Otras miradas

Falsos dilemas

Máximo Pradera

Máximo Pradera

En el año 1951, el General Franco decidió que España no podía seguir viviendo en la autarquía y concedió una entrevista en El Pardo a la CBS, para que los estadounidenses entendieran por qué la democracia más antigua del mundo había decidido acercarse a la dictadura más reciente del mundo. Con su tantas veces parodiada voz de eunuco y su hablar lengüisopa, Franco «explicó» a los yanquis el Golpe de Estado del 18 de julio, que dio origen a la Guerra Civil:

A España se le presentó el dilema de conservar sus convencionalismos legales y perecer o salvar a la nación, saltando por encima de ellos. 

El dictador había «descubierto» la falacia del falso dilema, sofisma que Platón y Aristóteles ya habían refutado en tiempos de Protágoras de Abdera. La socorrida wikipedia nos explica que

La falacia del falso dilema involucra una situación en la que se presentan dos puntos de vista como las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. 

Cuando digo que el PP no es un partido democrático, sino que cohabita a regañadientes con la democracia, como única forma de que España no vuelva a la autarquía y nos dejen estar en la UE, mis contertulios me llaman exagerado o pasional, y si son «de la acera de enfrente», simplemente loco exaltado o rojo de mierda.

Examinemos sin embargo, en qué va a basar hoy Cristóbal Montoro su explicación parlamentaria de la amnistía fiscal y veremos con claridad que el PP piensa como Franco y defiende sus convicciones ante la opinión pública con sus mismas técnicas.

El diario ABC titulaba el 18 de junio

Montoro defenderá que la amnistía fiscal fue «desesperada» y «para evitar el colapso». 

En otras palabras, para el PP – igual que para el dictador – hay situaciones en la vida política que justifican saltar por encima de la Constitución Española para evitar «perecer». Nuestra Carta Magna, la norma suprema de la convivencia, ratificada en referéndum por todos los españoles en diciembre de 1978, reducida como en el 36, a la desdeñable categoría de convencionalismo legal, que puede uno saltarse cuando la situación, a criterio discrecional de quien la vulnera, así lo exija.

A excepción de Esperanza Aguirre, todo el mundo sabe que si el semáforo está en rojo pero un policía de tráfico nos ordena que sigamos adelante, el agente se impone por ley a la máquina y hay que obedecerle. Pero ni Constitución es un semáforo ni está escrito en parte alguna que el Gobierno pueda imponerse a ella cuando cree «que la patria está en peligro». Es exactamente al revés, nos hemos otorgado una Constitución para que esos 169 artículos sean el dique infranqueable ante el prepotente: en cualquier situación, por extrema que ésta sea. El respeto a la Constitución no es interpretable, ni siquiera por el Tribunal Constitucional, que está facultado por ley para decir cuando ésta se ha vulnerado, pero en ningún caso puede autorizar su vulneración.

Ahora imaginemos que a uno se le ocurriera combatir la falacia de Montoro diciendo que no solo existían otras alternativas a la amnistía fiscal, sino que ésta era impensable por inconstitucional y que además su eficacia era altamente dudosa.

El deterioro del pensamiento en España ha llegado a tales grados que el adversario la defendería a su vez con la falacia del hombre de paja. La wikipedia acude de nuevo en nuestra ayuda:

consiste en caricaturizar los argumentos o la posición del oponente, tergiversando, exagerando o cambiando el significado de sus palabras. El nombre viene de los hombres de paja que se usan para entrenar en el combate y que son fáciles de abatir. Del mismo modo, el argumentador no combate los argumentos contrarios, sino una imitación falsa y vulnerable de los mismos (el «hombre de paja») a fin de dar la ilusión de vencerlos con facilidad. 

En España es más conocida como la Falacia Marhuenda, porque el ubicuo sofista de La Razón hace un uso tan abusivo de ella, que se ha convertido ya en su único recurso dialéctico para polemizar en los debates.

¡Oh, sí, Rajoy delincuente, Rajoy Jack el Destripador, hay que ahorcarlo, por vulnerar la Constitución, como quiere la izquierda! 

En España se nos va demasiadas veces la fuerza por la risa. En vez de ocuparnos de desmontar racionalmente el modo de argumentar del contrario, hacemos memes sobre ello. La culpa no es del todo nuestra: hay falacias muy graciosas. Termino con otra de Franco, cuando defendió al más puro estilo Carlos Fabra, que CASA hubiera fabricado un avión que no volaba:

Dicen que el Alcotán no vuela, ¿pero acaso vuela la gallina?
¡Y pese a ello es el ave más apreciada del corral patrio!

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