Otras miradas

De luces y sombras de la nueva política

Daniel Bernebé

Daniel Bernabé
Escritor

Uno de los escenarios meteorológicos que más admiro son esas tardes primaverales donde claros y tormentas se combinan a partes iguales. Un juego de luces y sombras espectacular. A pesar de que vemos repetirse cada año estos momentos somos incapaces de acertar en algo tan sencillo como el vestuario con el que enfrentar la jornada.

En estas, un sábado de mediados de junio se percibe un estremecimiento en las calles de muchas ciudades. Algo inédito, las plazas se llenan de gente que no celebra un título deportivo ni protesta ante un nuevo atropello de las élites. Gente, pueblo, que recibe con alborozo los nuevos ayuntamientos conquistados en muchos lugares por las candidaturas de unidad popular. Dos fechas concretas se nos aparecen en forma de antiguas fotos: 1979 y 1931.

Estamos en uno de esos momentos en los que, materialmente, aún no ha sucedido casi nada, pero donde todo puede estar a punto de suceder y conviene, tras la celebración, saber hacia dónde nos dirigimos. La dirección sólo admite dos lugares, una nueva consolidación del régimen borbónico o su quiebra, es decir, un proceso constituyente que cambie la situación de desigualdad creciente, corrupción sistémica y recorte de nuestra soberanía y libertades.

La lucha contra los gobiernos de unidad popular va a ser, por parte de la derecha política, su entramado mediático y el poder económico, sin cuartel. Que nadie espere días de gracia: el florete no tiene cabida donde se ataca a vergajo. Recuerdo como, en los primeros años del ejecutivo Zapatero (tan sólo un social-liberal comprometido con la continuidad de lo existente) los ataques con aquel vergonzoso embuste sobre la autoría del 11m hicieron muy difícil la crítica de izquierda al gobierno. No hay lugar menos interesante que discutir en torno a los berridos del patrón en vez de pensar los versos de Pasolini.

¿Puede tan sólo una organización política enfrentar el desafío de trazar los mapas de esta dura batalla mientras se libra? Todo momento de encrucijada es impresionista, las fronteras y caminos se vuelven difusos. Lo preocupante no es tanto este hecho como que las ideas que manejamos para orientarnos nos hagan creer, por contra, que andamos por terreno firme.

Toda política requiere de narraciones. Estas pueden ser pedagógicas, imaginativas o incluso falsas. Se trata de transformar la teoría en un mensaje comprensible y seductor. Lo complicado viene cuando quien narra acaba creyéndose protagonista único del cuento presa de su propia seducción. La nueva política se jacta de haber roto las categorías clásicas de análisis político pero parece incapaz de explicar sus acciones con retórica novedosa.

¿Se pueden explicar los pactos con el PSOE con términos como casta? Difícilmente. Sí, por contra, por una necesidad táctica imperiosa que los votantes de la unidad popular parecen haber entendido bien, o al menos deseado, ante la continuidad del PP. La clave, en todo caso, es que no se deberían utilizar constructos hasta la saciedad para luego, mediante prestidigitación, hacer que nunca se han manejado. Todo deja un poso, aunque sea de confusión.

¿Se puede explicar el carácter de Ciudadanos con la ruptura del eje izquierda-derecha? No, a no ser que quieras que te coman un terreno electoral importante. Por eso, al final, acabas llamándoles pijos, que es una forma algo vociferante de volver a ese eje, que por otro lado, nadie ha dejado de utilizar nunca. No se trata de reabrir un debate en torno a la brújula, se trata de cerrarlo ante lo ya, obviamente, artificioso del mismo.

¿Se puede seguir presumiendo de horizontalidad cuando tendemos hacia la política del personalismo? Una de los magníficos trabajos gráficos aparecidos espontáneamente antes de las elecciones mostraba a Carmena, Colau y Oltra disfrazadas de superheroínas. La ilustración explicaba el sentir extendido de que se necesitan grandes figuras que nos salven de este desaguisado. Aunque electoralmente esto parece haber dado sus frutos ¿no es justo lo inverso de lo que pretenden las candidaturas de unidad popular, es decir, la integración y empoderamiento de la gente respecto a la política? Entre otras cosas la pretensión, recordamos, es su única garantía de supervivencia.

¿Es, por contra, esta integración posible cuando la mayoría de los nuevos dirigentes pertenecen a la descendencia de ese estamento que linda entre el alto funcionariado, los profesionales liberales y la pequeña burguesía progresista?¿Es conveniente seguir insistiendo en el fin de las clases sociales como elemento primordial de la acción política cuando los mapas electorales de ciudades como Madrid dibujaban dramáticamente el voto entre los distritos más pobres y ricos?¿Es posible seguir manteniendo, más allá de la campaña, una visión bondadosa-tecnocrática de la gestión política cuando se tomarán decisiones que tengan que alterar privilegios?

Decenas de preguntas, además de estas, que nos llevan a la necesaria conclusión de que quizá nos hemos creído en demasía esa narración necesaria llamada nueva política, una mezcla, a partes iguales y a la vez contradictorias, entre la recuperación de los instrumentos de acción organizada para el pueblo y la necesidad de justificación teórica diferenciadora de las nuevas formaciones. Precisamente esa es la mayor debilidad de la nueva política: haber pasado demasiado tiempo en un ensimismamiento observando su llave sin preguntarse si esa era la puerta que realmente queríamos abrir.

La clave primera es ganar las elecciones generales. La clave última es ganarlas para algo.

Hay que recordar, una vez más, que el entorno y el momento económico tanto nacional como mundial que nos rodea no pueden permitir recomposiciones del régimen borbónico que no sean a la fuerza reacionarias. No se trata (por si acaso lo apuntamos) de que sea o no deseable repetir los primeros años del gobierno socialista de los 80 en cuanto a los avances en el estado del bienestar, se trata de que eso es imposible. Conduciría hacia un estrepitoso batacazo y una puerta abierta a una derecha aún más extrema, hostil y depredadora que la actual.

Y entre esa primera y segunda clave, el ganar y ganar para algo, lo que marcará la diferencia no será la voluntad política de ningún dirigente ni ninguna organización, sino el contestar y no rehuir las contradicciones anteriormente propuestas, es decir, la forma en que se camine hacia la victoria.

Al final, la respuesta a la pregunta del principio, esa que aludía a los fascinantes tiempos de meteorología súbita tanto de primavera como otoño, es que una sola persona es incapaz de acertar con la ropa y la ubicación adecuada. Nuestro momento se parece demasiado a un día de primavera, y si ninguno queremos volver al frío ni caminar con los zapatos mojados, tengamos en cuenta la intuición sobre lluvia del amigo u ofrezcamos la chaqueta a quien más la necesite.

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