Otras miradas

La circense gestión del lobo en España

Elena López Granadino

Responsable de ANADEL

Elena López Granadino
Responsable de ANADEL

 

Varios factores hacen de la gestión del lobo en España un espectáculo dantesco.

Por un lado está la legislación en la que la figura del lobo está sometida, diferente según territorios (norte/sur Duero) e incluso comunidades. Una especie de limbo normativo a falta de una legislación homogénea, que facilita la diferente interpretación según a quién le convenga. La ambigüedad abre muchas posibilidades a la manipulación.

Por otra parte, la absoluta desidia de las Administraciones en querer solucionar un conflicto y afianzar la población de lobo ibérico. Recordemos que en Portugal está ya totalmente protegido, en esto van por delante los compañeros lusos. Sin embargo, en España sólo encuentra esta estricta protección por debajo del río Duero, con algunas excepciones.

Estas excepciones están marcadas por la Directiva Hábitats desde Europa, no tienen nada que ver con la interpretación que se hace en España de dicha directiva, con lo cual nuestro país incurre en la ilegalidad cuando mata lobos por debajo de la línea del Duero una y otra vez (el último en Ávila este mismo mes). Excepciones que se convierten en norma, infringiendo varios Anexos, ya que no existe un estado favorable de conservación del lobo bajo el Duero como dicta y exige la Directiva Hábitats. El hábitat no es favorable, ni existen estudios a largo plazo de los grupos que lo confirmen. Los lobos son sistemáticamente exterminados de forma ilegal y con capturas "legales" injustificadas, puesto que nunca se demuestra que sean necesarias y que haya ausencia de otras medidas satisfactorias. Todo esto lo impone la normativa europea y no se cumple.

Otra parte importante del espectáculo llega de manos de la Justicia, que dista de serlo, y dificulta el intento de buscar objetividad y responsabilidades en las muertes ilegales de lobos. Hay asociaciones inmersas en procesos judiciales para dar castigo a los furtivos que acaban con la vida de lobos, incluso los estrictamente protegidos, a las que la Justicia obstaculiza el proceso pidiendo fianzas desorbitadas o alegando que no hay pruebas, a pesar de que el Seprona confirma esas muertes.

Cuarta parte del circo: los medios de comunicación empeñados en seguir el juego a los sindicatos ganaderos y al sector cinegético; ambos se llevan parte del "botín" del lobo, ya sea en forma de indemnizaciones o trofeos. También lo hace la Administración de forma indirecta, en esto y en forma de proyectos LIFE. Por supuesto no quiere decir que no haya que pagar indemnizaciones justas, pero es importante que salga a la luz la picaresca existente en casos como el de los más de 300 ganaderos imputados por estafa en Asturias hace un par de años.

Para colmo, todo esto está salpimentado con escenas de perros sangrando abatidos en cacerías al haber sido confundidos con lobos, cabezas de lobos colgadas de puentes y señales, otros aparecidos bajo coches en estacionamientos o lobos decapitados que se "regalan" a los agentes medioambientales.

Hay temas recurrentes en la prensa como la inseguridad (falso) o el desmesurado crecimiento de la población lupina (falso). Según la comparación de los dos censos nacionales de 1986/88 y de 2014/16 las manadas sólo aumentaron en tres grupos.

Los censos son otra pata importante de este banco, pues asumen un número elevado de lobos por manada (7 a 10 o incluso más lobos). Algo erróneo puesto que no se tienen en cuenta ni la época en la que se realizan (reproductora) ni la mortalidad de cachorros en esta estimación. Incluso en el último censo de Castilla y León, hay grupos que se dan como reproductores y no lo son, llegando a esos 1.600 lobos que se establecen. Bastante importante es esta forma de "contar" lobos porque en base a ella se establecen los cupos de lobos a matar.

Más circo hay dentro de los Parques Nacionales donde, por cierto, también se mata al lobo de forma inconcebible. No puede ser que la actividad humana prevalezca sobre la biodiversidad existente. La ganadería se expande a sus anchas sin control, modificando, contaminando y erosionando el paisaje. No hay medidas de prevención que se adapten a la presencia de depredadores. No hay perros que vigilen, no hay presencia humana con el ganado, ni siquiera en los partos de los animales, no hay recogida nocturna...

El ser humano debe adaptarse al entorno en el que realiza su actividad y no al contrario.

Mientras todos los actores que rodean a la gestión del lobo no comprendan que se trata de una especie fundamental, necesaria e insustituible por el papel controlador y de saneamiento que realiza en el ecosistema, que no se puede maltratar ni matar de una forma indiscriminada e irracional basada en limbos normativos, ilegalidades, datos inflados, supersticiones y mentiras, al lobo lo iremos perdiendo progresivamente.

Lo más triste de todo es que no hay conciencia de que los humanos también formamos parte de esta cadena. Dañar la biodiversidad es dañarnos a nosotros mismos. Ella a nosotros no nos necesita, pero nosotros a ella sí.

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