Otras miradas

Tres claves para entender el éxito de Marine Le Pen

François Ralle

Consejero consular de Français-es d’Espagne

François Ralle
Consejero consular de Français-es d’Espagne

El resultado de la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia es, una vez más, estremecedor. Observamos como el Front Nacional de Marine Le Pen sigue creciendo, cuestionando la vieja teoría del « techo de cristal » que le hubiera impedido tomar ciudades y regiones. Sacó 15% en las locales de 2011, obtuvo 17,9% en las presidenciales de 2012, en marzo de 2014 ganó 1546 concejales conquistando por primera vez diez ciudades medianas y pequeñas. Llegó a ser el primer partido con 25% en las europeas de mayo y en septiembre, obtuvo sus dos primeros senadores, signo de su banalización en la vida política hexagonal. A pesar del contexto muy peculiar de los atentados de noviembre, hay una dinámica de refuerzo continuo, que sitúa al Front National como única fuerza en dinámica y capaz de llegar a más del 40% de los votos en Provenza y en el Norte. Podría ganar en varias de las nuevas macro-regiones galas frente a un bipartidismo tocado y una izquierda alternativa atomizada. 

« Algo huele mal » en la República francesa. 

Es verdad que solo estamos hablando de la primera vuelta y que va a ser difícil que los candidatos de Le Pen superen el 50% el próximo domingo ya que se retirarán los candidatos del PS llegados en tercera posición. Pero en Provenza y en el Norte solo necesitan, los de Marine Le Pen, un 10% más. El Front National consigue obviamente superar el ámbito del voto de protesta, se impone como una fuerza transversal y transclasista y único outsider al bipartidismo. Algunos temen que siga creciendo, otros como el sociólogo Alexandre Deze, recuerda que el partido de los Le Pen ha tenido altos y bajos en los últimos 40 años, sin llegar nunca al poder.   

Intentemos descodificar la situación francesa en 3 claves. 

A. El Frente Nacional, un partido en (relativa) mutación

El Front National no es un partido reciente, lleva mas de 40 años en la vida política francesa, tejiendo redes, acumulando apoyos. Pasó por momentos muy difíciles en 2007 con una verdadera debacle en las elecciones generales, fagocitado por el UMP de Sarkozy. Lo que ha cambiado desde 2011 es la « desdiabolización » del partido, buscada por Marine Le Pen y su equipo, donde ahora destacan universitarios y antiguos altos funcionarios como el vicepresidente del partido Florian Philippot. Este último, originario del soberanismo de izquierdas de Chevénement, no duda en enturbiar el discurso tradicional nacionalista y xenófobo con calculados matices republicanos y « sociales ». 

La línea emprendida en estos últimos años ha sido la de dar la imagen de un partido más abierto que permita aglutinar otras fuerzas con la creación del « paraguas » Rassemblement Bleu Marine, así como la de suavizar el discurso con un trabajo semántico importante, sustituyendo las bromas racistas de Jean-Marie por las referencias de su hija a la laicidad o a la República incorporando incluso guiños a la necesaria intervención del Estado de bienestar. En esa operación de limpieza semantica, se habla del « movimiento » más que de Front National y se insiste sobre « Marine » más que sobre Le Pen. Esa orientación ha conseguido, seguramente, ampliar el nivel de apoyos al mismo tiempo que el partido sigue aglutinando descontentos y rabiosos de un país en crisis. 

En realidad, muchos relativizan esta muda y piensan que no va más allá de la invención de una Neolengua (lo que no es secundario en la era de la comunicación, además de muy eficiente, como lo saben los discípulos de Laclau). No se cambia un partido así y las numerosas declaraciones racistas pronunciadas por los candidatos en las elecciones provinciales lo demuestran. El Front National sigue siendo un partido cuya matriz central es la oposición de una parte de la sociedad francesa a la otra, defendiendo la « preferencia nacional » y repitiendo las mismas acusaciones a la inmigración o más bien a la gente de origen extranjero (inseguridad, paro, modales de vida incompatibles con los franceses...). Marine Le Pen, cuando se lee la letra pequeña de su programa, se opone a una subida del salario mínimo, reduce la presencia de los servicios públicos, principalmente, a la acción policial y a la seguridad. Aunque se hacen menos alusiones a la homosexualidad y se castigan las declaraciones homófobas, se sigue defendiendo una visión muy reaccionaria proponiendo el fin de la gratuidad del aborto. 

