, ha tenido consecuencias favorables para la mayoría de ciudadanos ecuatorianos: reducción de la pobreza y desigualdad económica, aumento del salario real, democratización de las pautas de consumo, mejora de las carreteras e infraestructuras, democratización en el acceso a la educación superior. Es indudable que en las elecciones municipales se cruzan razones locales dispares y fundamentales, pero también que hay un patrón común de retroceso que requiere explicaciones más ambiciosas. Se ofrecen, sumariamente, tres:

1)La democracia es, como decía Castoriadis, un régimen trágico. En su esencia está que las posiciones cambian y nada está atado: se avanza y retrocede. La formidable explosión de expectativas e identificación popular pueden habernos acostumbrado a lo que es una anomalía: que haya gobiernos que triunfen sistemáticamente en todas sus contiendas electorales; es urgente, por el contrario, trabajar con hipótesis que contemplen los retrocesos o los impasses, y su gestión en la guerra de posiciones al interior del Estado.

2) La inserción y articulación territorial asegura un suelo mínimo que, como se ha visto en otros procesos de la región, es un basamento de seguridad. Es difícilmente concebible un proceso de transformación estatal, social y cultural, sin una organización política –que en términos clásicos llamaríamos "partido" pero que puede revestir diversas formas y denominaciones- que hace pedagogía política, educa, organiza y genera horizontes, lenguajes y emociones; los Comités de la Revolución Ciudadana en parroquias, barrios y centros de trabajo podrían ser el nervio de esta inteligencia colectiva, sin que esto excluya una política de articulación con organizaciones y movimientos más flexible y seductora, que reduzca sectarismos  y soberbias, como el propio Correa reconoció la noche del domingo.

3) No basta con la gestión, por eficaz que esta sea, ni con la meritocracia o la exhibición de resultados, que no cobran sentido por sí solos ni tampoco sólo por el márketing político. Los buenos resultados de una gestión volcada en la democratización social y económica no aseguran la hegemonía, como tampoco la acumulación de victorias electorales. La política, como arte de generar explicaciones, sentidos e ilusiones compartidas, es insustituible. En ese sentido, no hay pueblo sin relato. Ninguna mayoría es perenne y todas deben reconstruirse cotidianamente, con audacia, propuesta de nuevas agendas a la ofensiva y construcción lenta de primacía intelectual y cultural, con gestos y guiños cuidadosos y atención a los cambios y nuevos terrenos de lucha.

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