Otras miradas

Brothers in arms

Pedro Pablo Mansilla Izquierdo

Médico

Pedro Pablo Mansilla Izquierdo
Médico

Hablando con un buen amigo, casi un hermano –desde luego en batallas políticas–, al que tengo de modelo de honradez por conocer de cerca su vida personal, cuyo pensamiento progresista es indudable para todo aquel que le conoce, y con una amplísima formación política labrada en una larga y brillante trayectoria en ese ámbito, percibíamos que los socialistas nos encontramos en una encrucijada, de la que no es fácil encontrar la salida correcta con los resultados electorales del 26-J en la mano.

Buena parte de la conversación versó sobre las dificultades de los socialistas para armar un sólido discurso que haga frente a las regresivas políticas de la derecha, más allá de su mero desprecio; sentimiento que en sí mismo –coincidíamos–no constituye ninguna política.

El PP, un devoto del poder taumatúrgico del paso del tiempo, sólo ha dejado de confiar en ese remedio cuando los graves problemas económicos y de bienestar social le han forzado a combatir la parálisis con un electroshock ideológico: ultra liberal, en el primer caso, y cicatero en la defensa de los logros obtenidos, en el segundo.

La reforma laboral, el rescate de los bancos, entre otros problemas económicos que nos asolan hoy, se han abordado con medidas que hacen palidecer las políticas neoconservadoras del Tea Party. Con respecto a las políticas sociales, la respuesta ha sido de una gran insensibilidad, en la que ha prevalecido una indiscriminada reducción de servicios y presupuestos guiados por valores confesionales y de credo propio, más que por una jerarquización de esfuerzos en función de las necesidades más perentorias. Este somero análisis de las políticas neoliberales lo asumíamos ambos sin el menor desdén por los millones de personas que las apoyan. Personas con la misma legitimidad que aquellos que creemos que tales políticas deben ser inmediatamente superadas.

También comentábamos con perplejidad la aceptación acrítica de las propuestas populistas entre las personas progresistas. Hoy es una verdad empírica para el más biempensante de los españoles que Podemos aspira a saprofitar al PSOE, aunque en el último lance electoral no lo haya conseguido tal como barritaban las encuestas. No nos cabe la menor duda de que volverán a la carga, con una nueva invención cínica, como su súbita adscripción socialdemócrata.

Hay quien justifica el discurso de Podemos arguyendo que no son un partido político a la usanza de nuestro sistema constitucional, sino que es una expresión más o menos organizada del descontento social. Ambos temíamos que dar por bien intencionadas sus propuestas es un gravísimo error político porque se les facilita el acceso al sistema al que, una vez dentro, no dudaran en manipular (la vieja táctica trotskista del entrismo). Esta afirmación no es una inferencia voluntarista por nuestra parte, sino consecuencia directa de la formación, procedencia y experiencia política de los líderes del batallón quintacolumnista "asalto a los cielos". El primer objetivo de su hégira gramsciana consistía en lanzar televisivamente la "verdad absoluta" populista, que ellos propalan con engaño para ocupar nuestro espacio político.

Nos preguntábamos my brother in arms y yo sobre las razones estratégicas que detiene al PSOE a salir en tromba a desmontar tanto la arrogancia liberal como el oportunismo populista. Tal vez, pensábamos, que se debiera a una cierta mala conciencia por los errores cometidos o, quizá, por una insuficiente convicción política en las propuestas socialdemócratas. España necesita más que nunca las recetas pragmáticas y moderadas de esa ideología (impulsora del entramado de protección social que hoy disfrutamos) para desafiar las bravuconadas reaccionarias e inmovilistas y las soluciones populistas tan mágicas como falsas. La pretendida polarización de la política española entre el PP y Podemos es tan carente de razón política como ajena a los intereses mayoritarios. Esta curiosa dicotomía nos hacía sonreír recordando el rompecabezas que planteó Isaac Asimov en su libro divulgativo 100 preguntas básicas sobre la ciencia: "¿Qué ocurriría si una fuerza irresistible se enfrentase con un cuerpo inamovible?" La respuesta consistía sencillamente en que las leyes de la lógica no lo permiten. Los socialistas de hoy están llamados a evitar que estas falsas dialécticas atosiguen a los españoles con argumentos enfrentados tan absurdos como el que refleja la cita.

Nos hería de igual modo el injusto papel de comparsa, de invitado de piedra, que una buena parte de los medios televisivos están haciendo desempeñar al PSOE al jalear una polarización perniciosa. El PP, enquistado en la herencia recibida y en la austeridad a ultranza (no para el Gobierno, sino la que éste impone por la fuerza a los más desfavorecidos), pretende renovarse con un nuevo Gobierno en precario, y Podemos, un movimiento browniano a medio camino entre la trinchera de Sendero Luminoso y el poder absoluto de la "patria", propone una jerga política sin contenido para formar un Gobierno creíble y capaz. Ninguna de las dos propuestas pueden ser ventajosas frente un proyecto socialdemócrata bien estructurado que impulse el crecimiento económico y bride la austeridad a lo superfluo y proteja lo esencial que nos equipara a todos como ciudadanos libres y dignos, hijos de nuestro tiempo y de la Europa a la que pertenecemos.

