Otras miradas

La Europa que no quiere que vengan migrantes eres tú

Merche Negro

Periodista. @pintiparada

Una migrante subsahariano se abraza a sus compañeros tras salir del CIE de Melilla. AFP/Fadel Senna
Una migrante subsahariano se abraza a sus compañeros tras salir del CIE de Melilla. AFP/Fadel Senna

Hace una semana que sabemos que usar la violencia puede limitar nuestros derechos fundamentales.

Ni tú que me lees ni yo que tecleo somos personas violentas, esto no va con nosotros.

¿Qué es esta primera persona el plural, sabemos, quiénes? ¿de qué derechos os hablo? Next.

Déjame intentarlo otra vez: Hace una semana el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictaminó de forma firme sin posibilidad de apelación la legalidad de la devolución en frontera de dos ciudadanos, N.D. (Mali, 1986) y N.T. (Costa de Marfil, 1985), que el 13 de agosto de 2014 intentaron saltar la valla de Melilla y fueron expulsados en caliente al tocar territorio español. En caliente significa sin ser atendidos, sin preguntarles de dónde eran, si eran adultos (en serio), si necesitaban ayuda, si querían pedir asilo o protección internacional. Preguntar esto no es de ser un país afable, buen samaritano: es obligación internacional de los estados ante cualquiera que llegue a sus fronteras. Esto se firmó después de la II Guerra Mundial, ante el estupor de que la raza humana pudiera volver a enseñar su peor cara. Hace seis días el TEDH dictaminó que no es tanto así y abrió la caja de Pandora, que es lo terrible de esto. Sí, contraviniendo la Convención de Ginebra de 1951. Te lo juro, la de la ONU, la que en Bachillerato nos enseñaron como parte de las tablas de la ley de la Humanidad.

Sigue sonándote muy ajeno, y te entiendo. Todas y todos tenemos problemas, no podemos solucionar el mundo. ¿Qué puedo hacer yo, que leo desde el metro camino de un trabajo que no me da llegar a fin de mes? El hombre es un lobo para el hombre. Lo sé. Yo sufro por no llegar a llamar vuestra atención. Voy a intentarlo un poco más.

Ayer mismo supimos que casi un millón de personas están huyendo de Idlib, localidad siria fronteriza con Turquía, debido a nuevos ataques aéreos del gobierno y, ¿qué hizo el país otomano? ¿desplegar fuerzas, pedir cascos azules, abrir corredores humanitarios? Ha desplegado, sí, miles de tropas, aunque no para ayudarles a salir, sino para sujertales y que no entren. Turquía, que va y viene con acuerdos con la UE para contener fronteras, es uno de los señores Lobo que aparece, actúa y limpia la sala cuando hace falta, nos libera de la foto del desastre. Incómodo para los trajes azules marinos de los diplomáticos de Bruselas, pero útil.

Es mismo gobierno tan azul de Bruselas anunció ayer que volverán a poner navíos en el Mediterráneo Central para controlar el tráfico de armas a Libia, pero que "si hay indicios de que se produce ese efecto llamada, la operación podrá interrumpirse" se explicó.  Principalmente Austria, Hungría e Italia son los que alertan. La UE ha dejado de hablar del efecto huída, que es la realidad de la situación de las personas refugiadas: se huye sin mirar atrás, a donde se puede, no a donde se quiere. Europa no quiere mirar lo que está pasando al este (Siria, Afganistán, Irak), al Sur (África en gran parte de su territorio), al Oeste  (Centroamérica, donde hay estados ficticios controlados por la violencia de las maras). Ni hacia atrás en la Historia, pensando en la responsabilidad de la colonización y sus efectos.

Es esta misma Europa ciega que se avergonzó de no haber actuado antes en la Guerra de los Balcanes (1991-1999), cuando murieron más de 130.000 personas (no hay cifras oficiales) y dos millones tuvieron que huir de sus casas, a unos pocos cientos de kilómetros. De Sarajevo a Roma hay 800 km, de Zagrev a Viena, poco más de 350, la misma distancia que recorremos para pasar un fin de semana e una playa le levante desde Madrid, y perdonadme el centralismo.

Sabes que hay muchos conflictos en el mundo, eres una persona informada, y a veces te estropean ciertas imágenes la cena, sí, pero al final del día, solo quieres que te quieran y querer, no darte de latigazos por cosas que no tienen que ver contigo. Si yo te contara, cómo te comprendo, que la almohada es muy mala y no engaña, como el algodón. Pero sigo.

Esa Europa se persignó en los 90 jurando que nunca más permitiría que algo así volviera a suceder, los premilennials lo grabamos en nuestra memoria. Bien, hablemos de Siria: más de 380.000 personas, entre ellas 115.000 civiles, han muerto desde que comenzó el conflicto hace nueve años, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. Esto es más del doble de los Balcanes, aunque tampoco son cifras oficiales. Yemen: Más de 100.000 personas muertas desde 2015, 12.000 de ellos civiles, según ACLED. Por cierto que para entrar en España, el gobierno recientemente ha incluido a los ciudadanos yemeníes en la lista de viajantes que precisan de visado de tránsito para pisar suelo español, lo que les imposibilita en gran manera llegar a los puestos fronterizos y solicitar asilo de forma legal y segura y les arrastra a otras formas de huir de la guerra peligrosas y con alto índice de mortandad, sean las terrestres por Hungría, o las marítimas por Turquía y Grecia, Libia, Argelia o Marruecos.

