Otras miradas

El camelo de la Segunda Transición

Jordi Sebastià

Eurodiputado de Compromís-Primavera Europea 

Jordi Sebastià
Eurodiputado de Compromís-Primavera Europea 

Ahora toca hablar de la Segunda Transición. Nos ha pillado por sorpresa a los que estábamos esperando, cada vez más impacientemente, a que acabara la primera. No sabemos muy bien qué pasará con todos aquellos asuntos pendientes: la condena sin fisuras a la dictadura fascista de Franco, la asunción real de la plurinacionalidad del estado y la federalización como expresión política de esa realidad, la eliminación de Diputaciones y otros chiringuitos político-caciquiles, la derogación de leyes inhumanas como las que castigan a los desahuciados... Da la impresión de que abrir un nuevo capítulo sin cerrar el viejo es aplicar aquella estrategia tan literaria y sobada de cambiarlo todo para que todo se quede como estaba.

Y sin embargo la Segunda Transición se ha apoderado del debate político. Se sabe cómo funcionan estas cosas aunque es difícil saber quién es el primer responsable: alguien lo puso en la agenda, algún tertuliano lo citó, algún politólogo opinó al respecto y es posible que ya haya algún estudiante preparando una tesis doctoral. Los líderes políticos se apropian de la idea y ante la próxima contienda electoral pugnan por ser los guías de esa nueva etapa histórica de España. Argumentan sobre la idoneidad de su partido para dirigir un momento político tan importante y nos ofrecen las claves que ellos aplicarían en la era que comienza.

Pero no parece que las condiciones sean demasiado propicias a ese cambio tan crucial que nos venden. Las dos fuerzas políticas que protagonizaron la llamada Transición (habrá que decir ahora la Primera Transición) son las mismas que continúan teniendo mayor respaldo electoral. Durante el tiempo en que la una y la otra tuvieron responsabilidades de gobierno poco o nada hicieron para concretar aquellos temas pendientes así que uno tiende a pensar que tampoco ahora lo harán.

Claro que hay que estar atentos a esas fuerzas emergentes que desde los platós piden su espacio. Han recogido al elector desencantado, atraído magnéticamente por esos Fenómenos Electorales Mediáticos (FEM), que juegan bien con la audiencia, aupados por corporaciones mediáticas deseosas de jugar a ser Kane. Nadie duda de la potencia electoral de los FEM —mientras tengan el combustible mediático—, pero de ahí a considerarlos actores políticos capaces de pilotar una Segunda Transición...

Ese gran cambio tan anunciado no parece pues demasiado concreto, más bien otra pantalla para ocultar las miserias, las viejas y estas nuevas que han llegado con la austeridad, que molestan y mucho, porque sus responsables siguen ahí.

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