Otras miradas

Las sierras de Bermeja y de las Nieves deben ser declaradas Parque Nacional

Javier Castroviejo Bolíbar

Exdirector de Doñana entre 1975 y 1988 y expresidente del Consejo Internacional de Coordinación del Programa Hombre y Biosfera (MAB) de la UNESCO

Javier Castroviejo Bolíbar
Exdirector de Doñana entre 1975 y 1988 y expresidente del Consejo Internacional de Coordinación del Programa Hombre y Biosfera (MAB) de la UNESCO

Desde la declaración de los primeros parques nacionales en el mundo, el de Yellowstone (EEUU) en 1871 o el de Picos de Europa (España) en 1918, se ha producido una evolución conceptual de calado respecto a estas áreas protegidas.

Con la ley del Parque Nacional de Doñana de 1978, todavía vigente y una de las primeras de la democracia, en la que participé activamente como director de la Estación Biológica de Doñana, se incorporaron cuestiones vitales como la investigación científica y su independencia, la participación de las asociaciones y propietarios a través de su patronato, la acción pública, la defensa del patrimonio cultural y de los usos tradicionales, un control efectivo de las administraciones por medio del patronato, la vigilancia sobre toda la cuenca que vertía a las Marismas del margen derecho del Guadalquivir y un largo etc. Esta norma significó un referente y un punto de inflexión para los espacios protegidos en España.

La Cumbre de Río de Janeiro de 1992 y la normativa resultante situaron al medio ambiente en un contexto mundial vinculado al desarrollo duradero, a la participación y a la educación. Los parques nacionales, desde una visión ecosistémica, entraron a formar parte de una red global de conservación y de economía sostenible que debía beneficiar a las poblaciones humanas concernidas, como mejor forma de conseguir la preservación y uso integrados de la biodiversidad; es decir, se incorporaron los principios básicos de las Reservas de la Biosfera.

Lo dicho es de aplicación porque entre el occidente de la provincia de Málaga y el oriente de la de Cádiz, en el contexto del estrecho de Gibraltar, auténtica encrucijada biogeográfica de alto interés internacional, se sitúan las sierras Bermeja y de las Nieves, incluidas en la red Natura 2000 y en la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo, España‐Marruecos; tal es la importancia de sus sistemas naturales.

Es hora, en el siglo XXI, de impulsar en España esta tendencia innovadora con la creación del tercer parque nacional de Andalucía, el de las Sierras Bermeja y de las Nieves, enriqueciendo la Red de Parques Nacionales con la aportación de dos ecosistemas únicos de los que carece esta Red: los pinsapares y los ecosistemas serpentínicos.

El pinsapo, abeto cuya formación forestal hace pensar en un bosque boreal de coníferas, pero que prospera en el Mediterráneo, tiene en esta zona su mayor representación sobre suelos calizo‐dolomíticos en los extensos pinsapares del Parque Natural de la Sierra de las Nieves,  y sobre peridotitas en el exclusivo pinsapar de los Reales de Sierra Bermeja.Las sierras de Bermeja y de las Nieves deben ser declaradas Parque Nacional

Los ecosistemas serpentínicos encuentran en el macizo ultramáfico de Sierra Bermeja, ubicado entre el río Verde y Casares, su máximo exponente, no solo en la Península, sino en toda Europa occidental. Dicha montaña también resulta única, pues alberga una de las más altas densidades de taxones endémicos y amenazados de la flora peninsular.

Este nuevo  parque nacional bien podría llamarse de Sierra Bermeja y de las Nieves,    pues debería incluir ambas sierras colindantes, añadiendo la Sierra Bermeja al proyecto en ciernes de declarar parque nacional solo a la Sierra de las Nieves. Permitiría además asegurar la conservación del macizo ultramáfico de Sierra Bermeja y los pinsapares de la Sierra de las Nieves y de la propia Sierra Bermeja mediante una figura jurídica y una gestión unificadas. Sería la forma más eficaz de garantizar los objetivos de un parque nacional, según las estrategias prioritarias de la UICN. Además, el aumento de superficie aminoraría los efectos negativos de una ya insignificante fragmentación de hábitats e impactos sobre los ecosistemas.

Pero la declaración del Parque Nacional de la Sierra Bermeja y de las Nieves no sólo se justifica sobradamente por la necesidad de conservar un amenazado patrimonio natural excepcional, debido a su biodiversidad y valores escénicos con paisajes de indescriptible belleza, o por la eficacia de la gestión; existen también sólidas razones de índole socioeconómica y de oportunidad.

El nuevo parque nacional de alguna forma contribuiría a disminuir el insoportable desequilibrio demográfico y económico de las comunidades de interior, en particular del Valle del Genal, respecto a la abigarrada y superpoblada Costa del Sol, afectada por su desordenado y expansivo crecimiento turístico. El Parque y los servicios de sus ecosistemas sin duda ayudarían a frenar el éxodo rural y a impulsar la recuperación económica.

Pero esto no es todo, también disuadiría o evitaría torpes maniobras especulativas, que nunca deben despreciarse, en las magníficas laderas que miran al Mediterráneo y de paso aventuras energéticas o mineras impensables como las que sufrió y sufre Doñana. La especulación del suelo es una lacra sangrante con la que tuvo que lidiar el Comité MAB que presidí, en la urbanización Los Merinos de Ronda, que acabó llevando ante los tribunales a algunas personas.

La creación del Parque Nacional de la Sierra Bermeja y de las Nieves sería asimismo una importante contribución a la conservación de ecosistemas únicos y frágiles para las próximas generaciones, al fortalecer nuestra Red de Parques Nacionales, la Reserva de la Biosfera Internacional España‐Marruecos y la lucha contra el Cambio Climático Global. Es una aportación a la salud de nuestro maltrecho y pequeño planeta.

Así, señores políticos, no le den tantas vueltas, pónganse manos a la obra sin pausa y dennos alguna noticia grata y de relevancia, aunque sea tan modesta que no necesite incorporarse a los presupuestos

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