Otras miradas

Pueblo robado, pueblo recuperado

Pablo Félix González

Pablo Félix González
Consejo Ciudadano Municipal de Podemos Zaragoza

Un pueblo nos ha sido robado, nuestro pueblo. Y para recuperar la soberanía, el control común de nuestras vidas, hemos de recuperar nuestro pueblo. Es necesario reconstruir el concepto de pueblo y ligarlo a un relato en el que los protagonistas seamos toda la gente.

El grupo político que haga en este momento la narración de qué es y quiere eso que llamamos "pueblo" es el que va a hegemonizar sus proyectos y fijará el criterio para la definición de los derechos de la gente y las normas para su convivencia. Ese grupo político será la fuerza constituyente principal esté o no en el gobierno.

Pero ¿cuándo nos robaron el pueblo y cómo ha de ser este relato del pueblo que hemos de narrar?

El bloque de poder enajenó a las gentes de este país su derecho a la democracia desde el siglo XIX y les enajenó en el terreno de la cultura el relato de qué pueblo querían formar, para que no reclamaran el ejercicio de la soberanía que les correspondía. Se las "aculturó" para dejarlas listas para su colonización interior por las élites explotadoras dueñas del país.

El robo definitivo del pueblo lo ha estado cometiendo el "franquismo eterno" desde la guerra civil y hasta hoy mismo. Ese "franquismo eterno" ha expulsado del relato de lo español todo lo que no tenga tufo conservador, clasista, machista y sumiso. La única versión popular que se le ha ofrecido a la gente de abajo de "lo español" es un identitarismo cerril y semifascista. Y a quien no puede aceptar este yugo ideológico, se le hace sentir que no pertenece al pueblo, que su pueblo no es el español.

Para recuperar la soberanía hemos de recuperar para toda nuestra gente la voluntad de ser un pueblo. Pero para recuperar en el siglo XXI el relato de lo que es el pueblo tenemos que hacer dos cosas. La primera es que hay que identificar cuál es la necesidad que empuja a la formación de un pueblo. La segunda es que tenemos que deslindar dos conceptos que el siglo XIX fusionó o confundió: pueblo y nación.

La multitud de las personas es la que acaba formando un pueblo. Es la gente que sale a las plazas sabiendo al principio por qué lo hace pero sin saber aún para qué. Cuando esas muchas gentes tienen la voluntad de encontrar un proyecto común, una ciudadanía compartida definida por el descubrimiento y el disfrute de sus derechos, es cuando se convierten en un pueblo. Y entonces, cuando desean obrar colectivamente en libertad para construir sus derechos, reclaman la soberanía para  este pueblo.

La nación nos es sobrevenida; se asienta en la cultura recibida, difícilmente separable de un referente territorial. Cada cual siente con mayor o menor intensidad la fuerza de su identidad nacional y, en consecuencia, vive su identidad con mayor o menor fervor. Lo que define una nación, aunque evolucione con el tiempo, viene dado;  se pone en común porque ya es común en un territorio a quienes pertenecen a él. Son estas las personas que encuentran su identidad en esa nación de la que forman parte.

Se da a menudo por supuesto que la soberanía popular ha de coincidir con la identidad nacional. Eso es lo que hace la ideología nacionalista. Pero no, eso no tiene porqué ser así. Un pueblo puede ser uninacional o puede ser plurinacional.

Un pueblo se hace con proyectos que necesitan de un estado para realizarse. Las naciones son identidades a las que ese estado debe reconocer como derecho y, además, obligan al estado a articularse de manera coherente con ese reconocimiento. Porque lo común no puede pisotear lo personal y los derechos definidos para el pueblo deben incluir los derechos humanos colectivos de quienes tienen una identidad nacional. El estado confederal o federal, con una ciudadanía compartida, es la forma que puede tener el estado de un pueblo plurinacional.

El pueblo recuperado tal vez no será igual que el que nos robaron, pero seguro que será el que nos permitirá decidir el camino que recorreremos. Será un pueblo plurinacional y construido en torno a los derechos humanos que queremos defender. Será un pueblo al que ilusione pertenecer.

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