Otras miradas

Hillary: una mujer a punto de alcanzar un sueño

Euprepio Padula

Coach experto en liderazgo y Colaborador habitual en diferentes medios de comunicación. Escritor del libro ‘El coaching del Peluche Rosa’

Euprepio Padula
Coach experto en liderazgo y Colaborador habitual en diferentes medios de comunicación. Escritor del libro 'El coaching del Peluche Rosa'

El triunfo rotundo de Hillary Clinton frente a Donald Trump en el primer debate presidencial para las elecciones americanas del próximo 8 de noviembre eleva la emoción en estas últimas semanas de una campaña que, seguro, pasará a la historia como una de las más reñidas, mediáticas y también desconcertantes en la historia. Las excentricidades —o directamente ‘locuras’— de Trump, frente a la seriedad, disciplina –algunos dicen que ‘frialdad’— de Clinton.

El populismo barato e indiscriminado de Trump frente a la oligárquica serenidad y distancia de Hillary Clinton. Pero... ¿Quién es realmente esta candidata que aspira a convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos? "Fría", "calculadora", "mentirosa". Son acusaciones recurrentes contra ella. ¿Es realmente así?

Sus comienzos: una abogada de éxito

Nacida en Chicago en 1947, Hillary se licenció en Derecho en Yale en 1973. Y cuando todavía no había cumplido los treinta años se casó con Bill Clinton y se mudó a Arkansas, donde su marido inició su carrera política. Allí fundó un bufete para defender los derechos de los niños. Después trabajó para la ‘Rose Law Firm’, uno de los bufetes más antiguos y prestigiosos de Estados Unidos. Y llegó a convertirse en uno de los cien abogados más influyentes de Estados Unidos.

Con estos precedentes, para alguien como ella, incluso la meta más alta debería ser algo sencillo. Teóricamente, Hillary Clinton tiene todas las cartas para ser la próxima presidenta de Estados Unidos: reputada ex-senadora, abogada de éxito, esposa de un ex-presidente, secretaria de Estado que durante su mandato ha visitado 112 países en los que ha recorrido 956.733 millas demostrando siempre un profundo conocimiento tanto de la política más ‘doméstica’ como de los más intrincados asuntos de la política exterior: "Puedo decir con seguridad que no ha habido ni hombre ni mujer mejor preparados para ser presidente de Estados Unidos", ha dicho de ella Barack Obama. Su adversario, Donald Trump, es un hombre sin un solo día de experiencia en la vida pública, que ha insultado a casi todos –mujeres, mexicanos, musulmanes... incluso a veteranos de guerra– mostrando señales de un serio desequilibrio mental y que es valorado negativamente por un 58 % de la población.

Hasta hace seis semanas, las encuestas auguraban una aplastante victoria de Clinton. En este momento, las cosas han cambiado, y a pesar del desastroso primer cara a cara, ambos están a la par y algunas previsiones hacen incluso que podamos llegar a considerar lo que parecía inimaginable: una victoria de Trump. ¡Sondeos! ¿Quién se fía ya de ellos? Digamos que será una batalla reñida, NO tengo ninguna duda.

Las ‘taras’ de Hillary: ¿artificial ?, ¿elitista?

¿Por qué a Hillary (tanto partidarios como detractores la llaman así) le cuesta tanto alcanzar la meta? Existen varias razones. La mala suerte no es la menor. Ya en 2008 era claramente favorita, pero se enfrentó al reto de batir, en aquella históricas primarias demócratas, a uno de los políticos más carismáticos y con mayor talento de la historia, aunque con mucha menos experiencia: Barack Obama.

Clinton corre ahora el riesgo de ser ‘atropellada’ por esa marea populista que perturba la política mundial. Una tendencia en la que la inexperiencia, la zafiedad o la excentricidad de algunos de sus exponentes no se ven como deméritos sino como signos de ‘autenticidad’.

Otras razones tienen que ver con su compleja personalidad. Hillary, es una idealista que ha dedicado su vida a causas nobles, pero que, para una parte de la sociedad norteamericana, resulta calculadora y oportunista. Una mujer que, según sus colaboradores, es calurosa, leal y divertida en privado, pero que en público resulta distante, inaccesible y artificial: "Por si no os habéis fijado, yo no soy un político natural como mi marido o el presidente Obama", declaró Hillary hace algunos meses. Su fuerza es de otra naturaleza: una gran inteligencia y una preparación excepcional.

