Otras miradas

Solidaridad con la capitana Zaida Cantera

Fernando Álvarez-Uría

Julia Varela y Profesores de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid

Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría
Profesores de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid

El ejército español cuenta con una triple herencia reaccionaria que alimenta la impunidad de quienes constantemente ponen palos entre las ruedas del proceso de democratización. Por una parte, en España, como en la mayoría de los países católicos, el machismo se agudiza para servir de refuerzo al ardor guerrero y a mentalidades obtusas. Por otra, la rémora de la dictadura militar franquista es difícil de erradicar, como prueba el hecho de que los militares de la UMD aún no hayan sido rehabilitados como correspondería a un país democrático. Perviven en el ejército español las brasas que, con la ayuda de algunos incendiarios reclutados de entre los altos mandos, atizaron las hogueras del golpe militar del 23-F. En fin, el ejército, en tanto que institución total, piramidal, cerrada, jerarquizada, anclada en el ordeno y mando, y en la cadena de mando, constituye una institución opaca para los foráneos, con sus códigos del honor y sus códigos rojos, con sus prácticas, hábitos y rituales autoritarios, recibidos de las sociedades estamentales. Pervive en el ejército una cultura fraguada en la violencia que se resiste a desaparecer.

En el interior de este panorama la acción de los gobiernos democráticos, la incorporación de nuestro país a la Comunidad Europea, y la consiguiente integración de muchos militares españoles en puestos de responsabilidad en organismos internacionales, proporcionó un impulso importante al proceso de democratización de las fuerzas armadas. Sin embargo, para muchos demócratas, y especialmente para todas las mujeres que combaten a favor de un mayor equilibrio de poder entre los sexos, la incorporación de mujeres jóvenes al ejército supuso una ruptura decisiva con el pasado. Fue el signo de que el ejército dejaba de ser predominantemente una máquina de guerra para convertirse en una organización destinada a promover la paz, la solidaridad y la cooperación entre los pueblos y los estados. Cuando la ministra socialista del ejército Carme Chacón ofició en una pascua militar ante las cámaras de la televisión parecía que la transición democrática militar quedaba asegurada. Todo parece indicar, sin embargo, como prueba el lamentable affaire del que es víctima la capitana Zaida Cantera de Castro, que se trataba tan sólo de un espejismo.

Recordemos algunos hechos que nos ha ido desglosando la prensa. Zaida Cantera ingresó en el ejército español en 1997, y desde entonces desarrolló una ejemplar carrera militar hasta alcanzar su condición actual de capitán. Estuvo destinada en misiones internacionales en el Líbano y en Kosovo, y su hoja de servicios es tan brillante como las calificaciones positivas que recibió de los oficiales a cuyas órdenes trabajó. Su calvario en el ejército comenzó cuando se vio acosada sexualmente por un mando superior, el coronel Isidro José de Lezcano-Mújica, y decidió denunciarlo para erradicar esas prácticas que consideraba incompatibles con una institución pública. En marzo de 2012, el Tribunal Militar Central condenó al coronel acosador a dos años y 10 meses de prisión por "abuso de autoridad" y por "grave menosprecio de la condición femenina de la víctima". Hasta ahora el acoso sexual o laboral no está recogido en el Código Penal Militar, aunque este delito aparece incluido en el anteproyecto del nuevo código que se está elaborando. En todo caso, la condena, lejos de suponer para Zaida una rehabilitación, supuso el inicio de un calvario personal, pues desde entonces se sintió objeto de una persecución sistemática emprendida contra ella por los amigos del coronel condenado, y por todos aquellos mandos militares identificados con los halcones que consideran que las mujeres son incompatibles con el ejército.

Zaida Cantera fue acusada, entre otras cosas, de haber manipulado la fecha de una solicitud de permiso, una acusación falsa como demostraron los peritos caligráficos de la Guardia Civil, quienes observaron además que en las dos firmas del escrito, la del coronel y la del teniente coronel, correspondían a la misma persona. Fue así como en nombre de la justicia y de la verdad la capitana Zaida entró en una espiral de acusaciones contra cuatro altos mandos que hicieron saltar todas las alarmas en la institución militar. El Juzgado Togado Militar Central número 2 abrió diligencias pero no quedó constancia de las declaraciones de los acusados, y desimputó al general de brigada, a los dos coroneles y al teniente coronel que habían sido denunciados. También actuó con rapidez el Tribunal Militar Central en defensa de los intereses corporativos. Era preciso tapar lo antes posible los trapos sucios.

El resultado de toda esta cadena de coacciones materiales y simbólicas que ha sufrido la capitana Zaida Cantera son los problemas psicológicos y su reciente escrito en el que pide la salida del ejército. Agotada y deprimida, admite la derrota. Se impone la ley del más fuerte, y una vez más no siempre la ley, y la aplicación de la ley, coinciden con la justicia.

Hace ahora más de 100 años, otro capitán, el capitán de origen judío Alfred Dreyfus, fue acusado falsamente por un tribunal militar del ejército francés de espiar para Alemania. Émile Zola publicó entonces en el periódico L’Aurore el famoso "Yo acuso" que desencadenó un movimiento social por la verdad, un movimiento que al final rehabilitó al capitán y transformó al ejército y a toda la sociedad francesa. El caso de Zaida Cantera debería hoy también hacernos pensar y actuar. El objeto de este texto es no sólo expresarle nuestra solidaridad y nuestro apoyo, sino también plantear a los ciudadanos y ciudadanas españoles que se pronuncien, que se sientan implicados, que planteemos entre todos a los mandos militares y civiles responsables una demanda de rehabilitación y de justicia. La democratización del ejército es una causa aún pendiente que no se puede demorar. En la larga marcha de nuestra sociedad hacia cotas más democráticas el affaire de Zaida Cantera no es asunto menor, no es un caso más en una tormenta de verano. Está en juego la credibilidad de la institución militar, está en juego que renunciemos o no a vivir en una sociedad decente.

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