Otras miradas

Ada Colau debe seguir siendo la alcaldesa de Barcelona

Miguel Guillén

Politólogo

Transcurridos algunos días desde las elecciones municipales del pasado 26 de mayo, y como no podía ser de otro modo, ya han comenzado los contactos, llamadas, presiones, sugerencias, miedos y expectativas sobre los posibles pactos de investidura y/o gobierno en los diferentes pueblos y ciudades. Y el caso de Barcelona, ​​con un resultado tan igualado entre ERC y Barcelona en Comú, se presenta como la madre de todas las batallas. Porque es la capital de Cataluña y por el valor simbólico que tiene ser alcalde o alcaldesa de la ciudad, no nos engañemos. Ernest Maragall llama a hacer un gobierno con Barcelona en Comú y Junts per Catalunya (ya se sabe que ERC no hace nunca ascos al apoyo -recíproco- de y a las derechas), mientras que Ada Colau prefiere un gobierno de izquierdas, con ERC, Barcelona en Comú y el PSC. Maragall no quiere ni hablar de gobernar con el PSC, mientras que Colau no acepta hacerlo con JxC. Mientras tanto, ha surgido la posibilidad de que Ada Colau pueda seguir siendo alcaldesa pactando con el PSC (comunes y socialistas suman 18 concejales), con el apoyo de tres concejales de la candidatura encabezada por Manuel Valls (21 en total, mayoría absoluta e investidura asegurada). Valls ya ha dicho que quiere evitar que haya un alcalde independentista y que está dispuesto a dar tres votos a Colau sin pedir nada a cambio, sin condiciones. Y aquí se han encendido todas las señales de alarma y ha comenzado el griterío, sobre todo desde el mundo independentista: que si debe ser alcalde Maragall porque ha sido el más votado, que si es una vergüenza que Colau acepte los votos de Valls, y blablabla. Este último argumento es especialmente sorprendente (o quizás no tanto), por su debilidad y por el cinismo que esconde, ya que es difícil argumentar que Colau no pueda aceptar (sin condiciones, no lo olvidemos) tres votos de Valls mientras que ERC y la CUP nos tienen acostumbrados a pactar, investir y gobernar con los herederos de la derecha del 3%, sin complejos y durante años. Bueno, aparte de todo esto, intentaré explicar por qué opino que Ada Colau debe seguir siendo la alcaldesa de Barcelona.

En primer lugar, considero que el balance del gobierno de Barcelona en Comú (durante un tiempo gobernando con el PSC) ha sido muy positivo para los intereses de las clases populares y trabajadoras de la ciudad, y con cuatro años no es suficiente para consolidar un proyecto de gobierno en favor de la gente común. Barcelona se ha convertido en la primera ciudad española en inversión social, aumentando un 50% el gasto, se han destinado 150 millones de euros al Plan de Barrios, se ha establecido un mínimo del 30% en vivienda protegida en las nuevas promociones, se ha empezado a sancionar a los bancos con pisos vacíos y a las compañías eléctricas que no garantizan los derechos energéticos de las familias, se ha puesto en marcha una unidad antidesahucios, se ha empezado a poner orden en la masificación turística, se han remunicipalizado servicios, se ha creado una compañía energética, un dentista y una funeraria municipales, el metro por fin ha llegado a la Marina, se han desbloqueado obras pendientes durante hacía demasiado tiempo, se ha apostado decididamente por la economía social y solidaria, se ha puesto en marcha el Centro LGTBI... Se ha gobernado en favor de la gente común y trabajadora, y como era de esperar, esto ha puesto muy nerviosos a los sectores tradicionalmente vinculados al poder. Que una mujer de clase trabajadora y de origen humilde llegue a ser alcaldesa hay quien aún no lo ha digerido tras cuatro años. Para estos sectores nunca dejará de ser una intrusa.

Pues bien, si Colau no sigue siendo la alcaldesa de Barcelona muchos de estos proyectos se pondrán en riesgo o directamente quedarán suspendidos y olvidados. Hacen falta cuatro años más para poder consolidar esta obra de gobierno, de eso no puede haber ninguna duda. Más aún si la alternativa es un gobierno de ERC (liderado por un señor que lleva toda la vida viviendo de la política institucional y con tránsfugas en sus filas), que es el mismo partido que comparte la Generalitat con la derecha postconvergente y que utiliza las instituciones solamente como herramientas propagandísticas del proyecto independentista, pero que ni gobierna ni parece que tenga intención de hacerlo. Ya no hablamos de hacerlo aplicando políticas de izquierdas que beneficien a las clases populares, esto ya sería pedir demasiado. Y la gente trabajadora no puede permitirse un ayuntamiento parado, una maquinaria gripada y sin engrasar, porque les va la vida. Quizá a las clases medias y acomodadas les puede dar igual y ya les puede ir bien que el Ayuntamiento de Barcelona se convierta en otro altavoz propagandístico, pero a las clases desfavorecidas socialmente eso no les haría ninguna gracia. Además, con los resultados en la mano, hay que tener en cuenta que en este nuevo consistorio habrá 15 concejales que apoyan el proyecto independentista, mientras que los 26 restantes no. Barcelona no es una ciudad independentista, la realidad y los datos son bien tozudos.

Hace falta un gobierno liderado por Ada Colau y conformado por los concejales de Barcelona en Comú y el PSC, que sepa aprovechar el bagaje y la tradición de ambas formaciones, que trabaje en favor de los barceloneses y barcelonesas y que continúe poniendo el ayuntamiento al servicio de las clases populares, como ya se ha hecho durante los últimos cuatro años. Entiendo que Ada Colau reclame un gobierno de izquierdas de amplio espectro, pero a nadie se le escapa que esta propuesta, a día de hoy, no la puede aceptar ERC, menos aún con la sentencia del juicio del 1-O a la vuelta de la esquina y unas previsibles elecciones autonómicas antes de finales de año. Después, ya hablaremos, porque a largo plazo la colaboración entre ERC, comunes y PSC será necesaria e incluso obligatoria para salir de todo este callejón sin salida donde (no lo olvidemos) ERC también nos metió de forma absolutamente irresponsable.

Estos días lo escucharemos, porque el miedo hace decir cosas sin argumentar seriamente: que si es una vergüenza aceptar los votos de Valls y el bloque del 155, que si esto será el final político de Ada Colau, que si blablabla... Basta de cinismo, por favor. Creo que ahora no toca fijarnos en los objetivos a corto plazo ni en los intereses de partido. Toca consolidar una obra de gobierno y transformar la ciudad, poniéndola al servicio de las clases populares. ¿El fin justifica los medios? Si se trata de aceptar tres votos de Manuel Valls para hacer políticas en beneficio de la gente común y trabajadora, sí, el fin justifica los medios. Y tanto si los justifica.

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