Otras miradas

Machismo de guardia

Miguel Lorente Acosta
Director de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada. Exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género

 

Mientras la Igualdad avanza a impulsos que nacen del impacto de la violencia que pretende erradicar, el machismo permanece en el tiempo y en el espacio para que nada altere la realidad decorada con sus ideas y sus valores de desigualdad, de manera que todo combine y encaje con ese escenario que ha diseñado para convivir.

Por eso no es posible salir del machismo, la única solución es erradicarlo y sustituirlo por la Igualdad. El machismo es la propia cultura, no sólo algunas de sus manifestaciones. Una de las trampas que se ha encargado de colocar por el camino por donde transita la conciencia social ha sido hacer creer que "machismo" es la exageración de la normalidad, ese chiste especialmente obsceno, el piropo destemplado, el golpe fuera de contexto... cuando en verdad es la propia normalidad.

La estrategia del machismo se mantiene de forma continuada en el tiempo y juega con varios elementos clave que permiten que el modelo perdure. Veamos algunos de ellos:

El engaño de lo cuantitativo. La crítica se centra sobre todo aquello que supera el umbral considerado inaceptable en cada momento, y mientras que se muestra crítico con esas manifestaciones "excesivas", lo que en verdad hace es reforzar e invisibilizar todo lo que queda por debajo de ese nivel crítico. Y, fundamentalmente, evita que se cuestionen las razones, ideas y valores que dan lugar a todas las manifestaciones, para de ese modo situar la crítica a lo excesivo en razones individuales centradas en cada uno de lo autores. Gracias a esta circunstancia, logra ocultar el problema social y cultural de la desigualdad que hay de fondo y lo reduce a determinados contextos.

La invisibilidad visible. Todo aquello que logra ocultar fuera de la mirada de la sociedad es lo que da sentido a su mundo, y lo que permite construir la sociedad que necesita para que las relaciones se configuren sobre la desigualdad. La violencia, la discriminación, el abuso... todo queda al margen de la crítica social y consolida su modelo.

El lenguaje del silencio. Quien tiene el poder de la palabra utiliza el silencio como cómplice. El silencio es como el algodón que amortigua el impacto de su injusticia. Si no hubiera sido por el silencio habría sido imposible mantener la invisibilidad y, con ella, la normalidad levantada sobre los escombros que esconde bajo el umbral. El gran cómplice del machismo y su violencia ha sido el silencio... Silencio por la voz callada, por las palabras no escuchadas, por las historias no creídas.

La culpa como argumento. Partir de una posición de poder, que es lo que proporciona la desigualdad a los hombres, significa tener la capacidad de influir sobre la realidad para que las conductas se expresen de una determinada manera y, sobre todo, darle significado para diluir la responsabilidad y hacer que las razones se pierdan. Por esta razón, para el machismo, la culpa de todo lo que ocurre a las mujeres la tienen ellas mismas, por "no hacer lo que se espera de una buena mujer, esposa, madre, ama de casa". No hay valoración crítica de la violencia, todo lo contrario, se presenta como un instrumento necesario para mantener su orden.

La exculpación como límite. Y cuando todo falla porque la violencia ha sido tan intensa que se hace visible más allá del límite del silencio, y tampoco se puede responsabilizar a la víctima, de manera que todo señala al agresor, entonces el propio sistema tiene justificaciones preparadas para hacer creer que ha sido el alcohol, las drogas o el trastorno mental el responsable de esa agresión.

 

La Igualdad ha puesto de manifiesto toda esta estrategia y por eso el machismo reacciona en sus dos niveles, el individual, con un incremento de la violencia que ha pasado de 400.000 casos en 2006 a 600.000 en 2011 (Macroencuestas). Y el social, con una nueva articulación del discurso dirigida a generar confusión, que es lo que hace el posmachismo con su estrategia dirigida a desvirtuar la realidad: la confusión genera duda; la duda, distancia; la distancia pasividad; y la pasividad, que todo siga igual y bajo el modelo tradicional.

El machismo está de guardia para defender día y noche ese espacio de poder que le da la desigualdad, y con él mantener sus privilegios y beneficios. No tiene sentido que ante una realidad tan objetiva como la de la violencia de género, con unos 600.000 casos de maltrato al año y 70 homicidios de media, no exista un posicionamiento mucho más firme y decidido de la sociedad. Ningún otro problema criminal alcanza estas dimensiones ni está construido sobre una injusticia enraizada en la propia estructura de convivencia social, por eso puede utilizar las trampas de lo cuantitativo, de la invisibilidad, del silencio, de la culpa o de la exculpación. Y por ello, a pesar de todo, sólo un 1% de la población considera que la violencia de género es un problema grave.

Cada 25 de noviembre la crítica al machismo y su violencia se alza sobre el recuerdo de sus víctimas... Por eso es un día especial y el único día que dura todo un año.

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