Otras miradas

Borracha de 8-M

Marta Nebot

Periodista

Marta Nebot
Periodista

En esta resaca del Día Internacional de la Mujer, como en todas, una se siente mareada, confusa, contenta y no tanto. Las informaciones que hablan de todo lo que queda por conseguir se mezclan con las imágenes de tantas mujeres en las calles haciendo demostración de fuerza junto a los hombres que también creen en el ser humano, sin distinción de género, celebrando la pelea compartida, las ideas que nos hacen mejores y no sólo a nosotros mismos. Esas imágenes de alegría en la batalla, de la fuerza de la unidad, se mezclan también con debates televisivos rápidos, superficiales, de zapping continuo. Hace tiempo que la televisión empezó a hacerse autozapping para prevenir que el espectador mire para otro lado. Ningún tema puede durar más de cinco minutos, ningún análisis sin punch line y aplauso correspondiente cada cuarenta segundos; lo llaman tertulias pero no pueden serlo con tiempos tan medidos y los temas de mujeres no se han salvado de esta patología de nuestros días. Yo también participé en una de tantas y, cuando lo hago, también  intento –como todos– que mis esloganes sean los más bonitos pero, además, esta vez, he decidido seguir pensando más allá de los titulares, cuando ya se apagaron los focos y continuar el debate conmigo misma y con todo el que pillo y no soy la única.

En este mar de zapeos mediáticos en el que vivimos, las redes sociales nos permiten  poner nuevos acentos y, además de recibir insultos, denunciarlos y hacer piña. Por ejemplo: al calor del 8 de marzo, el artículo ruin que escribió Ramón Palomar, el dos, en el diario provinciano Las Provincias, sobre la presentadora de informativos de Antena 3 Mónica Carrillo, sigue siendo carne de artículos y posts feministas.

De hecho, probablemente habría pasado completamente desapercibido si no fuera por ellos. Sin ánimo de ofender, este país es como es y sus periódicos son también su espejo: en la prensa se lee a mucho machote, como se ve en televisión y se escucha en nuestras radios.

Lo llamativo, esta vez, es que otras "guapas" se han lanzado a su cuello. La primera fue María Rey, una institución para las periodistas que hacemos información política en televisión por muchos motivos. Es una buena profesional, lleva muchos años haciendo lo que hace empeñada en mejorar cada día y, además, es una excelente compañera. María escribió una carta el 8 de marzo al director del periódico y al autor de tamaña obra. Con la elegancia que la caracteriza, destruye su idea de que se puede ser rematadamente tonta y no parecerlo a través de la pantalla : "El objetivo recoge la miseria y la grandeza, la cultura y la simpleza, la profesionalidad y la inexperiencia."

María termina justificando su carta porque su cadena está haciendo una campaña contra el machismo y la violencia de género y su último enfoque es la batalla contra los "micromachismos". Es decir, "la necesidad de no dejar pasar" cosas como esa.

La segunda fue Carme Chaparro, presentadora de informativos de Mediaset, competencia feroz de Antena 3 Media. De hecho, ha competido con Carrillo a la misma hora. Carme publicó un post en su blog dándole la vuelta a los piropos rancios que Palomar dedicaba a Carrillo simplemente cambiándoles el género. Lo tituló "Si Mónica Carrillo fuera hombre".

Ambos escritos circulan de lo lindo. La rebelión de las guapas podría llamarlo algún listo. Yo prefiero llamarlo la conciencia de que es asunto de tod@s y de todos los días. No podemos evitar que haya Palomares pero sí que se avergüencen de ser cómo son, que se queden sin argumentos y que, con tiempo y la presión suficiente, recuperen quizás la vergüenza que parece que nunca tuvieron. Y no deberíamos hacerlo por modas o campañas, sino porque antes de dejarles sin obras tenemos que dejarles sin palabras.  Y tendríamos que hacerlo por ser más que islas en el océano de la humanidad, más que individuos o individuas buscándonos la vida propia;  tendríamos que pelear por el pasado, por el futuro, por el presente, por dignidad, por convicción, con y contra corriente, por ser más que consumidoras, por toreras, por locas, por inconsciencia consciente, porque sí, ¡coño!, porque sí. Porque cada vez somos más poderosas y el poder nos tendría que servir para algo más. Porque no nos da la gana conformarnos con que las cosas son como son. Así nunca cambió  nada. Ahora se nos ve, tenemos altavoces propios, arrestos y ganas. Ni una Monica Carrillo más tampoco, no más Teresas Rodríguez besadas, ni Almudenas Ariza insultadas, sin escándalo. Qué ganemos los buen@s, ¡recoño!

Y, antes de que se me pase esta borrachera de ilusión del 8 de marzo,  ahí va una plegaria laica:

Ojalá no se nos vaya la fuerza por las prisas o por las modas, ojalá amarremos las luchas y concretemos sin dejarnos arrastar por el zapeo continuo. Ojalá las shitstorms de las redes se hagan concretas y consigan crecer y crecer como bolas de nieve y no nacer y nacer y nacer como pompas de jabón. Ojalá sigamos leyendo al señor Palomar y denunciándole para que deje de alimentar a su tribu. Ojalá estemos pendientes de lo que se le ocurra a José Ramón Fernández, portavoz del PP en el ayuntamiento de Carreño en Asturias, que atacó de mala manera a Almudena Ariza en las redes. Ojalá escribamos más cartas, nos manifestemos y hagamos parones y huelgas por nosotras y por todas las mujeres sean de donde sean. Ojalá las fotos de las manifas del 8 de marzo de medio mundo nos inspiren unidad y no nos dejen solas y nos mantengan firmes el año entero. ¡Ojalá!

Ladran, Sancho, luego cabalgamos. No nos bajemos de la yegua antes de tiempo.

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