El Rassemblement Bleu Marine sigue siendo el Front National, articulando una nebulosa de fuerzas y organizaciones ultras difíciles de tapar. Se ha adaptado a la era de los medios de comunicación y de las redes sociales. 

2. Una Francia que duda y sufre

Por supuesto el auge del Front Nacional radica en un contexto de crisis profunda. Aunque no se haya llegado a los extremos de los países de Europa del Sur, el deterioro social y el aumento de la desigualdades es una constante desde los años 2000. Después de 10 años de gestión de la derecha y 2 años de Hollande, en Francia hay cerca de 10 millones de personas en situación de pobreza, 5 millones de parados y cerca de 1 millón de madres solteras que llegan en números rojos a fin de mes. La lenta y profunda precarización social se ha amplificado con la desaparición del diálogo social y marginación de los sindicatos. Hemos asistido a una constante represión de conflictos sociales como la criminalización de sindicalistas en época de Sarkozy, a los que Hollande no amnistió como lo había prometido, o más recientemente el caso del ERE masivo de Air France o de los recortes de derechos por la ley del actual ministro Macron, que fue impuesta según el procedimiento « 49-3 », sin debate ni voto parlamentario por miedo a una rebelión en la bancada del PS.  

De manera más general, los interesantes análisis del geógrafo Hervé Le Bras muestran que el voto FN no sube en zonas de inmigración (en periferia urbana) sino más bien en regiones periurbanas (la segunda corona urbana que se confunde con el espacio rural), espacios mal integrados e inestables y, sobre todo, de manera muy nítida según él, en las regiones de más desigualdad. Otra especialista del FN, la socióloga Nonna Mayer confirma la definición del éxito de la extrema derecha, el miedo del penúltimo hacia el último: « los electores del Front Nacional no son los más pobres, éstos se abstienen, pero son los que están justo por encima y tienen miedo de caer más abajo ». También hay que recordar que el FN, mas allá de este electorado popular, se ha fortalecido con la radicalización de parte del electorado de la derecha tradicional.

La crisis es más amplia todavía, es también intelectual. Sudhir Hazareesingh, autor de la comentada historia cultural « Francia, el País que ama las ideas » subraya la mediatización de una nueva generación de pensadores nacionalistas y sus escritos en torno a la « decadencia » y el repliegue de Francia. Ocupando el centro del espacio mediático autores como el sulfuroso Eric Zemmour (« El suicidio francés »), desmantelan sutilmente la idea de la cohesión republicana e insisten sobre la existencia de un « enemigo desde el  interior », jugando con el miedo de la « gran sustitución », según la expresión de Renaud Camus, otro pensador radical que pretende analizar la desaparición de los franceses reemplazados por una ola de africanos y magrebíes. Al mismo tiempo, se nota una marginación de los intelectuales de izquierda en el espacio público así como de los discursos de transformación social. Reina un amplio "pesimismo social". Emmanuel Todt ya analizaba en « Después de la democracia » una crisis importante de los valores republicanos que él atribuye ,en gran parte, al periodo Sarkozy, responsable de una gran porosidad de la derecha nacional hacia las ideas del Front Nacional.

En este contexto del largo plazo, en esta Francia que duda y sufre, la llegada masiva de los refugiados y los atentados de enero y noviembre han favorecido la sensación de incertidumbre y de miedo. Ha sido, indudablemente, un factor añadido favoreciendo a la vieja estrategia del Front National de asociar inmigración, extranjeros e islam con inseguridad.