Creemos que no está de más alertar sobre el riesgo para la coherencia institucional que conllevan los discursos negacionistas y contradictorios. Cerrar la puerta al vecino de la derecha (aunque sus políticas lo merecen) del edificio constitucional es, además de un gesto de cierta intolerancia democrática, un error de estrategia en un panorama representativo tan fragmentado como el salido de las urnas. Insistimos, también, en la necesidad de cuidarse de los Idus de marzo populistas que, aunque debilitados tras la elecciones, no renunciarán al cambio de la relación de fuerzas con el bypass socialista. Esta estrategia diletante, cuando la aritmética parlamentaria no ayuda, deja al PSOE sin opciones reales de hacer, no ya política socialdemócrata, sino política a secas, conveníamos.

Por otro lado, detectamos que los discursos osados y tremendistas pesan más que los análisis finos y comprometidos. La idea de una España quebrada deja las propuestas moderadas del PSOE en una posición dialéctica muy difícil para afrontar la crisis económica.

En efecto, la crisis económica necesita sobre todo soluciones para disminuir el desempleo y mejorar los salarios. Ninguna de estas dos cosas se consigue sin crecimiento económico y para ello se precisa inversión pública y privada, lo que requiere, a su vez, de un marco estabilidad fiscal que permita generar ingresos tributarios y garantizar la seguridad jurídica (Rule of Law) a empresas, autónomos y emprendedores que movilicen el empleo. Ahora bien, para conseguir esta mejora económica hay dos vías: la neoconservadora y la socialdemócrata. Las recetas que solo prescriben expansión del gasto a la espera de que surja el keynesiano "efecto multiplicador" (ya que ese esfuerzo fiscal en una situación de crisis severa no va al consumo sino al ahorro) están fuera de la realidad nacional, de la UE y sobre todo de las exigencias de la economía global. Por tanto, el debate real en el campo económico sigue siendo tras las elecciones una confrontación derecha-izquierda, por más que algunos apresuradamente hayan dado por muerta esta dialéctica.

La derecha plantea la limitación del gasto por la vía de limitar derechos. Este planteamiento se basa en un sentido de la justicia social vaga y controvertida, que compensa con un canto a la libertad individual, por encina de los disgregadores artefactos sociales, dicen ellos. Los gobiernos conservadores sólo reniegan de estas políticas cuando se pone en riesgo el propio Estado de derecho o cuando han sido forzados por las fuerzas del progreso. Cuando estos contrapesos no existen, sus propuestas tienden a la anarquía achicando los poderes públicos (The Minimal State) con las políticas regulatorias mínimas imprescindibles para salvaguardar el libre mercado.

La socialdemocracia, por su parte, además de limitar esa veleidad liberal, plantea un discurso moral de intolerabilidad a las agresiones sociales y de regeneración de las clases medias y de restitución de lo perdido por las clases trabajadoras. Esa política se ha basado en una capacidad contrastada de redistribuir los frutos excedentes del éxito económico. Mas cuando el crecimiento económico no se produce, la socialdemocracia se encuentra con su hemisferio izquierdo (redistribuidor) paralizado y su voluntad atada por la responsabilidad política; respuestas que resultan absolutamente insuficientes para una situación tan critica como la que la crisis y las políticas neoliberales nos han dejado. Esta circunstancia resulta tanto más injusta por cuanto la realidad de la ejecutoria política del PSOE en el poder ha sido la de aumentar salarios y prestaciones económicas a la mayoría de los trabajadores, y en cuanto a lo social se refiere, en reconocer derechos y hacer políticas de inclusión de las minorías.

El PSOE se encuentra en una posición endiablada: acusa el coste de no haber podido obligar al PP al mantenimiento de las políticas sociales y padece en carne propia la radicalización de los electorados de izquierda como consecuencia del fundamentalismo de la derecha. El PSOE pierde su espacio político cuando no cumple el papel de integración social sujetando a los liberalismos egoístas y conteniendo el izquierdismo estéril. En este contexto, los brothers in arms reivindicábamos la brillante historia de la socialdemocracia española, apelábamos a que no se desprecie su legado y, por supuesto, insistíamos en no dejar que se tergiverse su contenido ideológico. Y concluimos afirmando la vigencia del Partido Socialista Obrero Español como estructura que cohesiona España, que promueve la mediación política y social entre opuestos y que genera propuestas efectivas de progreso para las capas más desfavorecidas y vulnerables de la sociedad. En suma, reivindicamos la actualidad del discurso político socialdemócrata.

Si algún mérito tienen estas reflexiones es tuyo. Gracias, Juan. Fuiste un gran alcalde de Madrid y sigues siendo una buena persona y un buen socialista.

 

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