Otras miradas

Vagabundos de la cosecha, vagabundos de la guerra

Queralt Castillo

CerezuelaPeriodista y politólogaSiento el polvo entre los dientes, la lengua áspera. Viajo, me abrumo, me escondo con ellos. Vago por esos campamentos putrefactos y viles que los hacen aún más hediondos. Toco, entre el pavor de sus miradas, esos harapos que los transforman oficialmente en parias. Los mechones de pelo ingrávidos y los hilillos de baba que corren por las comisuras de los labios. Huelo el hambre, la indignidad, la suciedad, el cansancio. Se atisba la decepción, el todo por el todo, la pérdida y la nada. Se intuyen las raíces, dejadas miles de kilómetros atrás. Todo queda lejano. Hasta la vida.

Queralt Castillo Cerezuela
Periodista y politóloga

Siento el polvo entre los dientes, la lengua áspera. Viajo, me abrumo, me escondo con ellos. Vago por esos campamentos putrefactos y viles que los hacen aún más hediondos. Toco, entre el pavor de sus miradas, esos harapos que los transforman oficialmente en parias. Los mechones de pelo ingrávidos y los hilillos de baba que corren por las comisuras de los labios. Huelo el hambre, la indignidad, la suciedad, el cansancio. Se atisba la decepción, el todo por el todo, la pérdida y la nada. Se intuyen las raíces, dejadas miles de kilómetros atrás. Todo queda lejano. Hasta la vida.

Podría hablar de Europa, de Siria, de Hungría, de Los vagabundos de la cosecha de Steinbeck (1902-1968), ese hombre de mi  vida con un bigote como el de mi abuelo, otro de mis hombres. Miro fotos en blanco y negro, se me aparece atractivo, embriagada como estoy de sus palabras, de sus historias, de su talento. Rescato unas líneas...

"Así, en California, nos encontramos con una curiosa actitud hacia un colectivo que garantiza el éxito de nuestra agricultura. A los emigrantes los necesitamos y los odiamos. En cuanto llegan a un destino, se topan con esa antipatía atávica del lugareño hacia el extraño, el forastero, con un odio que se repite dese los comienzos de la historia, desde la aldea más primitiva a nuestras granjas industriales. A los emigrantes se los odia por los siguientes motivos: porque son sucios e ignorantes, porque traen enfermedades, porque presencia en una población obliga a un incremento de los efectivos policiales y del gasto escolar, y porque, si se constituyen en sindicatos, pueden llegar a negarse a trabajar y arruinar cosechas enteras. Nunca logran ser admitidos en la comunidad ni en la vida de la comunidad. Son auténticos vagabundos a los que se les niega el derecho a integrarse en las poblaciones que necesitan de sus servicios."

Y la historia se repite, como un mar bravo, ola tras ola, golpeando con furia el dique, golpeando nuestras consciencias con una imagen y haciéndonos temblar de miedo. El niño. La niña. La abuela. El padre. ¿Qué más da?

Entre 1931 y 1939, las tormentas de polvo y la sequía barrieron los estados del medio oeste americano: Texas, Oklahoma, Nebraska y Kansas. Por aquél entonces, los campesinos lidiaban con el crack del 29, sobreviviendo a partir de una economía de subsistencia  que pronto se transformó en una economía de la nada. Hambre y miseria. Entre 1935 y 1938, 400.000 granjeros emigraron a la soleada California. Encontraron el desprecio de la gran mayoría de californianos.  Miradas altivas, reproches, campamentos. Como nuestros sirios, afganos, iraquíes, libios, subsaharianos. ¿Qué más da? La historia es el bucle del que nunca nadie pudo salir.

Steinbeck, en un alegato social de primera orden, realizó una serie de reportajes, absoluto y magnífico periodismo, para el The San Francisco News, en 1936. Acompañado de unas hermosas y punzantes fotografías de Dorothea Lange (1895-1965), Los vagabundos de la cosecha podría narrar el éxodo de inmigrantes de esta última semana. De este verano sediento de muerte y salitre. La sequía expulso de las granjas a decenas de mi miles de campesinos,  recibidos con menosprecio y odio por las comunidades locales allá donde fueron.

En Alemania, algunos niños alemanes regalan juguetes a los refugiados/inmigrantes que llegan. Quizás, pero la experiencia hace que me lo crea a medias. Rescato, asediada por la nostalgia del medio oeste norteamericano que describe Steinbeck -¡ah! la evocación- a Woody Guthrie y Dust Bow Ballads (1940). Y podría llorar, pero no lo hago.

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