Otras miradas

Irene Montero, Pasionaria 2.0

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo

Miguel Guillén Burguillos
Politólogo

Advertencia previa: sé que me correrán a gorrazos por osar comparar una dirigente política contemporánea con un mito como Dolores Ibárruri, La Pasionaria. Pero a veces resulta inevitable recurrir a los referentes históricos para situar simbólicamente a quienes aspiran a convertirse también en referentes. El caso de la protagonista de este artículo, Irene Montero, creo que es paradigmático, porque se ha erigido en poco tiempo en una líder política influyente y respetada, por lo que dice y por cómo lo dice. Y no es que la portavoz de Podemos aspire a convertirse en referente, es que ya lo es para muchas personas.

La moción de censura ha servido para confirmar la dimensión de Montero, además de como dirigente dentro de su partido, como parlamentaria solvente. El periodista Enric Juliana lo resumía diáfanamente en su cuenta de Twitter durante el debate de la moción de censura: "nunca se había escuchado en el Congreso un implacable discurso como el de Irene Montero, con 71 diputados detrás".

Implacable es la palabra exacta. Uno de los momentos cumbre de su intervención en el Congreso, y de toda la jornada maratoniana del martes, tuvo lugar cuando Montero citó, parsimoniosa pero contundentemente, los numerosísimos casos de corrupción del Partido Popular. Las caras que ponían Rajoy y sus acólitos eran elocuentes: ¿cómo osan estos niñatos desafiarnos a nosotros, que hemos mandado toda la vida? ¡Pero qué se han creído estos sucios populistas bolivarianos!

En el preciso momento en que Rajoy subió al atril, Unidos Podemos ganó, sin necesidad de ganarla, la moción de censura. Así de claro. Porque era inevitable retrotraerse a los años duros del aznarismo, cuando el presidente del gobierno, más que ejercer como tal, actuaba como oposición de la oposición. Y eso hizo Rajoy en el debate del martes: presentarse como oposición de la oposición, esto es, como alternativa a Iglesias y Unidos Podemos. Como escribió José Antonio Zarzalejos en su crónica en La Vanguardia, "el presidente blandea".

Montero simboliza como nadie el cambio generacional que se está produciendo en la política española: es joven, está muy preparada y dice las cosas claras. Y es mujer. Planta cara a los ladrones, a los machistas y a quienes están en las instituciones para servirse de ellas. Y lo que es fundamental: expresa como nadie la indignación de la mayoría social ante la corrupción de los sinvergüenzas.

En el debate del martes sorprendió, sobre todo en las filas enemigas, por la solvencia demostrada desde el atril. Lejos de achantarse, se creció y dio un repaso memorable a Rajoy y al PP. Y situó a Unidos Podemos como alternativa de gobierno, y no solamente como fuerza de protesta. Hubo quien recordó las arengas y mítines de La Pasionaria, en las plazas, en el frente y en el parlamento, actualizados a los nuevos tiempos. Desde el máximo respeto a la figura y la memoria de Dolores Ibárruri.

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