Otras miradas

Mafia pedófila globalizada

Javier López Astilleros

Documentalista y analista político

El avión privado de Jeffrey Eipstein era conocido como el Lolita Express. Ahí comenzaba la fiesta, hasta llegar a la "isla de las orgías".

La novia del magnate era Ghislaine Maxwell, hija del multimillonario fallecido Robert Maxwell (Presidente de Mirror Group Newspaper). Era conocida como la Madame. Fue identificada por una de las chicas explotadas. Según la joven, Eipstein la animaba a traer otras jóvenes, "cuando más niñas, mejor". Muchas venían de un ambiente de pobreza y escasez.

Eipstein es un personaje turbio dedicado a las relaciones sociales. Estudió física- que cosas- y trabajó como profesor en Dalton School, en la década de los 70. Fui allí donde un hijo de Alan Greenberg le enchufó en Bear Stearns, antes de que el banco de inversión colapsara por las hipotecas subprime. Luego el físico se dedicó a administrar las finanzas de individuos muy ricos. Su empresa de gestión de fondos estaba radicada en las Islas Vírgenes.  He aquí su especial querencia por los terrenos inexplorados.

Donald Trump y Melania con Jeffrey Epstein y su esposa Ghislaine Maxwell, en una fiesta en Palm Beach (Florida), en frebrero de 2000.
Donald Trump y Melania con Jeffrey Epstein y su esposa Ghislaine Maxwell, en una fiesta en Palm Beach (Florida), en frebrero de 2000.

¿Fue la pedofilia su negocio más lucrativo?. El personaje llenó su mansión de cámaras, y grababa las orgías, con el presunto fin de chantajear a hombres poderosos, empresarios y políticos reconocidos en todo el mundo.

Y no estaba solo. Bill Clinton viajó con él 26 veces. ¿Qué hizo el hombre del puro y el saxo en las Islas Vírgenes?

Trump, el epítome de la corrupción socializada, le frecuentó. "Conozco a Jeff desde hace años. Es un chico genial. Es muy divertido estar con él. Dicen que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas son muy jóvenes. No hay duda: Jeffrey disfruta de su vida social", dijo Trump. El pedófilo se ha librado de las acusaciones más graves, previo pago. Así funciona hoy la justicia en el país donde nació la democracia liberal.

La periodista Conchita Sarnoff  investigó este inmenso lodazal de basura, aunque ha pasado desapercibida en su país.

Muchos ídolos caen, y otros son encumbrados por la decadencia de la democracia, y la falta de escrúpulos morales de millones de votantes.

También el Príncipe Andrés de Inglaterra acompañó a JeffreyFue acusado en tres ocasiones por la misma adolescente. La Reina-Madre (Isabel II) le protege.

El pedófilo fue condenado a 18 meses de cárcel, aunque no la pisó. Tan solo fue privado de libertad en Palm Beach, como parte de la realeza saudí, encarcelada en hoteles de 5 estrellas. Nada esto impidió su amistad con Woody Allen o el príncipe inglés. El director de cine también fue acusado por su hija adoptiva Dylan Farrow de abusos sexuales, cuando era una niña. Es muy difícil encumbrar a un ídolo e icono para luego devolverlo al barro, porque sus seguidores se sienten confusos.

Muchos hemos crecido con las películas del cineasta neoyorquino, o con las producciones de un tal Harvey Weinstein, también vinculado a Eipstein a través de la cultura. EL productor de Hollywood ha sido acusado de violación por decenas de mujeres. El jefecillo de la France (Macron) ha convenido en retirarle la Legión de Honor. También le quitan la insigne orden de Caballero Británico. Violar y humillar con esos multi premios debe de otorgar cierta inmunidad al abusador.

No son los únicos iconos hundidos en la ignominia. Aún hoy se bailan los temas de Michael Jackson, otro pedófilo admirado en el mundo. Fue inquilino en la Torre Trump, y visitante de su casa en Mar- e Lago (lugar predilecto de Eipstein), y propiedad del que hace poco llamaban anti sistema, el actual presidente de EEUU.

A casi todos les une una monstruosidad: el sexo con niñas y niños. Su deseo por poseer lo más inocente y puro de las personas, para luego hundirlas en el caos y la confusión total.

La impunidad suele estar unida a la magnitud del delito. El poder más tenebroso en ciertos Estados democráticos es capaz de atenuar la conducta de iconos, que no se pueden arrebatar a la sociedad de buenas a primeras. Otros se ocultan, pero tienen poco que temer del poder judicial.

Es fácil entender cómo funcionan diferentes polos que rigen en espacios geográficos dispares. Si los restos de la democracia escenifican esa terrible decadencia, cuando se elige a un Trump o un Schwarzenegger, no lo es menos la élite de la Casa Saud, tan unida al gran Oeste.

Amira Bint Aidan Bin Nayef conoce muy bien las humeantes entrañas del palacio, pues es hija de príncipes. Estuvo casada con el Señor del váter de oro: Al waleed Bin Talal, la cara visible, en su día, del wahabismo ultra liberal. La princesa denunció en Le Monde el gusto de algunas élites políticas saudíes por los niños/as y la coca, lo que parece ser un consenso con su Gran Hermano. Según la princesa, en ciertas fiestas se alquilan o compran a niñas de Sri Lanka, Bangladesh, Filipinas, Hungría o Bulgaria.

Después de pasar de unos a otros, y sufrir una violencia difícil de describir, las niñas/os tienen que aprender a convivir con su violador, hasta acostumbrarse a él. El comercio de niños y niñas es privativo de los príncipes de la Casa de Saud, según Amira. También innumerables asiáticas trabajadoras del hogar se convierten en esclavas sexuales. Y a nadie se les escapa esta realidad. Pobreza y bestialidad del abusador. Eipstein pagaba por masaje entre 200-300€ a estudiantes adolescentes californianas, señalan las jóvenes que lo han denunciado.

Hay mundos paralelos e interconectados que se descomponen y pudren lentamente. Rehenes (políticos) que representan a millones de personas. Monstruosas monarquías que custodian los santos lugares. Tanto como la guerra, cada generación observa los iconos caídos como una especie de degradación de un mundo frágil e ilusorio.

Violar la sexualidad de los niños y las niñas es peor que un crimen, porque es dejar una marca incandescente sobre lo más frágil. Se puede creer que es un fenómeno minoritario entre las élites, pero hay demasiadas coincidencias entre unos y otros. Solo unas sociedades escépticas y degradadas pueden apartar la mirada.

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