...y, ¡ay!, el "pecado" de ser mujer.

Cabe añadir la dosis habitual de misoginia a la que están expuestas las mujeres en política. Los estudios demuestran que la ambición es considerada una característica positiva para un hombre, porque le hace más carismático, mientras que en una mujer resulta antipática.

Hillary, a menudo, ha tenido que aguantar estoicamente la actitud misógina de buena parte de la América profunda. Decisiones como mantener su apellido de soltera tras su matrimonio con Bill Clinton y una vez que su marido llegó a ser gobernador del muy-conservador Estado de Arkansas fueron en su día muy polémicas. Sólo cuando Bill fue castigado por sus votantes, tras su primer mandato, Hillary Rodham cambió de nombre, convirtiéndose en Hillary Rodham Clinton: "Un apellido no vale el cargo de gobernador", confesó entonces a unos amigos. Bill fue reelegido y ella nuevamente criticada, en esta ocasión por seguir trabajando en un importante bufete de Arkansas: "¿Hubiera debido quedarme en casa preparando galletas y haciendo el té?", declaró en 1992 cuando alguien volvió a recordarle aquellas críticas. La respuesta fue también demonizada. A un hombre jamás se le hubieran pedido explicaciones por haber tenido éxito en su carrera.

Refiriéndose a las cualidades de su mujer, Bill Clinton dijo en cierta ocasión que, votándole a él, el ciudadano obtendría un "dos por uno". Una vez elegido, cometió el error de presentarla como a una especie de co-presidente no-elegido y concederle un encargo trascendental: la reforma sanitaria. El plan no llegó al Congreso por un voto; en parte porque los representantes se sintieron suplantados.

Hillary: ¿un ‘animal político’?

Tras el escándalo Lewinsky, Hillary se presentó como senadora por Nueva York, estado con el que tenía escasos vínculos. Venció, con determinación y una descomunal preparación. Todos coincidieron: fue una senadora excepcional y combinó el dominio de los problemas de Nueva York con el de los grandes asuntos nacionales e internacionales. Lo mismo hizo tras su derrota frente a Obama en 2008, sorprendiendo al aceptar trabajar para el hombre que le había vencido. Su índice de aprobación al cesar como secretaria de Estado fue de un 69 %: excepcional en un país tan dividido. Pero ser responsable de Exteriores y ser presidenta son cosas diferentes. Muchos americanos aceptan sin problemas a una mujer como ministro pero la idea de una mujer en la presidencia ha desencadenado una resistencia sorprendente: "Trump the bitch!" ("Machacad a la perra!"). Un juego de palabras —con el nombre de Trump—  que se ha convertido en uno de los eslóganes que expresan el odio hacia Clinton y la misoginia que domina, aún hoy, la política norteamericana. La diversidad de género y de raza son las dos grandes fracturas que dominan la política americana y que pueden ser clave para aupar Hillary a la Casa Blanca.

La Hillary ‘mas cercana’... y la más lejana.

Para colmar este déficit de simpatía, Clinton –y su entorno– han intentado cambiar su imagen decenas de veces: nuevo corte de pelo, ropa distinta... "Cada vez que quería mover algo de las primeras páginas de los periódicos sólo hacía falta que cambiara de peinado", bromeaba Clinton ya en 1996. La prensa nunca hubiera dedicado tanto espacio al aspecto de un hombre en el poder.

En los últimos meses Hillary ha cometido un gran error, estuvo más de 275 días sin dar una sola rueda de prensa, hasta a cuando no ha sentido el aliento de su adversario soplar por su melena no se ha puesto "las pilas". Es una de las cosas que destaco de su liderazgo, funciona mejor cuando se siente presionada que cuando está relajada. Es tan perfeccionista y auto exigente que puede rendir más que nadie en una lucha cerrada.

Nadie duda a esta altura que la tendrá. Los próximos dos debates serán decisivos y tendrá un adversario mucho menos moderado y respetuoso que en el primero. Ahora Trump sabe que tendrá que jugar tan "sucio" como solo él sabe.

Hillary mantendrá su estilo y... al final, todos esperamos que pueda triunfar por el bien del mundo y para que el populismo de Trump no desencadene un efecto dominó en el mundo entero.

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