Otras miradas

Ada, t'estimo. Pablo, te quiero

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo

"Madrid puede volver a ser nuestra capital, dejó de serlo pero puede volver a serlo. Una capital del siglo XXI, que deje atrás el oscurantismo, el inmovilismo y el lenguaje de la amenaza. Queremos recuperarla con todos vosotros, necesitamos recuperarla el 20-D". Las palabras son de Ada Colau y las pronunció el pasado domingo en la Caja Mágica de Madrid, ante 11.000 personas. Entre ellas, Pablo Iglesias. Las redes sociales hirvieron inmediatamente, y no fueron pocos quienes desde Cataluña saltaron a la yugular de Ada, acusándola de subordinarse a la capital del Reino y no sé cuántas barbaridades más. En campaña, claro está, las sutilidades y los juegos de palabras no cuentan. Sólo vale el titular interesado y la tergiversación. Y claro está, algunos no han podido dejar escapar la oportunidad. Y yo me pregunto, no sin cierta sorpresa e indignación: "¿pero qué tiene de malo que Madrid y Barcelona puedan llevarse bien?".

El problema para ciertos sectores del independentismo es que la oferta de referéndum de Podemos e Izquierda Unida-Unidad Popular les desmonta el imaginario que llevan tanto tiempo creando, a través de medios de comunicación privados y también a través de los públicos, algo indignantemente escandaloso. Para estos sectores, cuanto peor, mejor. Cuantos más diputados saque el PP, mejor. Y quizá lo les falte razón: los datos demuestran que el independentismo crece (¡y de qué manera!) cuando el PP dirige el gobierno, máxime cuando lo hace con el rodillo de la mayoría absoluta. Que cada 11 de septiembre salgan a la calle centenares de miles de personas en Cataluña significa que algo pasa, por mucho que Rajoy lo niegue. Y algo gordo.

Pero, ¡vaya por Dios! Aparece un chico de Vallecas, con coleta y piquito de oro y va y nos dice que vale, que si él es presidente del gobierno convocará un referéndum vinculante para que los catalanes y catalanas decidamos. Lo ha dicho alto, claro y en repetidas ocasiones, pero en Cataluña aún hay gente que no quiere enterarse. Precisamente por lo que decía antes: porque les desmonta su imaginario. En la agresiva campaña electoral previa al 27 de septiembre Iglesias visitó varias veces Cataluña y lo repitió hasta la saciedad: "convocaremos un referéndum, Cataluña es una nación, tiene derecho a decidir". Más claro, el agua. Pero no, ni siquiera TV3 se daba por enterada.

En esta campaña, el discurso de Iglesias y su camaradería con Colau han irritado muchísimo a determinados sectores del independentismo. El caso de ERC es paradigmático: en los últimos días sus críticas más feroces han sido para Podemos e Iglesias. No para el PP, no para Convergència o como quiera que se llame ahora el partido de Pujol y Mas. El enemigo a batir es En Comú Podem, Podemos y Pablo Iglesias. Y por supuesto, Ada Colau. ¡Habrase visto! La alcaldesa de Barcelona y un dirigente político madrileño cortejándose mutuamente delante de miles de personas y ante las cámaras de televisión. ¡Dónde vamos a ir a parar! Si el "Ada t'estimo" de Iglesias ha levantado ampollas, imagínense lo que ha pasado con el "Madrid puede volver a ser nuestra capital" de Colau. Incluso la alcaldesa ha tenido que apresurarse a matizar sus palabras.

En Cataluña determinados medios de comunicación (públicos y privados), amén de los partidos políticos nacionalistas catalanes, han ido construyendo durante años un relato según el cual Madrid es el origen de todos nuestros males. Citar Madrid es citar la bicha. Vade retro. Quienes hemos tenido la suerte de vivir en esta ciudad, visitarla frecuentemente y tener buenos amigos allí, nos indignamos cuando se habla de Madrid con el desprecio de quien se cree en posesión de una superioridad moral de dudosa existencia. Y lo que es peor, cuando se pretende (interesadamente) construir un imaginario a sabiendas de que no se está siendo fiel a la realidad. Se trata de un recurso que Convergència ha utilizado con maestría desde hace más de treinta años. Y ha calado, vaya si ha calado. Para muchos catalanes viajar a Madrid representa una heroicidad, un acto de militancia resistente. El problema es que cuando pisas Madrid, cuando lo vives, te puedes dar cuenta, y esto es un peligro, que se te desmontan todos tus prejuicios. Luego podrás inventar que te cobraron de más en un bar porque hablabas catalán, que te insultaron por la calle.

Sé que no soy objetivo. Madrileñas son algunas de las mejores personas que he conocido y en la ciudad me siento como en casa. Y sé que mi visión de Madrid puede ser hasta cierto punto idílica. Pasé un año en la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense en Somosaguas, cuna de Podemos años después y un oasis para el activismo de izquierdas, pero soy plenamente consciente de que existen muchos Madrid. Ahora bien, espero que algún día se deje de ofrecer desde la televisión pública de mi país (Cataluña) esa imagen del Madrid autoritario, casposo e intolerante que representan Rajoy o Esperanza Aguirre. Porque ese no es mi Madrid. Ni el mío ni el de miles de personas, madrileñas incluidas. Y sí, recuerden de vez en cuando que la alcaldesa es una tal Manuela Carmena. Respeto.

Y bien, se acerca el 20-D. Una oportunidad de oro para ganar. Una oportunidad única para que la gente decente pueda tener una vida un poquito mejor. Una ocasión mágica para que Pablo pueda decirle a Ada "t'estimo" y para que mi alcaldesa pueda devolverle un "te quiero".

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