Podríamos hablar de otras zonas como México, Irak, Afganistán, Somalia, Sudán,  Nigeria Myanmar, Colombia, Honduras y más. De esto huyen. De las guerras, de las violencias, de la pobreza. Y aquí llegan, donde les decimos que si ejercen la violencia al intentar entrar a zona segura, perderán sus derechos, cuando su idea es ganarlos o recuperarlos, si es que de donde vienen los perdieron. Y el que no tiene nada que perder, no se para.

Tú y yo tenemos que pelear por que no nos suban el alquiler en tres meses un 30%, a mí también me pasa. Lo que ocurre es que, aunque no lo parezca demasiado, esa Europa de la que hablo somos nosotros dos, también. ¿No sientes algo en el estómago?

Sola quizás no puedo convencerte, con amigas sí: las principales organizaciones de Derechos Humanos han emitido comunicados durísimos, también clarísimos, y es que la judicatura hay que explicarla, una de sus armas para pasar inadvertida y que quede rubricada para los restos es su complejidad: CEAR, ACNUR, Amnistía Internacional, Jueces por la democracia, el Consejo General de la Abogacía Española, han hablado en contra de la sentencia denunciando su insólita inadecuación al derecho internacional, también una catedrática y un  profesor de derecho penal, magníficos textos todos, incluso un ex magisgrado del mismo Tribunal Europeo. Hay análisis de periodistas que llevan mucho tiempo hablando de  migraciones. Este especial es una buena idea, o sobre este dictamen en concreto,  el análisis de Amanda Andrades le salió redondo.

De todo lo leído estos días sobre la sentencia del Tribunal, hay una frase que me hizo pensar mucho. Es del Centro Europeo de Derechos Constitucionales y Humanos, ECCHR:  "Es difícil encontrar palabras. Es más difícil confrontar un texto jurídico escrito sin memoria histórica, sin imaginación y sin empatía".

Ah, por ahí te voy a pillar, ya verás.

¿Memoria? Tengo una idea en cada mano: El hilo de twiter del investigador Fede Abizanda, con datos del Instituto Español de Migraciones que nos habla de emigrantes irregulares (sí, irregulares) de nuestra posguerra en Francia, Alemania, Bélgica y Holanda. O el dato de los 2,5 millones de españolitas y españolitos que vivimos fuera de aquí a raíz de la crisis de 2008. Nuestras abuelas/os en una mano, nosotras en la otra. ¿Y si nos hubieran dcho: no cabéis, venís a delinquir, no podéis entrar, primero nosotros? ¿Te sientes muy distinto a una joven de Guinea Conacry que quiera venir a España a tener una vida digna?

¿Imaginación? "Hay mucho racismo, no nos consideran personas", dice Ricardo Dongon de Camerún. Su sueño es llegar a Madrid. No se refiere a España, sino a Argelia, está en Omán y se lo cuenta a Agus Morales en un reportaje en búsqueda del odio. Lo que no imagina es que aquí, y en Europa, estamos empezando a odiarle a él y al argelino racista. Es una escalera de odio del que tú y yo nos creemos inmunes, ¿cierto? Hoy mismo hemos sabido que los inmigrantes que llegue(mos) al Reino Unido a partir del año que viene deberemos acreditar un nivel suficiente de inglés, se priorizará tener oferta de trabajo y alta cualificación académica. ¿Cómo de diferente te sientes al marfileño al que le gritan por la calle de nuestra ciudad "aquí se habla español, y si no te vas"?

¿Empatía? Es el tuétano, y lo dejo para el final. Hace tres meses, en la verja del Samur Social de Madrid donde llevan meses llegando familias centroamericanas y venezolanas solicitando asilo ante un sistema completamente colapsado por mal dimensionado, (tenemos 120.000 expedientes sin resolver), Néstor, que salió huyendo de las maras de Honduras temblaba bajo la lluvia. Las vecinas y vecinos le dábamos mantas que se mojaban, plásticos que no cubrían, sopa caliente si llegaba. Me miró y dijo: "estése tranquila, sé que aquí puedo dormir, aunque sea en la calle y amaneceré vivo. Allá de donde vengo no podía saberlo".

Ven conmigo a un espejo. Mírate. Ahora piensa en qué has hecho tú merecedor de nacer en un territorio del que, hoy por hoy, no necesitas huir. Piensa en lo que han hecho ellas/os, de los que llevamos hablando un rato. Ese sentimiento de entenderlo, de com-pasión-con-guión, es la empatía. La que en otros momentos hemos sentido por el movimiento LGTBI sin ser necesariamente miembros de su comunidad, o por el feminismo siendo hombre. La empatía es la participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, y de ella sale la rabia compartida y de ahí la movilización reconociendo que sus derechos son los nuestros, y nos hacen mejores como sociedades.

La realidad es que no se siente esa empatía hacia el que viene buscando otra vida mejor, y es un reto para todas y todos, porque no van a dejar de huir. Aprendamos de otros movimientos sociales que han sabido crear mayorías, hacer girar la opinión pública y pelear por un mundo más justo. Tú y yo no nos merecemos una mejor vida que ellos; ellas y ellos se merecen la misma vida digna, y sus derechos fundamentales les legitiman para intentarlo, por muchas sentencias que interpreten lo contrario. También las personas que ocupaban las cinco pateras desaparecidas en Canarias, con catorce fallecidos ya, entre ellos dos niños, y que cuando dejo de escribir, se siguen buscando. Ha pasado, otra vez, porque no les proporcionamos vías legales y seguras para intentarlo. ¿Sientes rabia? Hagamos algo con ella.

La empatía como vacuna contra el odio, y si esto no te ha convencido, que mis palabras se las lleve el viento.

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