Otras miradas

Hacia la segunda vuelta

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo

En el sistema electoral español no existe formalmente la segunda vuelta, algo que encontramos, por citar un ejemplo muy conocido, en las elecciones presidenciales de Francia. En el país vecino, como sabemos, se vota en una primera vuelta la candidatura que se quiera, entre un abanico más o menos amplio, y después pasan a la segunda vuelta las dos opciones más votadas. En España, por primera vez desde la aprobación de la constitución vigente, han quedado convocadas automáticamente unas nuevas elecciones por el fracaso en la investidura de un nuevo gobierno. Vamos, políticamente hablando, hacia una segunda vuelta. Esta expresión tiene sin duda detractores en nuestro país, porque si nos ceñimos a la legalidad vigente queda claro que no se puede hablar de una segunda vuelta propiamente dicha. Pero opino que, en términos políticos, hay que hablar necesariamente de segunda vuelta. Y perdonen por repetir tantas veces en tan pocas líneas la misma expresión, pero es que tenemos que ser conscientes de a dónde vamos y qué nos jugamos en estas nuevas elecciones.

Los casi cinco meses que han transcurrido desde el 20 de diciembre han servido para confirmar, en primer lugar, que en el mapa político español se ha producido un terremoto sin precedentes. El bipartidismo ha quedado tocado de muerte y dependerá de los resultados del próximo 26 de junio que podamos hablar, por fin, de la defunción del turnismo de la segunda restauración borbónica. Cánovas y Sagasta, conservadores y liberales. Rajoy y Sánchez, PP y PSOE. Un bipartidismo que ahora cuenta con la muleta de Ciudadanos, algo que ha quedado meridianamente claro en estos meses de sainete político-mediático, con un Albert Rivera que ha insistido una y mil veces en su apuesta por una grosse koalition a la española.

Hablo de segunda vuelta porque el 20 de diciembre votamos entre diversas opciones, sin saber demasiado bien por qué pactos apostaba cada una de ellas. Ahora ya lo tenemos claro, y el 26 de junio podremos decidir si queremos un cambio político o no. Así pues, tenemos a un lado del tablero a PP, PSOE, Ciudadanos y los poderes fácticos económicos y mediáticos afines (que en realidad son quienes mandan, y mucho, sin que nadie los haya votado), y en el otro la gente del cambio (Podemos, IU, En Comú Podem, En Marea, Compromís y muchas más personas sin adscripción partidista que confluyen para ganar). No les quepa duda: la campaña se polarizará como nunca y la confluencia de la gente del cambio será el blanco de todos los ataques. Porque el acuerdo entre Podemos e IU les ha puesto a temblar. Porque saben que servirá para multiplicar y movilizar a mucha gente que reclama la unidad desde hace tiempo. Y recuerden: los poderosos no dudarán en hacer uso de todas las malas artes de las que disponen, falsedades y calumnias incluidas. La batalla ha comenzado, no hace falta más que leer las portadas de los diarios del establishment en los últimos días. Que ABC, La Razón o El Mundo se preocupen por la supervivencia de las siglas de Izquierda Unida no puede hacer más que esbozar una sonrisa en nuestros labios. Porque no lo olvidemos, la sonrisa no podemos perderla nunca.

Repito: nos dirigimos a una segunda vuelta. Y tenemos dos opciones: cambio o resignación, así de claro y de crudo. O bajamos la cabeza o la levantamos y nos ponemos a trabajar para ganar y echarlos.

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