3. La responsabilidad colectiva de los medios, del bipartidismo y de la izquierda alternativa

El sociólogo Alexandre Deze ha estudiado muy de cerca las evoluciones del Front Nacional y rechaza la idea de que haya cambiado mucho su ideología, su funcionamiento y sus objetivos. Insiste, en su caso, sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en el cambio de su imagen. No es nueva la presencia del FN en los medios. Ya se criticaba a los medios dominantes en los años 1980/90 por sus numerosas invitaciones a Jean-Marie Le Pen lo que les permitía lucrativos records de audiencias. Lo que ha cambiado es el trato amable al que están sometidos los representantes del partido nacionalista radical, el bombardeo de titulares sobre el FN, el tratamiento de Marine Le Pen en poses seductoras en portadas de Le Monde (véase el articulo en Público de Michel Soudais).

Este relato mediático omnipresente que pone el FN en el centro de la dinámica política, multiplica sus efectos en el contexto de la pésima gestión económica de los últimos gobiernos franceses de Sarkozy y de Hollande, dóciles alumnos de las políticas de recortes impuestas por la señora Merkel. La derechización de la política de Hollande, eligiendo como figuras centrales del gobierno al social-liberal Valls (quien no consiguió más del 5% de los votos en las primarias del PS) y al banquero Macron, es seguramente clave en la confusión política que se vive en Francia, en la alta tasa de abstención y en la desmovilización del electorado de izquierdas. Sarkozy por su parte hizo un calculo que funcionó en 2007. La estrategia « Buisson », consejero de Sarkozy que salía de las filas de la extrema-derecha intentaba desbordar al FN adoptando una parte de sus temáticas (polémica sobre el velo islámico, la obsesión de la hiperseguridad...). En realidad, esta asimilación de las temáticas de Le Pen ha permitido romper las barreras republicanas en el electorado de derechas donde se ha fomentado una porosidad creciente en el momento de votar. Aunque no se pueda comparar, el gobierno de François Hollande no está exento de responsabilidad. También han favorecido una banalización de las ideas de Le Pen, las salidas de tono de Manuel Valls sobre los gitanos Roms « cuyos modales » les impediría integrarse en la República o la gestión de la crisis de los refugiados o de los atentados con la idea de la destitución de la nacionalidad francesa a los terroristas con doble nacionalidad, reforzando la idea de que existe un « enemigo desde el interior ». El partido socialista, sobre todo, ha abusado del espantapájaros Le Pen para movilizar al electorado de izquierdas en torno al « voto útil ». Parece que esta estratagema funciona cada vez menos, en cuanto que ha favorecido seguramente el auge del FN como partido outsider para todo un electorado que ha visto aplicar políticas muy parecidas entre Nicolás Sarkozy y François Hollande (léase este análisis del balance del actual gobierno). 

En ese contexto donde la gente asocia la izquierda a las políticas fracasadas de Hollande, es difícil imponer una alternativa desde las fuerzas de la izquierda « real ». La palabra izquierda, ella misma se ha vaciado de contenido después de 3 años de recortes y reformas polémicas en el ámbito educativo y social. La atomización entre partidarios de Melenchon, del comunista Pierre Laurent o de la ecologista Emmanuel Cosse, la falta de imaginación, el fracaso del Front de Gauche, de las luchas de siglas y de figuras que solo piensan en la carrera presidencial encerradas en estrategias perdedoras (parafraseando a Pablo Iglesias), la incapacidad de promover una nueva generación de políticas y políticos innovadores como en España, acaban de dibujar este panorama preocupante. 

Pero no todo es pesimismo, Emmanuel Todt y Hervé Le Bras en el « Misterio francés » piensan que Francia no va tan mal, que el FN tiene sus límites y que por ejemplo, Francia matoneen una tasa elevada y esperanzadora de bodas mixtas entre migrantes o hijos de migrantes y franceses. El problema central, según ellos, es la falta de estrategia política a largo plazo y la falta de visión de futuro de los que gobiernan. 

Más Noticias