Otras miradas

Censura, que algo queda

Máximo Pradera

Máximo Pradera

Conozco a Pablo Iglesias y tengo con él una relación fluida, pero no soy incondicional (eso me lo reservo únicamente para personas que me iluminan cada vez que abren la boca, como la periodista Sol Gallego–Díaz). El Coletas en cambio me produce sentimientos encontrados. A veces, sus palabras y/o sus actos me decepcionan, por no decir que me producen vergüenza ajena (como cuando desperdició valiosos minutos de tiempo parlamentario con el me la pela, me la suda, me la bufa) y otras en cambio me llevan al convencimiento de que es de los pocos políticos con sensibilidad moral y categoría intelectual de todo el arco parlamentario.

Creo que es urgente e imprescindible que un portavoz cualificado de la ciudadanía le diga a Rajoy, en la sede de la soberanía nacional, lo que pensamos muchos millones de españoles: que está al frente de una organización criminal y que ese pequeño detalle le obliga no solamente a marcharse a su casa, sino a disolver la banda y a entregar a la UCO los sobres y los discos duros. Por eso, la última vez que me he sentido orgulloso de tener a Iglesias en el hemiciclo fue cuando dijo que era justo y necesario presentar una moción de censura.

Ahora bien ¿qué moción de censura?

A mi leal saber y entender, solo hay dos posibilidades.

1) Modalidad Solo ante el peligro.

Dado que Podemos tiene fuerza parlamentaria de sobra para plantear de forma autónoma una moción, Pablo Iglesias comparece como Gary Cooper en la película de Fred Zinnemann y le canta las cuarenta al Presidente del Gobierno. Esta modalidad no busca el desalojo de Rajoy ni la disolución judicial de la trama, aunque el orador lo exija desde la tribuna, pero supone un desahogo público de primera magnitud, en un momento en que los contribuyentes nos sentimos más estafados e impotentes que nunca, ante la codicia e impunidad con que operan las mafias políticas. La ventaja es que se puede presentar, como quien dice, pasado mañana, porque no hay que templar gaitas con ningún otro grupo de la oposición. El inconveniente es que tiene que ser una intervención parlamentaria de gran nivel retórico, a la altura de los grandes discursos shakesperianos.

Hay que currársela.

Si no vas a ganar, al menos que las cuatros frescas que le vas a soltar   a Mariano–«Hacemos lo que podemos»–Rajoy estén bien planteadas.

¿Qué tal copiar la técnica de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César? Y Bruto es un hombre honorable lo sustituimos por Y Mariano es un hombre honorable, para que a continuación la denuncia pública de toda la actividad criminal del PP cobre más peso en el discurso: no hay nada personal contra Mariano, pero miren Vds. lo que hacen sus esbirros con el dinero de los sufridos contribuyentes.  Si se hace con talento, esta técnica puede soliviantar a la masas con tal eficacia que al final del discurso,  correrán a rodear el Palacio de la Moncloa, antorcha en mano.

La modalidad Solo ante el peligro también obliga a Iglesias a parodiar con más acierto la oratoria viejuna de Rajoy, que nunca diría ¡me la suda, coleguita! sino algo más cercano a ¡no se me da un ardite, mequetrefe! y a emplear un recurso lingüístico que ha convertido al periodista Miguel Ángel Aguilar en el tertuliano más divertido de la radio: la ironía. El líder de Podemos cae siempre en el vicio de ser demasiado directo. Si felicitara de vez en cuando a los corruptos por tantos años de impunidad como han logrado, arrancaría más de una sonrisa dentro y fuera del hemiciclo y su mensaje se haría más imprevisible y eficaz.

Efecto final: Rajoy y su banda de facinerosos siguen pudiendo meter mano en la caja, pero Iglesias sale rehabilitado como parlamentario (que buena falta le hace) y convertido en el Jerónimo Savonarola del SigloXXI.

2) Modalidad Algunos hombres buenos.

La Constitución permite que pueda ser Presidente del Gobierno cualquier ciudadano español mayor de edad. Iglesias propone al resto de grupos parlamentarios una terna de candidatos fuera de la política (me gustan Adela Cortina, Iñaki Gabilondo y José Antonio Martín Pallín), para que no haya ningún partido ganador, y uno de estos ciudadanos por encima de toda sospecha se compromete a aprobar media docena de medidas indispensable de regeneración política (reforma del Reglamento del Congreso, de la Ley de Partidos, del Tribunal de Cuentas, etc), y a convocar elecciones generales en un año, una vez que estén aprobadas.

Efecto final: Iglesias no puede subir a la tribuna de oradores (el discurso de censura ha de hacerlo por mandato constitucional el propio candidato) pero repara el error (¡qué inmenso error!) que cometió en marzo de 2016: pudiendo haberse colgado la medalla de ser – con su abstención– el matarife político de Rajoy y convertirse en líder indiscutible de la oposición y en campeón de la regeneración democrática, el pobre se pidió el CNI y encima no se lo dieron.

¡Pablo, no me jodas!  ¡Eso es como si en Juego de Tronos te hubieran ofrecido ser Tyrion Lannister y te hubieras pedido en cambio a Theon el Castrado!

 

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