Otras miradas

Mia Khalifa, al desnudo

Javier López Astilleros

Mia Khalifa, al desnudo

Javier López Astilleros
Historiador

Mia Khalifa es una conocida intérprete de cine porno procedente del Líbano, como muchos aficionados a este género saben, y se encargan de difundir con especial pasión por las redes sociales.

El nombre de esta mujer, por la que suspiran millones de espectrales amantes, es de los más buscados en internet, según el oráculo de Delfos que es Google.

Como era de suponer, el ISIS no ha tardado en amenazarla de muerte. Y eso a pesar de que la libanesa dijera que no es musulmana. Debe de ser por su condición de árabe. Desconocía que el ISIS defendiera también la causa árabe del pudor.

Para llamar la atención todo lo posible, la joven Khalifa se ha puesto un hiyab mientras practica sus menesteres sexuales, ese pañuelo objeto de todo tipo de conjeturas, por el que muchas y muchos demuestran su apego a la fe, su identificación cultural, o ambas cosas a la vez. Se dan, lógicamente, muchos colores intermedios o mezclados, hasta hacerse una masa difícil de describir con precisión del porqué del hiyab.

La "actriz" señala que se trata de una sátira, aunque no sabemos de qué, si de las huríes del imaginario salafista, o de sí misma, una chica que parece triunfar por su condición de árabe, y que rompe todos los tabúes ante el público liberal.

Lejos de lo que muchos consideran, y según el oráculo de los algoritmos, son las sociedades compuestas por musulmanes desde donde se busca más porno en la red. Pakistán, Egipto, Irán, Marruecos, Arabia Saudí y Turquía son los reyes del panteón de esta práctica tan universal, aunque en este caso chocan con preceptos claramente relacionados con el Islam, como es notorio.

Es evidente que la pornografía va de la mano de gran número de manifestaciones estéticas del mundo contemporáneo. El grueso de la industria está en EEUU y Alemania, dos superpotencias económicas del mundo. Y mueve más dinero que la madre del cordero audiovisual, es decir, Hollywood.

Pero no todo es liberalismo en el mundo globalizado. En enero del 2011, Indonesia detuvo al cantante pop Nazril Irham, tras protagonizar un vídeo porno. De inmediato, inversores extranjeros criticaron la decisión, y supeditaron sus futuros negocios a una "mayor apertura".

Una advertencia un tanto turbadora, como si los negocios fueran de la mano de la pornografía. Me pregunto si serían capaces de amenazar a China de esa manera, o sí ya lo han hecho pero no es pública la advertencia.

Es pocas palabras, el ISIS económico amenazaba a un gobierno corrupto que detenía a un cantante por su afición al sexo publicado.

La realidad es que la utilización de la pornografía es un arma de guerra. Los abusos sexuales también. Ya lo vimos en Redacted, de Brian de Palma, a propósito de la invasión de Irak, y las violaciones de niñas de algunos aguerridos marines.

Sucede donde ha puesto la zarpa el régimen económico de la usurpación de los recursos ajenos. Y lo hace con especial alegría sin que la ciudadanía globalizada sea debidamente informada sobre este modo de explotación y humillación.

Cuenta Arturo Barea que la antigua ciudad de Xauen pasó de santa a un prostíbulo de españoles y anglosajones. Los franceses arrancaban el hiyab de las argelinas, con el objetivo de castigarlas en público. Son muchos los ejemplos en la historia destinados a despojar del hiyab a las mujeres musulmanas.

Sin embargo, el caso de Mia Khalifa es inverso. Es una chica libanesa educada en los EEUU desde que era una niña. Era una mujer sin hiyab, sin ninguna característica interna o externa para identificarse como una musulmana.

Se trata de una mujer, que lejos de quitarse el hiyab, con el supuesto fin de liberarse de la opresión, se lo pone en sus tejemanejes sexuales. Y consigue un premio de gran utilidad que manifiesta la hipocresía global: el fenómeno de la identificación, lo que no es irónico, sino un sarcasmo, al que contribuyen no pocos internautas procedentes de países donde hay gran número de musulmanes, cuando teclean en su ordenador "porno con hiyab"-un auténtico y despiadado oxímoron- afirmando un deseo que sí se da, que funciona, y que da enormes cantidades de dinero y genera todo tipo de frustraciones.

El bucle entre Mia Khalifa y el ISIS está perfectamente cerrado. Ambos hacen dinero con la explotación sexual. Una, de un modo consciente. Los otros también. Y de qué manera. Cuando una aprieta, los otros reaccionan, y así consecutivamente, hasta que se decida fijar la atención en otras cosas. No se trata únicamente de hacer caja, sino de interpretar y representar en el gran espejo del mundo todas las despiadadas contradicciones.

En definitiva, les dejo con Mia Khalifa.

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