Otras miradas

La gran comilona

Nega

Ricardo Romero ()Vocalista de Los Chikos del Maíz

Ricardo Romero (Nega)
Vocalista de Los Chikos del Maíz

El pasado domingo por la tarde, mi padre me llamaba por teléfono indignado y hecho una furia: Antonio Vergara (crítico gastronómico y conocido cultureta de la ciudad de la luz y las flores) escribía un artículo titulado «Lenin y las fallas» en el diario Levante. Su interior albergaba bilis y babas contra Podemos, contra Los Chikos del Maíz, contra Syriza, contra Venezuela, contra un festival de música y en definitiva, contra cualquier entidad, persona o espacio con una mínima sensibilidad transformadora y social. La conversación terminó con mi progenitor preguntándome por qué todos los progres cuando rebasan la cincuentena se convierten en unos fascistas. Amor de padre, pero créanme que no exageraba, el tono del artículo es más propio de las páginas de La Gaceta o La Razón que del diario Levante.

Lo primero que llama la atención es que el señor Vergara utilice el calificativo leninista de forma tan despectiva, mi padre lo conoce bien: empezó su andadura abrazando la hoz y el martillo en la muy roja Cartelera Turia allá por los años setenta durante la dorada Transición. El señor Vergara, al igual que sus homólogos Jiménez Losantos, Pío Moa o César Vidal, fue un leninista de extrema izquierda dispuesto a tomar los cielos por asalto y, como los fascistas citados y tantos otros, fue virando y virando a la derecha hasta disolver completamente cualquier viso de compromiso. Un militante de esos que tan bien conocemos en Valencia: en los 70 se autoflagelaba con la cuatribarrada y el País Valencià pero hoy escribe guías gastronómicas de la «Comunidad Valenciana». Tan radical fue ese giro que hasta fue expulsado de la Cartelera Turia, expulsado nada menos que por su propio hermano.

Al señor Vergara le pone muy nervioso que Podemos se reúna en Valencia para hablar de cultura, de las fallas y de lo popular, él es más de Mozart y de Charlie Parker: como intelectual del régimen y señorito de la alta cultura (su papá ya lo llevaba desde pequeñín «a los mejores restaurantes de la ciudad» como le gusta presumir en las entrevistas) apenas puede disimular su desprecio elitista por los mundanos gustos populares, ya sea el hip hop, las fallas o una hamburguesa con patatas fritas y ketchup. Entonces aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, arremete contra Acció Cultural y el festival del 25 de abril en el que Los Chikos del Maíz participamos, poniendo el grito en el cielo porque, en su opípara opinión, la Universidad de Valencia no debería colaborar con un festival destinado a «hostigar al PP», algo completamente falso. En cualquier caso el señor Vergara desconoce cómo funcionan las universidades, es mi deber recordarle al crítico gastronómico que las universidades son públicas pero independientes. Supongo que bajo la misma lógica de neutralidad fundamentalista al señor Vergara le indignará sobremanera que la editorial de la Universidad de Valencia publique con dinero de todos los valencianos libros de Joan Fuster, de Foucault o de los mismísimos Marx y Lenin, posicionándose políticamente en una dirección que no beneficia al PP precisamente. Pero por lo visto el señor Vergara hace décadas que no pisa la librería de la Universidad de Valencia, él es más de restaurantes de cinco tenedores.

Por otra parte, me gustaría recordarle al señor Vergara que los profesores de la Universidad de Valencia conocen perfectamente que Chikos del Maíz se escribe con K (con K de okupa en un país en el que se echa a la gente de sus casa con millones de viviendas vacías): algunos de ellos han citado nuestras letras en distintos trabajos académicos, lo mismo ocurre en la Complutense y la UAB de Barcelona, pero insisto, el señor Vergara es más de restaurantes que de leer publicaciones universitarias. Cierto es que no estamos especialmente orgullosos de llamar a Ortega Lara contorsionista, pero éramos jóvenes y alocados y queríamos ser punks. De cualquier modo, entiendo que nos ampara el derecho a la libertad de expresión. La libertad de expresión no es selectiva señor Vergara. Si vale para una publicación humorística francesa que se mofa de un múltiple atentado en Irak alegando que el Corán no detiene las balas, vale para un grupo de rap que hace humor negro con Ortega Lara. Estoy seguro de que el señor Vergara sería de esos que saldría a darse golpes en el pecho en nombre del Occidente ilustrado si mañana unos yihadistas nos masacraran en pleno concierto por ateos, mientras tanto pide —velada pero insistentemente— que se nos censure en dicho festival, pertenece a esa casta de hipócritas. Si en lugar de hacer un corta y pega de lo que escribe la extrema derecha contra nosotros se decidiera a escuchar nuestras canciones, descubriría samplers de Charlie Parker y de John Coltrane, citas de Baudelaire o infinidad de referencias al cine de Bergman, Pasolini o incluso a John Ford, al que tanto admira. Pero el señor Vergara prefiere sentarse, cagar la mierda y encender el ventilador, a fin de cuentas es crítico gastronómico y por tanto vive entre apretones. Y lametones: escudero fiel de Montoro y otros oligarcas, se suma al mantra oficial que dice que «Grecia ha tenido que ceder». Al señor Vergara le importa un pimiento (o una paella en El Palmar) si ahora 300.000 griegos pobres tendrán electricidad gratuita, si se ha readmitido a trabajadores públicos o si se ha dictado una ley antidesahucios. ¿Pero qué demonios sabrá un crítico gastronómico sobre hambre? Lo mismo que sobre rap.

Por último invito al señor Vergara a que venga a pasear su gastronómica figura, primero por las jornadas de Podemos sobre cultura y segundo, por el festival que se celebrará en Alboraia el 25 de abril. No le puedo asegurar si encontrará los selectos manjares a los que tiene acostumbrado a su sufrido aparato digestivo, quizá unas cervezas y unas papas y unos bocatas de lomo con queso (la muchedumbre proletaria ya sabe), pero seguro que algo pilla. Me consta que el señor Vergara sabe un poco de cine, me gustaría sacar a relucir La grande bouffe de Marco Ferreri para recordarle que el hedonismo, el tedio y la gula pequeño-burguesa, suelen terminar en flatulencias, dialécticas o no.

 

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