Otras miradas

Gusanos musicales

Máximo Pradera

Máximo Pradera

Existe una antigua creencia (vamos a llamarla leyenda rural, por contraposición a leyenda urbana) según la cual determinados insectos llamados tijeretas pueden entrar en nuestro oído mientras dormimos, rasgarnos la membrana timpánica con sus pinzas, trepar por nuestro conducto auditivo, llegar hasta el cerebro y una vez allí plantarnos sus huevos. ¿Qué ascazo, verdad? No existe ningún episodio verificado hasta la fecha, aunque es cierto que conozco tertulianos que se comportan como si en vez de células grises, en su mollera solo tuvieran huevos de dermápteros, que es su nombre científico.

Aunque los anglosajones llaman gusanos del oído a las canciones que no nos podemos sacar de la cabeza, lo correcto, por tanto, sería llamarlas tijeretas musicales. Un profesor de la Universidad de Cincinnati llamado James Kellaris dice que la canción Despacito arrasa en todo el mundo porque tiene rasgos de tijereta musical: simple, alegre, repetitiva y con ritmo pegajoso. Otros aseguran que la magia del tema reside en la paradinha que hace la melodía antes de que entre el estribillo. Fonsi lleva veinte años de carrera y tiene ocho álbumes en el mercado, así que si la receta del éxito fuera tan simple, ¿no es lógico pensar que hace mucho tiempo que la habría aplicado a sus canciones?

Se supone que a un divulgador de música clásica como yo no sólo no debería gustarle Despacito, sino que tendría estar haciendo campaña activa en contra de la canción. 

–¡No la escuchéis, corromperá vuestro espíritu y abaratará vuestra estética! ¡Os convertirá en seres moralmente depravados!

Como detesto este tipo de postureo, en el que uno oculta un placer culpable por miedo a frivolizarse a los ojos de su grupo social, no solo voy a confesar abiertamente que Despacito me gusta más que otras canciones de este tipo, sino que intentaré explicar por qué.

Lo primero que me mola es la introducción, a cargo de un instrumento de cuerda pulsada típico de todo el Caribe que en Cuba se llama tres y en Puerto Rico, cuatro. Los dos tienen, probablemente, origen medieval, provienen del laúd árabe y son evolución de instrumentos llevados a las islas por los españoles a partir del siglo XVI. Sea como fuere, tanto el cuatro de Fonsi como el tres de Compay (que suena, por ejemplo, en la mágica Chan Chan) son instrumentos folclóricos, profundamente arraigados en la cultura popular y proscritos por tanto en la música discotequera. Del mismo modo que agradecí que los Beatles metieran un clavecín en Fixing a Hole o un cuarteto de cuerda en Eleanor Rigby, los treinta segundos iniciales de cuatro en Despacito resultan muy refrescantes, porque le dan un aire popular a la canción y le confieren un tinte melancólico, como de guajiro sufriente. No en vano lo primero que escuchamos tras la introducción es un aaaaaay de Fonsi, que tiene mucho más de lamento que de interjección sexual.

El cuatro portorriqueño sirve también para establecer el ritmo, que es de cumbia: otro toque folclórico que aporta autenticidad a la canción. No sé por qué lo llaman reggaeton, si el ritmo se parece al reggae lo que un huevo a una castaña. En el reggae, las partes acentuadas del compás son la segunda y la cuarta: ta TÁN, ta TÁN, ta TÁN. En la cumbia, por contra, la cadencia es de galope: TÁN, tacaTÁN, tacaTÁN, tacaTÁN. Para acentuar este aire de cumbia, en una de las 47 pistas de las que consta la mezcla final, han metido instrumentos caribeños de percusión, como el guache y la güira.

Otra cosa que me gusta de Despacito es que, en coherencia con ese aire de jíbaro con mal de amores que comentaba antes (jíbaro es como llaman en Puerto Rico al campesino), la canción está en modo menor. Para los de la LOMCE, en tonalidad triste. El bombazo precedente, a nivel internacional y en castellano, que fue la Macarena, no solo estaba en modo mayor y pachanguero, sino que constaba tan solo de dos acordes: tónica y dominante. Despacito al menos tiene una progresión de cuatro acordes.

Finalmente, agradezco a los productores de la canción que el chunda chunda de la batería, imprescindible para que el tema sea contagiosamente bailable hasta por esos italianos que dicen detestarla, no permanezca inexorable  hasta el final, sino que haya momentos de tregua en los que nos quedamos con una base de percusión muy simple, donde se escuchan los instrumentos autóctonos.

Mención aparte merece el videoclip. Con decir que Zuleyka Rivera (la Miss Universo 2006 que con su magnética atracción reduce a Fonsi a un vulgar trozo de metal) aparece varias veces en plano, a modo de mensaje subliminal,  junto a una estatuilla de la Virgen, está dicho todo.

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