Otras miradas

La responsabilidad del diálogo

Eduardo Santos
Diputado de Podemos y Secretario General de Podemos Navarra

En estos momentos es habitual para quienes estamos en un cargo público recibir llamadas que con sus diferentes matices vienen a decir: "a ver si hacéis algo". Hablemos de la crisis de legitimidades generada en Catalunya. Algunos conceptos muy básicos. En primer lugar aclaremos la naturaleza del término conflicto. El conflicto está ligado con la naturaleza humana. No es necesariamente malo. Nos hace confrontar ideas, opiniones diferentes. Nos hace pensar. Nos hace crecer. Nos hace imaginar soluciones. Está siempre ahí. No es una situación excepcional. Cuando un conflicto en una sociedad permanece, decimos que es un conflicto latente. El conflicto latente en ocasiones se manifiesta crudamente. En esos momentos es cuando hablamos de crisis.

Las crisis muestran en toda su agudeza las opiniones encontradas y marca las posiciones distintas que hay sobre el asunto en cuestión. Normalmente polarizan estas posiciones entre gente partidaria o contraria a algo. Pongamos los defensores de la unidad de España contra los desleales que quieren romperla. O los partidarios de la independencia de Catalunya frente a los traidores a la voluntad del pueblo . Lo mismo me da.

Esto es muy peligroso en política porque los grises desaparecen. La ciudadanía abdica de su obligación de pensar y de imaginar que tiene un papel más allá del lema que acuñan "los suyos". Y como consecuencia se produce una fractura social. Eso quiere decir que deja de hablarse y se enfada con es amable persona que le servía el café por las mañanas, y que acaba reducida a su condición de facha o de indepe. Además, tenemos que tener en cuenta que en un conflicto hay que diferenciar los intereses de las posiciones. Alguien puede tener en público una posición muy dura, por ejemplo "independencia o muerte", y sin embargo lo que realmente le puede interesar es otra cosa, como que se respeten sus derechos civiles o políticos frente a lo que percibe como una imposición autoritaria.

Esta sutil diferencia, si es percibida, deja siempre margen para buscar soluciones intermedias. Algunos otros intereses son menos nobles, por supuesto. Siempre hay personas o posiciones políticas que quieren utilizar las crisis para medrar. Puede haber partidos que polaricen pensando que así es más fácil que alguien les vote. Por ejemplo si nos olvidamos de la corrupción y convencemos a la gente que España está en peligro y que lo mejor es votar a mi partido (anteriormente conocido como corrupto y ahora conocido como defensor de España) para evitar ese miedo tangible.

Cuando dos partes no pueden tener dialogo directo porque el proceso se ha enquistado, la única salida es la mediación, un tercero o tercera con prestigio, aceptado voluntariamente por todas las partes, que no impone ninguna solución sino que ayuda a dichas partes a buscarla por sí mismos.

Para que haya mediación, lógicamente no puede haber condiciones previas para sentarse en el proceso. Por ejemplo, "que acepten la legalidad", que depongan su actitud, o que se acepte el resultado de un referéndum sin garantías. Se debe sentar uno o una con espíritu constructivo y con todas las opciones abiertas. Y ahora algunas reflexiones. En primer lugar, todas las personas tenemos responsabilidad por lo que ocurre. Los cargos públicos en mayor medida, por supuesto.

Pero yo por ejemplo, que parece que puedo tener un gran papel porque soy cargo público de Podemos y Secretario. General de Navarra, en realidad sólo soy una parte muy pequeñita de los actores que pueden influir en una solución aceptable. Miro mis manos desnudas y descubro que sólo tengo una palabra y un altavoz, y que tengo que aprovecharlo para decir una cosa importante, si es que a alguien le importan las cosas realmente importantes.

Y lo que tengo que decir es que no hay solución aceptable que no sea ética, es decir, que no respete los Derechos Humanos de la ciudadanía implicada. Que no hay unidad de España o independencia en Cataluña que merezca una persona muerta, o privada injustamente de libertad. Que es una gran irresponsabilidad codificar al adversario político como desleal o traidor porque eso al final favorece la violencia. Que la democracia es diálogo, que el diálogo es proceso. Que en las peores guerras siempre se ha hablado. Que por tanto mi deber es animar a toda la ciudadanía a tomar su parte, tan pequeñita pero tan enorme, de responsabilidad en sus manos, a ser agentes de paz, a no romper los lazos que nos unen.

Que tengo que decir que algunas personas insistiremos en los grises aunque políticamente nos llamen ingenuos, débiles o nos critiquen. Y que nuestra obligación ciudadana es la búsqueda entre todas una solución democrática y pacífica de la que nos podamos sentir orgullosas.

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