Otras miradas

Entre restauraciones, progresismos populistas y huelgas antisistema (1)

María García Yeregui

Profesora de historia e investigadora en ciencias sociales

María García Yeregui
Profesora de historia e investigadora en ciencias sociales

Estruendosa tormenta caía sobre Buenos Aires en la noche del miércoles, como si la tierra pusiera culminación simbólica a tres jornadas intensas de movilización masiva, de toma de calle, de huelgas, de medidas de presión de las bases, desde abajo y a la izquierda. Porque, como cantaba Pablo Guerrero en los 70', "tiene que llover a cantaros", ayer, hoy, mañana y "hasta la victoria siempre", gritaban los militantes, también en aquella década de los años 70s, cuando clamaban el grito de "presentes" por los compañeros que ya no estaban, que habían sido asesinados, por el orden social imperante y sus regímenes; tal y como en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (remunerada o no, explotada siempre) clamamos las feministas de todo el mundo: "somos el grito de las que ya no tienen voz".

Las tres contundentes jornadas consecutivas de movilización arrancaron el lunes con la huelga y manifestación de miles de profesores y maestros. El curso comenzaba, sin comenzar aprendiendo de la movilización. La huelga general educativa fue convocada contra la medida del gobierno macrista, para defender los derechos salariales de los trabajadores de la educación pública, los dos primeros días del curso lectivo.

Pero las luchas se aúnan y la convocatoria de huelga pasó a tres días en nombre de la unidad: secundando el Paro Internacional de Mujeres de este 8M. Mujeres sobre cuya explotación y muerte el capitalismo, en simbiosis necesaria con el patriarcado, se reproduce. Miles y miles de mujeres tomamos de nuevo las calles del centro porteño, toda la tarde y hasta la noche, marchando contra el machismo y el patriarcado.

Los docentes bonaerenses alargaron un cuarto día de paro, dando el testigo de unidad al otro lado del charco, a la huelga convocada contra la LOMCE y su neoliberalismo educativo, resistiendo el plan de vaciamiento de nuestros centros. Vaciamiento insostenible el que sufren desde hace décadas en la escuela pública argentina, pese a una resistencia fuerte a los planes de inequidad sistémica de la OCDE, porque ya se sabe: las crisis económicas, el despojo en las periferias del sistema no perdona.

El martes se tomaron de nuevo las calles con una manifestación masiva de las centrales sindicales de los trabajadores. Movilización que hizo el centro porteño suyo desde la mañana hasta bien entrada la tarde: alrededor de 200mil personas. La dirección sindical quiso canalizar la indignación que apuntaba a expresarse masivamente el 8M, pero les salió el tiro por la culata y sumaron tres días consecutivos de movilizaciones masivas. En el cierre del acto, en el calor de la calle y la plaza, las bases desbordaron una vez más en la historia a la dirección, y se evidenció la exigencia del anuncio de una fecha para la huelga general.

Una vez más, la medida de fuerza histórica de la clase currante, la huelga, por el derecho al trabajo y la vida, contra la explotación, se alza contra el ajuste del gobierno de Macri, "recibiendo" al presidente tras su papel protagonista en la grotesca pompa mediatizada con los poderes de la quasi 3° Restauración española. Siguiendo con la larga tradición de las elites argentas: sublimando su eurocentrismo racial y clasista con su actitud servil, pero privilegiada, hacia los imperios caídos del viejo continente. Un ajuste gestionado directamente por las oligarquías republicanas -sin mediaciones políticas y por primera vez sin usar el golpe de estado militar, después de haber necesitado media docena- en beneficio de la acumulación de capital de un triunvirato conocido: el agronegocio -responsables de los 13 millones de personas afectadas por el glifosato, desde la década neoliberal del menemismo, e in crecendo durante todos los años del gobierno progresista nacional y popular- junto a la megaminería, la banca junto a las finanzas especulativas y las gestoras de los servicios públicos.

Con semejantes intereses algunas de sus tácticas de presión, dirían populistas, quizás sería interesante denominar ciudadanistas, del gobierno se han hecho visibles. La gobernadora de Bs As (una de las manos derechas del presidente nacional: primogénito de uno de los empresario que multiplicó sus negocios con la política económica de Martínez de Hoz, durante la última dictadura cívico-militar) escondió en el buenismo del voluntariado al esquirolaje más clásico: buenos y abnegados ciudadanos sustituirán voluntariosamente a los egoístas y díscolos huelguistas que hieren a la comunidad. Y así vemos que en el conflicto la derecha retorna con lo viejo, travestido con nuevas tácticas discursivas.

