Otras miradas

Francia y Europa, atrapadas sin alternativa

Augusto Zamora R.

Autor de ‘Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos’, Akal 2016

Augusto Zamora R.
Autor de 'Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos', Akal 2016

El resultado, nada sorprendente, de la primera vuelta de las elecciones francesas, ha causado euforia en las bolsas y frustración en sectores importantes de la ciudadanía, tanto en Francia como fuera de ella. La dinámica política europea de la última década ha creado en muchos países un bucle político perverso, donde las elecciones se han vuelto una disputa entre la derecha ultraliberal y la extrema derecha neofascista, sin espacio para más. Este bucle se ha instalado en una Europa en crisis, donde las desigualdades internas y entre países no cesan de aumentar, donde los ricos del norte hacen la guerra a los pobres del sur y donde trabajo y derechos sociales se precarizan a niveles obscenos.

Al tiempo, Europa vive inmersa desde hace años en un peligroso y suicida proceso de militarización, con tropas y armamentos en constante acumulación sobre las fronteras de Rusia, que responde acumulando también armamentos y tropas. A título de ejemplo (sobre este tema es comenzar y no terminar), en octubre de 2016, EEUU expidió a Alemania 620 contenedores con más de 5.000 toneladas de municiones (el mayor envío en su género en veinte años), paso previo al despliegue de centenares de blindados en 2017. "Podríamos tener aquí mil tanques, pero si no tenemos munición no tendrán ningún efecto disuasorio", afirmó el teniente general Ben Hogdes, del Ejército de EEUU. En enero de 2017, el puerto alemán de Bremerhaven recibió un nuevo envío de soldados y blindados, que llenaron 900 vagones en armas y equipamiento, con una longitud de 14 kilómetros. En febrero de 2017 fue desplegada en la base de Illesheim, también en Alemania, parte de la 10ª Brigada de Aviación de Combate de Nueva York, con helicópteros UH-60 Black Hawk, CH-47 Chinook y Apache. Las maniobras militares se cuentan por decenas. La denominada  Anakonda-16, ejecutada en Polonia, en junio de 2016, movilizó a 30.000 efectivos, 2.900 piezas de artillería, 105 aeronaves y 12 buques de guerra. Además de la magnitud de efectivos y medios, llamó la atención la participación en esas maniobras de Suecia y Finlandia, países teóricamente neutrales. Suecia, además, ordenó reactivar 350 refugios atómicos y restableció el servicio militar.

Europa vive en estado de guerra, pero nada de eso ocupa espacio en políticos ni medios de comunicación, concentrados en hacer minuciosos exámenes de sus propios ombligos. La indiferencia de políticos y medios determina que las sociedades europeas vivan de espaldas al estado de guerra existente que, si nada ni nadie lo impide, puede llevar a una confrontación militar de resultados devastadores. Los países bálticos, Polonia y Bulgaria están siendo convertidos en auténticos arsenales, todo ello bajo la batuta de EEUU y Alemania, los dos países que están impulsando la militarización de Europa. Rusia está haciendo de Kaliningrado y Crimea dos inmensas bases militares.

Al tiempo, el avance de la extrema derecha y la derecha ultraliberal ha provocado que Europa se quede sin respuestas ante la tragedia provocada por sus guerras de agresión. Libia es un caos y, en manos de mafias, ha hecho del tráfico de personas hacia países europeos una industria millonaria. Siria se desangra en un conflicto interminable y, pese a la magnitud de la tragedia, las iniciativas de paz son boicoteadas sistemáticamente por países de la OTAN, empeñados que imponer una solución militar que jamás llegará. En Afganistán, los talibanes están ganando la guerra y controlan la mitad del país, haciendo más que palpable el fracaso de las políticas de Occidente. Rusia, previendo su triunfo, ha establecido contacto con ellos. En Europa nadie se da por enterado, aunque es evidente la urgencia de un cambio de enfoque hacia el mundo islámico, de Libia a Afganistán. Tampoco hay respuesta a uno de los resultados más visibles de las guerras, como la riada de refugiados que saturan campos y que siguen llegando sin cesar.

Europa está sumida en su peor crisis desde la II Guerra Mundial y fenómenos como el brexit y el ascenso de partidos neofascistas son consecuencias directas de esa crisis. La Unión Europea es un monstruoso aparato burocrático dominado por grandes consorcios empresariales (las ‘puertas giratorias’ operan a nivel comunitario), cada vez más ajenos al ciudadano común. La debilidad de las fuerzas de izquierda, hasta ahora incapaces de atinar en políticas alternativas, ha dejado el campo casi libre a los grupos neofascistas y a la derecha ultraliberal. El bucle perverso se transforma, así, en trampa mortal: para detener al neofascismo hay que votar a la derecha ultraliberal, lo que implica que no hay espacios para el cambio. Macron ganará y será más de lo mismo y ese más de lo mismo favorecerá a la extrema derecha, convertida en catapulta de la otra derecha. Marine Le Pen es un regalo para esa derecha, que sabe que el Frente Nacional nunca ganará, pero que les seguirá sirviendo en bandeja al verdadero adversario: la izquierda alternativa.

El temor real de la derecha era que Melenchon y su Francia insumisa pudieran pasar a segunda vuelta. Ese escenario hubiera provocado un auténtico terremoto, pues la derecha habría tenido que desenmascararse. La derecha francesa se habría partido en dos, de haber tenido que optar entre Melenchon y Le Pen. Una parte relevante de ella hubiera votado a Le Pen, como antaño la derecha alemana promovió a Hitler para detener a la izquierda, aunque más de alguno repudie este parangón. Todo el amargor es para la izquierda, ahogada en el círculo vicioso derecha ultraliberal-extrema derecha.

Con Macron ganan Alemania y la Merkel; los oligopolios empresariales, las políticas neoliberales y la suicida deriva militarista-belicista europea. Por eso la euforia en las bolsas ("El Ibex y el Cac se disparan, el euro repunta: alivio en los mercados por el resultado en Francia" titula un diario económico español). Pierden, aunque no se diga, las sociedades, atrapadas en un bucle perverso. Pero todo menos que desfallecer. Porque las contradicciones entre las grandes potencias mundiales no cesan de agudizarse; el empuje económico, comercial y científico-técnico del Sudeste Asiático apenas despunta y podría barrer en diez años el momificado modelo europeo. La deriva militarista europea o es desactivada o llevará a un conflicto bélico. Estamos en el final de una época y el inicio de otra. Sólo desde la izquierda se podrán aportar respuestas a todos y cada uno de esos retos. Hay que buscar esas respuestas y tenerlas preparadas, empezando sin demora por hacer conciencia en los ciudadanos, todos, sin excepción. Que al camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.

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