Otras miradas

En recuerdo de Paloma Gómez Borrero

Máximo Pradera

Máximo Pradera

Conocí a Paloma Gómez Borrero, fallecida hace pocas semanas, en un concurso infantil llamado El primero de la clase (TVE, 2006) en el que una serie de famosetes ayudábamos a niños de 5º de primaria a superar una batería de pruebas de cultura general.

El profesor de gimnasia del «colegio» era José Campos, el ex-marido santanderino de la nietísima de Franco. Se metió tanto dentro del papel de «sargento de hierro» que le habían asignado que enloqueció y empezó a ponerse no ya Bordiú, sino directamente borde, con los que no superaban sus pruebas físicas. Se cebó especialmente con Paloma, que por entonces tenía ya 72 años y no podía dar los brincos que otros profesores más jóvenes. Me indignó tanto la forma en que aquel gañán la ridiculizaba ante la cámaras de televisión, que me embutí en la armadura de Lanzarote del Lago y cada vez que el Bordiú consorte se pasaba de la raya, yo salía en su defensa, lanzándole alguna pulla que lo convertía en el hazmerreír de todos. El diseñador Lorenzo Caprile suele decirme que preferiría mil veces recibir un guantazo mío a ser blanco de mis sarcasmos, por lo que mi defensa de Paloma funcionó a la perfección y ella me lo agradeció hasta su muerte.

Cada vez que iba yo a Roma, me llevaba en su Fiat 500 a conocer rincones insólitos de la ciudad e incluso se las arregló para que yo pudiera pasear por el Vaticano interior, donde residen cardenales, monseñores y monjitas y al que sólo se puede acceder con un salvoconducto.

Pero Paloma me pagó mi número de paladín medieval sobre todo con sus anécdotas, que relataba con mucho gracejo. Como era una mujer muy inteligente, sabía de sobra que a mí no me interesaban demasiado los «milagros» de Juan Pablo II, sino el reverso tenebroso de la COPE, donde ella trabajó durante muchos años y donde la trataron muy desconsideradamente al final de su vida profesional.

–¿Sabes por qué echaron de la emisora a Federico Jiménez Losantos? – me preguntó Paloma una noche en Piperno, el restaurante judío más exclusivo de la Ciudad Eterna, mientras degustábamos unos exquisitos Carciofi alla Giudia.

–¿Por ser demasiado culto?

Paloma rió mi ocurrencia, porque si hay una sola cosa buena que se le puede reconocer al Pequeño Mal Hombre es su bagaje intelectual, que daba cien vueltas a todos los presentadores de la cadena de los obispos juntos. La posibilidad de que lo hubieran puesto en la calle porque dejaba en evidencia al resto de sus colegas era, se non vera, ben trovata.

No, lo fulminó el Papa –me aclaró–. La cosa fue así: en febrero de 2009, el Secretario de Estado Vaticano, Tarcisio Bertone, hizo un viaje relámpago a Madrid para limar asperezas con el Gobierno de Zapatero. Su agenda era infernal, pues solo iba a permanecer dos días en España y había cerrado encuentros con todo el mundo.

A las 10 de la mañana, entrevista con el Ministro Moratinos.

–¿Qué tal todo, Excelencia? – preguntó Bertone.

–Todo bien, excepto que en la COPE hay uno que me llama todo el rato Curro Desatinos y La Nada con Sobrepeso.

A las 10.30, con María Teresa Fernández de la Vega.

–¿Cómo van las cosas, Vicepresidenta?

–Todo bien, excepto que en la COPE hay uno que me llama ViceVogue y Lady Maputo.

A las 12, con el rey Juan Carlos I.

–¿Majestad, todo en orden?

–Todo bien, salvo que en la COPE hay uno que me llama Campechano y El Borbón Bribón y que dice que tengo que abdicar.

A las 13, con Rodríguez Zapatero.

–Sr. Presidente ¿cómo va todo?

–Todo bien, excepto que en la COPE hay uno que me llama Zapatitos y La Chacha de Chirac y que dice que soy masón.

A las 18, con Mariano Rajoy.

–¿Señoría, qué tal las cosas?

–Todo bien, excepto que en la Cope hay uno que me llama Maricomplejines y El percebe de Pontevedra.

Cuando Bertone, 24 horas más tarde, regresó al Vaticano e informó a Benedicto XVI de qué tal andaban las cosas por España, no solo no le ahorró detalles, sino que tuvo que añadir que Pequeño Mal Hombre también echaba sapos y culebras contra el Nuncio de Su Santidad y contra el Cardenal Cañizares.

–¿Y encima con nuestgrrro dinero? ¡Que le corrrrgten la cabeza! – exclamó el Papa alemán con su fuerte acento bávaro.

Gracias por contármelo, Paloma, fue una mágica noche de risas y alcachofas.

Te divertirá saber que mientras tu gozas ya del ansiado descanso eterno, Pequeño Mal Hombre sigue teniendo que levantarse todos los putos días a las 5 de la mañana...y encima no lo escucha ya ni Dios.

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