Siempre aprenden, y con las masas habiendo entrado en el juego político del ejecutivo y el legislativo, y una buena parte al consumo, no podían hacer otra que refinarse con una operación, vieja, que en realidad el mercado encumbró con gran éxito desde, y no por casualidad, los años 60s: tomar las consignas y significaciones de las movilizaciones sociales de los países de su órbita y resignificarlas dentro de su marco simbólico, material e ideal. Es aquí donde discutimos radicalmente con considerar "la adopción de una buena parte de los lenguajes de las fuerzas progresistas latinoamericanas" por parte de los nuevos gobiernos de derechas como una "victoria cultural" (Errejón): menuda ha sido la "victoria cultural" de la libertad, robada, hasta hacerse carne para el mercado. Los macristas pueden llamar al esquirolaje voluntariado y Coca-Cola puede adoptar la cosificación de los lemas sesentayochistas y conseguir de esta forma borrar los significados originarios por fuera del mercado y mayor acumulación de fuerza simbólica efectiva, hasta desembocar en la reificación del pensamiento único adosado a la constitución del ser de sujetos contemporáneos, mientras mata a sindicalistas en Colombia. En el caso de los "voluntarios esquiroles" del gobierno de Vidal -esquiroles por ideología y no por paga, toda una muestra de hegemonía discursiva e identitaria acumulada-, éste consigue obtener mayor legitimidad para una parte de la población y su sentido común. Consideramos pues que la hegemonía sigue estando no exclusivamente en el plano discursivo ni en la contingencia del poder político (al contrario de lo defendido por el renombrado Laclau en su relectura de Gramsci) sino también en las estructuras de poder material y propiedad de capital a nivel global, tras la era neoliberal y la globalización capitalista, entre las que se incluyen por supuesto la construcción de consenso y hegemonía discursivo-propagandística.

No hay más cera que la que arde, incluso en tiempos de la compleja posverdad mentirosa: el cinismo del discurso de Macri en la apertura legislativa, con su llamado hueco a la unidad nacional en forma de "todo es posible juntos", en supuesta contraposición al relato K, no tiene límites. Pero la verdad es que el famoso "crecimiento a tasas chinas" del denominado "modelo nacional y popular" estuvo sustentado en el consumo a través del endeudamiento bestial de los asalariados y la competitividad a través de la ya citada sojización, hasta que los precios en los mercados bajaron. Ninguna transformación estructural de la economía, ni reducción de la pobreza por debajo de la década del 90. Funcionalmente fue el modelo de dependencia económica del nuevo expolio neocolonial de recursos para esta zona del mundo: el modelo extractivista (Machado Aráoz).

El discurso se cerró con el "giro emotivo" (marcado desde diversos ejes del sistema en su nueva etapa científico-ideológica) para dar paso a los gritos: "sí se puede". Ya ves, la coalición Cambiemos es el gobierno "del cambio", por estos lares, copiando hasta las consignas más identitarias. Esta sí es la victoria hegemónico-ideológica que nos dejó de herencia la posmodernidad.

Macri es "el cambio" en función de ese conocido y claramente endeble eje de "lo nuevo vs. lo viejo" en el terreno electoral, que en el marco nacional argentino funciona contra el peronismo. La verdad es que una cosa es que las palabras no tengan un significante fijo, construido en dialéctica con el contexto, faltaría más; y otra que no tengan raigambre histórica, resistiendo parcialmente a la velocidad y movilidad posmoderna, y que, por ende, al contrario de lo que parece, es que la cáscara de nuez marketinera coyuntural pueda marcar un eje algo duradero sobre el que construir respuestas contra la hegemonía de un régimen político, más allá de la inflada "ilusión generacional". EN especial cuando dichos ejes priorizados excluyen otros del imaginario de resistencia en la articulación política de bloque.

Así un presente hegemónico de lo que ha sido el pensamiento único a partir de los 90' -la victoria del sistema capitalista configurado en el siglo XIX- parece haber sepultado, junto a muchos cuerpos, la posibilidad de concebir una estrategia verdaderamente emancipatoria, anticapitalista. Más cuando escuchamos que "las políticas socialdemócratas en este contexto se convierten en revolucionarias". Otra demostración de la hegemonía liberal: convertir el contenido reformista en revolucionario en función de la economía política, sin hablar de ruptura ni procesos transicionales.

El marco histórico encuadra las causas y las continuidades estructurales de hoy, siempre acompañadas de poderosas diferencias formales, mientras en la superficie actúa la grotesca farsa generando una suerte de "realidad concebida" sin pensar en la existencia del inconsciente político (Jameson) y sus operaciones de ocultamiento y represión que debemos romper para tomar conciencia. Por eso, menos sorpresas y explicaciones en base a categorías como "la madurez" en lo referente a las resistencias argentinas a la ofensiva de la derecha en el gobierno. Es importante, creo, resistirnos a desembocar en el idealismo de los sujetos como reacción al llamado esencialismo determinista. Como dice Federici: "necesitamos una visión estratégica más allá de la manifestación". Sin olvidar que el poder no se ciñe a los "significantes flotantes", como todos sabemos, la guerra es su método. Macri apuntó a combatir el narcotráfico y lo hace en un contexto de criminalización de la pobreza conectada a la estrategia de una psicosis por la seguridad. Ahí están de enseñanza gore las operaciones trazadas sobre Colombia y México.

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